Capítulo 8
Luciana pasó todo el día en casa de Martina, intentando mantenerse tranquila. Al caer la noche, miró la hora, se colgó la mochila al hombro y salió. Esta noche tenía un turno en su trabajo de medio tiempo.
Desde que cumplió dieciocho, su madrastra Clara dejó de darle dinero. Luciana había aprendido a sobrevivir gracias a su beca y a trabajos temporales. La tarjeta que su esposo recién casado, Alejandro, le había dado se destinó íntegramente al tratamiento de Pedro. Fuera de eso, no tenía intención de usarla. No podía permitírselo. (2)
El lugar donde trabajaba Luciana era Serenity Haven, un exclusivo club en Ciudad Muonio, conocido por ser un refugio de lujo para los más ricos. Allí, las fortunas se gastaban sin pestañear.
Luciana había conseguido empleo como masajista y acupunturista. Aunque su especialidad era la medicina clínica occidental, había tomado cursos adicionales para ganar dinero extra. Los internos del hospital ya tenían agendas apretadas, por lo que Luciana trabajaba de manera eventual. Su salario dependía de la cantidad de clientes que atendía y del tiempo que dedicaba, sin un horario fijo. 2
Aunque sus ingresos no se comparaban con los de los empleados regulares, le eran suficientes para mantenerse a flote. A veces, se encontraba con clientes de intenciones dudosas, pero Luciana sabía cómo manejar la situación y siempre se mantenía firme.
Marcó su entrada al club y acababa de cambiarse de uniforme cuando escuchó al encargado llamarla:
-¡Luciana, tienes un cliente!
-¡Voy enseguida! -respondió rápidamente, tomando sus herramientas y saliendo de la sala de descanso, camino a la habitación de su cliente. (2)
Tras terminar la sesión, Luciana le dedicó una sonrisa al hombre mientras lo acompañaba a la puerta.
-Que tenga una buena noche, señor. Espero que descanse bien -dijo con amabilidad.
Al otro lado del pasillo, Alejandro, acompañado por Sergio, acababa de salir del ascensor. Caminaba con paso firme hacia ella, pero de repente se detuvo, fijando la mirada al frente y entrecerrando los ojos.
Sergio, intrigado por el cambio de actitud, preguntó:
-¿Qué sucede?
-Sergio, mira quién es -respondió Alejandro en un tono ligero, casi despreocupado, como si
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Capítulo 8
hablara del clima. Pero su expresión era glacial, sus ojos oscuros como el abismo, cargados de una frialdad que no permitía la entrada de luz.
Su mirada estaba clavada en Luciana, que, vestida con el uniforme de Serenity Haven, sonreía mientras conversaba con un cliente.
Vaya, vaya. Esto sí que era una sorpresa. Después de buscarla todo el día sin éxito, jella misma había venido a ponerse justo bajo su nariz!
Luciana no se percató de la presencia de Alejandro mientras regresaba a la sala de preparación. El encargado la recibió con otra ficha. 1
-Luciana, buen trabajo.
-Gracias, no es nada -respondió Luciana con una sonrisa mientras tomaba la ficha. ¿Trabajo duro? Para ella, mientras hubiera dinero, no había esfuerzo que no valiera la pena. No le temía al trabajo arduo, sino a la falta de esperanza.
Después de preparar sus cosas, Luciana se dirigió a la habitación del cliente y llamó a la puerta. Desde adentro, una voz grave de hombre respondió:
-Adelante.
Luciana abrió la puerta y entró, comenzando con su presentación habitual:
-Hola, soy su masajista y acupunturista. Me llamo Luciana, mi número de empleado es…
De repente, las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.
El hombre estaba sentado en el sofá, con los brazos extendidos y una sonrisa irónica curvando sus labios finos. Sus largos dedos tamborileaban suavemente en el reposabrazos. La luz anaranjada delineaba su figura, destacando la postura elegante y dominante de un hombre de
clase alta.
Era Alejandro.
El corazón de Luciana dio un vuelco. ¿En serio? ¿Tan mala suerte podía tener?
Los ojos de Alejandro brillaban como estrellas frías, y soltó una risa sarcástica.
-Sigue, ¿por qué no continúas hablando?
Luciana retrocedió dos pasos, instintivamente dándose la vuelta para huir.
-¿Intentas escapar?
Alejandro se levantó de golpe. Con sus largas piernas, solo le bastaron unos pocos pasos para alcanzarla. Extendió su brazo y la sujetó con fuerza.
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Luciana sintió un dolor agudo en la muñeca.
-¡Ah…! -exclamó, intentando liberarse.
Alejandro la arrastró hacia el interior de la habitación.
-¡Suéltame! —La urgencia y el dolor se reflejaron en su voz-. ¡No quiero atenderte a ti!
Alejandro no le prestó atención y la empujó sobre la cama de masajes.
-¿Quién fue la que dijo que hoy no me vería, pase lo que pase?
Luciana se sintió humillada, su culpa mezclándose con la rabia.
-¡Deja de poner esa cara de víctima delante de mí! -espetó Alejandro, mirándola con frialdad.
-Te lo pregunto una vez más, ¿te vas a divorciar o no?
-No…aunque él parecía irradiar violencia desde cada célula de su cuerpo, Luciana no vaciló. Recordó todo lo que habían hecho contra ella y su hermano, y aun así, sacudió la cabeza.
Mientras no se divorciaran, Mónica seguiría siendo la amante, la mujerzuela. Y mientras eso fuera así, su familia no tendría un solo día de paz.
Con ese pensamiento en mente, Luciana se armó de valor y negó con firmeza.
-No me divorciaré.
Vaya, no se divorciará. Si ella no aceptaba, él realmente no tenía muchas opciones… ¡Pero que se atreviera a hacerlo sentir tan frustrado y malhumorado!
Alejandro soltó una risa oscura, una que nacía desde lo más profundo de su garganta.
-Luciana, te dije que cuando te encontrara, no sería tan amable. ¿De verdad crees que no tengo mil maneras de hacerte pagar por esto?
Soltó su muñeca con brusquedad.
-¡Lárgate!
Luciana tembló, y sin pensarlo dos veces, salió corriendo lo más rápido que pudo. Mientras observaba su figura alejándose, el rostro de Alejandro se oscureció, tan sombrío como una tormenta a punto de desatarse.
-Sergio, hazme un favor–ordenó con frialdad.
-Sí–respondió su asistente, preparado para cumplir cualquier mandato.
Luciana corrió de vuelta a la sala de preparación, con el corazón latiéndole desbocado. ¿
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Capítulo 8
Realmente había logrado escapar? ¿Alejandro la había dejado ir tan fácilmente?
No pasó mucho tiempo antes de que el encargado viniera a buscarla.
-Luciana, aquí estás. La gerente quiere verte.
El corazón de Luciana dio un vuelco, presintiendo lo peor.
-¿Sabes de qué se trata? -preguntó con nerviosismo.
El encargado negó con la cabeza.
-No, no estoy seguro.
Con el corazón en la garganta, Luciana entró en la oficina de la gerente.
-Gerente, ¿me llamó?
-Sí–respondió la gerente, mirándola con una mezcla de lástima y resignación-. Luciana, hoy será tu última noche aquí. No necesitas volver después de hoy. Tu sueldo ya está siendo procesado y lo recibirás en tu cuenta dentro de las próximas 24 horas.
La sonrisa de Luciana se congeló en su rostro.
-¿Gerente, hice algo mal? Dígame qué fue y lo corregiré…
-No, no es eso–la gerente levantó la mano, queriendo decir más, pero conteniéndose. En un lugar como este, no era raro que los empleados fueran aprovechados o incluso acosados por los clientes ricos. La gerente no podía intervenir en cada caso, y menos aún si se trataba de alguien con poder. (1
Pero sentía simpatía por esta chica fuerte y trabajadora, así que decidió darle más información
de lo habitual.
-¿Atendiste a un cliente llamado señor Guzmán esta noche? ¿Quizá no lo dejaste satisfecho?
¡Era él! El corazón de Luciana se hundió al confirmar su peor temor.
-Así es… -suspiró la gerente con tristeza-. El mundo es así. Los ricos, con su dinero, hacen lo
que quieren. No puedo decir más.
Sin otra opción, Luciana se retiró, sintiéndose derrotada. Al salir de la oficina, la frustración la invadió.
Si se iba así, temía no poder encontrar otro trabajo que se ajustara tan bien a sus horarios y habilidades.
No se fue. En lugar de eso, se quedó esperando en la entrada de Serenity Haven.
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Esperó durante dos horas, sus piernas entumecidas de tanto estar de pie, hasta que finalmente Alejandro salió. 2
-¡Alejandro Guzmán! -Luciana corrió hacia él, la desesperación en su voz.
Sergio, alarmado, se interpuso rápidamente, pensando que iba a atacarlo.
-¡Luciana, cálmate! Hablemos tranquilamente….