Capitulo 781
Capítulo 781
Luciana lo contempló con una expresión suplicante.
-¡Yo vi ese Porsche, era de Mónica! ¡Lo juro! ¿Tú no me crees?
Su voz adoptó un tono de desesperación. Señaló directamente a Salvador:
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-Dile la verdad, tú lo sabes. ¡Admite que fue Mónica! Todos ustedes son de la gente de Alejandro, ¿no? Puedes confirmarlo, ¿verdad?
Luciana… susurró él, con la impotencia pintada en su rostro-. Créeme, no estoy protegiéndola. La policía hace su trabajo, pero sin pruebas… (3)
Luciana no quería oír más explicaciones; tenía la cabeza llena de imágenes de Fernando en la sala de operaciones, luchando entre la vida y la muerte.
-¿Otra vez la vas a encubrir como hiciste antes? Pero jesta vez es distinto! -espetó con ira-. Fernando es inocente, y te aseguro que la ley no puede ignorarlo. ¿Vas a pasarlo por alto a favor de ella?
-Luciana… La frustración de Alejandro era evidente. Sabia que su pasado con Mónica había hecho que Luciana no pudiera darle el beneficio de la duda-. Por favor, cálmate… estás muy alterada. Tú siempre has sido razonable; esperemos a que te calmes y luego seguimos hablando, ¿sí? 2
Pero ella no podía tranquilizarse. Apretando los dientes, Luciana lo miró fijamente. 1
-¿Por qué eres así? Siempre actúas como el esposo perfecto: cuidadoso, cariñoso… pero a la hora de elegir, nunca me eliges a mí. Te lo suplico… -la voz se le quebró-. Elígeme al menos una vez, por favor.
El corazón de Alejandro se sintió atenazado, con un dolor casi insoportable.
-Luciana, yo de verdad…
Era la primera vez que los ojos de Alejandro se humedecían. Tanto dolor contenido lo sobrepasaba.
-¡Suéltame! -se aprovechó de aquel segundo de duda y lo empujó con fuerza. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo. Quería encontrar a Mónica y arrancar de tajo su máscara hipócrita.
-¡Luciana! -exclamó él, agitando la mano para detenerla
En ese preciso instante, Mónica salía de su interrogatorio, escoltada por dos agentes. Al doblar la esquina, se topó de frente con Luciana.
-¿Luciana…?
Luciana, al borde de la histeria, le echó encima todo su coraje, sujetándola por el cuello de la ropa:
¡Tú querías matarme, ¿no?! ¡Pues aquí me tienes! ¡Siéntete libre, inténtalo otra vez! ¡Mátame de una vez!
-¿Qué te pasa? -murmuró Mónica, sorprendida por la furia que vio reflejada en aquellos ojos. ¡Suéltame!
¿Soltarte? ¡Ni lo sueñes! -Luciana, llenándose de rabia, sacó fuerzas insospechadas-. ¡Hoy se acaba todo! ¡0 mueres tú o muero yo!
¡Diablos…!–susurró Salvador, mirando a Alejandro-. Si Luciana sigue así, no va a resistir.
Alejandro también lo sabía. Se acercó con pasos rápidos y la abrazó por la espalda, tratando de separarla de Mónica.
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Luciana… no hagas esto. confía en mi esta vez, por favor Su voz salló temblorosa, casi suplicante. Con enorme cuidado, fue aflojándole los dedos que sostenían a Mónica, temiendo lastimarla si ejercía más presión.
Te lo ruego, Luciana, hazme caso, ¿sí? -murmuró, con los ojos aguados.
En ese momento, algunos policías intervinieron para apartarlas. Luciana, atrapada entre los brazos de Alejandro, no pudo moverse; sin embargo, continuaba fulminando a Mónica con la mirada, apretando los dientes.
-¡Eres tú! ¡Lo sé! ¡No podrás escapar… asesina! -gritó entre dientes, retorciéndose para liberarse.
Mónica, aturdida como nunca, no acertaba a responder. Jamás había visto a Luciana tan fuera de sí y notaba en sus facciones un auténtico deseo de matarla.
-Alex… -balbuceó, buscando su protección con la mirada
Pero Alejandro ni siquiera se dignó a voltearla a ver. Apretó los labios y dirigió una orden a Salvador:
-Que se la lleven. ¿Quieres que Luciana se altere aún más?
Salvador asintió con un gesto rápido. 3
¡Háganlo ya! 25
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