Capítulo 79
El rostro de Alejandro se tensó por un instante, y su mirada se oscureció. Sus ojos, fríos como el hielo, destilaron una ironía amarga. ¡Vaya manera de no hacer escándalo! La forma en que Luciana manejó todo lo golpeaba más fuerte que cualquier grito. Era como una bofetada silenciosa.
Su voz se volvió gélida.
-Es solo un vestido. Le compraré algo mejor.
—Perfecto. —Luciana se encogió de hombros, desinteresada-. Me voy.
Se dio la vuelta y se marchó sin despedirse. Alejandro la siguió con la mirada. De repente, levantó la mano con la intención de arrojar la bolsa al suelo. Pero se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo? Si ella no lo quería, ¿por qué le afectaba tanto?
Dio media vuelta y se fue, conduciendo de regreso a la villa.
Al entrar y encender las luces, se dejó caer en el sofá. Frente a él, contra la pared, estaba el cuadro de Kervens Bocanegra. Sobre la mesa de centro, seguía la pulsera que una vez le había comprado a Luciana. Ahora, a esa colección se sumaba el vestido.
Alejandro soltó una carcajada amarga, llena de autodesprecio. Todo lo que había intentado regalarle, ella lo rechazaba sin más.
-¡Maldita chica ingrata! -masculló, su voz cargada de frustración.
***
Al mediodía, Luciana había quedado con Martina para almorzar.
-Toma. -Martina le pasó un sobre de papel manila.
-¿Qué es esto? -preguntó Luciana.
-Es el formulario para la solicitud de la beca de investigación. Ayer fui a la universidad y te recogí uno también.
Luciana lo abrió y lo revisó. Frunció el ceño.
-No es tan fácil conseguir esa beca.
-Tus calificaciones son excelentes, siempre te ganas las becas anuales, ¿por qué no sería posible?
Martina tenía razón, pero la universidad ya era una extensión del mundo real. Las calificaciones importaban, sí, pero no lo eran todo. ¿De verdad creía que, por tener un padre
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Capítulo 79
como Ricardo, la orientadora le daría un trato especial?
-Inténtalo. -Martina la animó-. En medicina, solo con el grado no se llega lejos. Tenemos que seguir estudiando. Si te dan la beca, te ahorras tiempo y dinero.
Luciana asintió. Tenía razón. Guardó el formulario.
-Tienes razón, intentarlo no hace daño.
Ese mismo día, Luciana llenó el formulario con cuidado y lo entregó en la facultad. Quedó a la espera del resultado.
Dos días después, mientras estaba de guardia en emergencias, recibió una llamada de un número desconocido.
-¿Hola?
Luciana contestó con cautela, esperando una llamada publicitaria. Pero lo que escuchó fue una voz agitada y familiar.
-¡Luciana! ¡Algo malo ha pasado! El señor Miguel se levantó de una siesta y, no sé cómo, se cayó en el baño.
El corazón de Luciana dio un vuelco. Era Felipe, el mayordomo de la Casa Guzmán. ¿Miguel había vuelto a enfermarse?
-No se preocupe, ¿cómo está ahora?
-Lo llevan en la ambulancia, va camino al hospital de UCM.
-Yo estoy aquí en emergencias. Voy a esperar en la entrada.
-¡Gracias! Hasta ahora.
Poco después, Miguel llegó a urgencias, y Luciana lo recibió, acompañándolo hasta la sala. Luego lo llevaron a una habitación.
Al salir del área de urgencias, Luciana vio a Alejandro esperando en la puerta.
—
-Llegaste. Luciana se quitó la mascarilla, con una expresión cansada y sombría.
Alejandro permaneció en silencio, apretando los puños.
-¿Cómo está mi abuelo? -preguntó.
Luciana dudó un momento y respiró hondo.
-No está bien.
Capitulo 70
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Al escuchar esas palabras, Alejandro cerró los ojos con dolor.
-Dímelo, puedo soportarlo.
-Cáncer de colon.
La voz de Luciana era suave, pero cargada de compasión, tanto por Miguel como por Alejandro. Al escuchar el diagnóstico, Alejandro no habló durante un largo rato. Su rostro palideció y sus dedos temblaron ligeramente.
El teléfono de Alejandro comenzó a sonar en su bolsillo, pero él no reaccionó.
-Tu teléfono está sonando le recordó Luciana.
-Ah. -Alejandro, aturdido, sacó el teléfono. El nombre «Mónica» parpadeaba en la pantalla. Luciana también lo vio y, apretando los labios, se alejó en silencio.
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