Capítulo 791
Capítulo 791
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Más tarde, llevaron a Luciana de regreso a la habitación. Todavía continuaba dormida cuando Nathan llegó. Para ese momento, Alejandro acababa de volver de ver a su hija, que seguía en la incubadora por haber nacido antes de tiempo. Aun así, la bebé se mostraba tranquilita y se alimentaba sin dar complicaciones.
-Pasa y siéntate le ofreció Alejandro, señalando el sofá y tomando asiento también.
Era obvio que la presencia de Nathan obedecía al tema legal de Luciana. El abogado, desde el camino, ya traía una idea.
–Señor Guzmán, que su esposa haya dado a luz puede ser una ventaja. Si alega que no fue intencional y que ocurrió por un accidente, y considerando su frágil estado de salud, podríamos negociar una sentencia suspendida. A Mónica habría que ofrecerle una indemnización para que no insista en agravar el proceso.
En apariencia, aquello sonaba viable y sin contratiempos. Pero Alejandro reflexionó unos segundos y luego negó con la cabeza.
-No me conformo con una sentencia de libertad condicional. Quiero que Luciana salga limpia de todo esto, sin ninguna mancha en sus antecedentes. ¿Entiendes?
Nathan se quedó perplejo. Eso implicaba que, según Alejandro, Luciana no había empujado a Mónica.
-Pero, señor Guzmán… la señora Guzmán reconoció…aunque fuera por enojo o resignación, Luciana misma lo admitió. Y había varios testigos que afirmaban haber visto el incidente.
Siendo sincero, quizá fue un forcejeo mutuo sugirió el abogado-. Podría alegarse que fue un accidente sin intención…
-¿Un accidente? -Alejandro soltó una risa sarcástica-. ¿Pretendes que mi esposa cargue con esa culpa el resto de su vida? Aunque no pise la cárcel, siempre la señalarán con el dedo. ¿Eso es todo lo que puedes hacer, Nathan?
El abogado se sintió aludido.
-Nathan… -prosiguió Alejandro, inclinándose hacia él y bajando un poco la voz-. Mi esposa se ha quedado ciega… no ve.
-Sí, sí… es lo que he escuchado. —-Nathan asentía, aún confundido. De pronto, algo hizo clic en su mente. Abrió los ojos con mayor asombro.
-¿Quiere usted decir que…?
No hacía falta exponerlo en voz alta.
-Exactamente. —Alejandro le sostuvo la mirada-. Tal como lo estás pensando.
Nathan comprendió el plan al instante. Era un hecho que Luciana había perdido la vista. Entonces, la gran pregunta sería: ¿ cuándo sucedió? Según un informe médico -y con la influencia de Alejandro-, bien podía sostenerse que ella ya estaba ciega antes del incidente.
En ese caso, ¿cómo podría una embarazada e invidente empujar a alguien por las escaleras? Nadie creeria que ell
agresora.
El abogado se irguió con determinación y asintió:
-Descuide, señor Guzmán. Haré lo que sea necesario para que todo quede resuelto a favor de su esposa.
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Luciana durmió durante más de treinta horas seguidas y, al despertar, ya estaba oscureciendo.
En ese momento, Alejandro no se encontraba; había tenido que atender asuntos de la empresa. Una de las enfermeras permanecía junto a Luciana y, al verla abrir los ojos, la ayudó a incorporarse un poco y colocó una almohada detrás de su espalda.
Después, le ofreció un vaso de agua. 1
-Señora Guzmán, ¿qué se le antoja comer?
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-No sé… lo que sea respondió Luciana, con voz apagada, sin demasiado interés,
-Entonces le preparo un caldo ligero, ¿le parece?
-Sí, está bien.
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La enfermera le dio unas cuantas cucharadas de sopa y algunos trocitos de pollo. Luciana no aguantó mucho más; enseguida dijo que se sentía satisfecha. Cuando volvió a recostarse y cerró los ojos apenas liabían pasado unos instantes cuando escuchó pasos que se acercaban.
El sonido no pertenecía a ninguna de las enfermeras, ni tampoco a Alejandro. Desde que había perdido la vista, su oído se había agudizado y ahora era capaz de percibir la diferencia con claridad.
-¿Quién es?-preguntó con cautela.
-Soy yo–contestó una voz masculina.
-¿Enzo? -replicó Luciana, sorprendida. Intentó incorporarse, haciendo un esfuerzo por levantarse.
-No te apresures—dijo él, acortando la distancia en unos segundos para sostenerla-. Mejor recuéstate, no hace falta que te levantes.
El semblante de Luciana era muy pálido, casi translúcido. Algunas mujeres suben de peso tras dar a luz, pero ella, en cambio, parecía más delgada que nunca: sus pómulos marcados y sus grandes ojos resaltaban todavía más en su rostro.
Enzo frunció el ceño.
-Vaya que la pasaste mal. Tuviste que sufrir demasiado.
-No te preocupes–contestó Luciana con una débil sonrisa-. Mirame, aquí estoy… viva.