Capítulo 783
En la maternidad, Luciana segula durmiendo en una habitation, sumida en un sueño intranquilo.
Mientras tanto, en la sala, Alejandro hablaba en voz baja con Sergio, Juan y Simón. Hasta Felipe, quien se había mantenido atento cuidando a Miguel, había acudido luego de recibir la llamada urgente de Alejandro.
–Felipe–lo saludó Alejandro con un leve asentimiento
Toma asiento, por favor.
-Gracias–respondió Felipe, acomodándose. Hablé con nuestros contactos en Canadá. Me confirmaron que no son ellos quienes están detrás de esto.
Desde que se habían presentado varios incidentes en el pasado, Felipe, siguiendo indicaciones de Miguel, había presionado a gente en Canadá para evitar más ataques. Sabian que esos enemigos actuaban desde las sombras y que, si volvían a atentar, dejarían algún rastro que Felipe y su equipo podrían descubrir. Sergio y Juan coincidian en esa idea.
-Entonces, ¿quién más podría ser?-murmuró Alejandro
No lograba imaginar a nadie más que quisiera acabar con Luciana de una forma tan insistente.
Felipe dudó unos segundos antes de responder:
-Señor Alejandro, podría tratarse de algún enemigo de Luciana.
La expresión de Alejandro no cambió. Esa posibilidad también le había cruzado por la mente.
-¿Qué clase de enemigo podría odiarla tanto como para querer verla muerta? -comentó con el ceño fruncido.
Luego se volvió hacia Sergio.
-¿Tienen alguna pista del conductor del Porsche?
-Todavía no lo localizamos -respondió Sergio con preocupación-. Santiago también lo ve muy extraño. Después de que el auto cayera al agua, Luciana llamó enseguida a la policía, pero el responsable desapareció sin dejar rastro. En la cama solo se encontraron las huellas de Mónica; nada
que indicara que hubiera otra persona. Parece un plan bien calculado. 1
Alejandro se frotó la frente, impotente. 1
-¿Quién puede ser tan calculador? 3
Miró entonces a Felipe.
-Por favor, investiga también a la familia Herrera. 2
-Entendido, señor Alejandro – afirmó Felipe al instante.
Si no era enemistad directa contra Luciana, tal vez la venganza iba dirigida a la familia Herrera. Lamentablemente, Ricardo ya no estaba… De haber seguido con vida, quizá él podría haber dado una pista más
clara.
Un llanto repentino rompió el silencio de la habitación. Provenía de la habitación donde Luciana descansaba.
El rostro de Alejandro se tensó. Hizo un gesto para que los demás esperaran y entró a la habitación con paso rápido.
-¿Luciana…? -susurró al acercarse.
1/2
28 BONUS
Ella no estaba consciente, pero se revolvia entre las sábanas con lágrimas rodando por sus mejillas. Parecía hundida en una pesadilla.
Papa… Fer… lo siento… sollozaba en sueños, cargando con una culpa que no la abandonaba ni dormida
No es tu culpa -murmuró Alejandro, acariciandole el rostro con ternura. Se inclinó para besarle las lágrimas, y después rozó sus labios con un gesto suave y protector, intentando aliviar ese dolor que la atormentaba incluso en sueños.
Al sentir que le faltaba aire por el inesperado contacto, Luciana abrió los ojos de golpe, todavía adormecida. No mostró enojo ni rechazo hacia Alejandro; parecía demasiado confundida y frágil. Con la voz suave y quebrada, se lamentó:
-Yo… los lastimé… es mi culpa… -gimió con un hilo de voz-. Eran gente que me amaba y al final… yo los dañé… ¿Quién va a quererme ahora…?
-Yo te quiero–respondió Alejandro con firmeza, acercándose más y rozándole los labios con un beso breve. Su voz áspera y profunda tenía un matiz protector-.
-…-Luciana pareció no entender del todo; lo observó con una mezcla de perplejidad y vulnerabilidad.
Luciana, te amo —repitió Alejandro con paciencia, sosteniéndole el rostro entre sus manos. Se inclinó de nuevo para besarla, más hondo, más íntimo.
No era un beso arrebatado por la pasión, sino un gesto para consolarla y demostrarle cuidado. Con cada caricia, parecía apaciguar la angustia que la atormentaba, como si buscara calentarle el corazón y borrar sus miedos.
***
A la mañana siguiente, el cielo amaneció gris y un viento fresco rodeaba el lugar. Cuando Luciana despertó, no encontró a Alejandro. Una de las cuidadoras entró para ayudarla a arreglarse y acompañarla durante el desayuno.
Luciana estaba decaída y apenas probó bocado. Después, caminó lentamente sobre la banda de ejercicio. Fue entonces que apareció la enfermera.
-Señora Guzmán, hay un visitante esperando afuera, un tal Enzo Hernández. Dice que es su amigo. ¿Lo conoce?