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Capítulo 803
Colgo y se quedó aturdido, como si algo en su interior se hubiera detenido.
-¡Señor, señor! insistió la vocecita de la niña.
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Alejandro volvió en sí al sentir que la pequeñita tiraba de su pantalen, intentando con todas sus fuerzas trepar sobre él; su carita se ponía roja por el esfuerzo, pero no lograba subitse. A punto de soltar un puchero, parecía a segundos de llorar de nuevo.
-Uf…-soltó un suspiro y se inclino para levantarla con cierto desasosiego.
La niñita era redondita y blanda, desprendía un aroma a leche tibia “Señor…” repitió ella, acomodándose satisfecha en su pecho y señalando la mesa cercana.
-Comer… -balbuceó con palabras sencillas.
Alejandro miró la variedad de postres y, suspirando, se sentó en el sofá con la niña en brazos.
-¿Cuál quieres?
-Ese… -dijo ella con su limitada expresión, apuntando un brownie.
—Bien, —Alejandro tomó un pedazo con un tenedor y se lo acercó a la boca.
—A–ú… —la pequeña abrió grande y empezó a masticar. Sus mejillas se inflaron de tal forma que se veía encantadora.
Observando la escena, Luisa y Rosa se quedaron mudas. Hacía un momento, Alejandro mostraba un fastidio evidente hacia la niña, pero en un abrir y cerrar de ojos, algo en él había cambiado. Aunque no se veía particularmente “dulce“, la atmósfera era distinta; como si, de repente, hubiera bajado la guardia.
Las dos mujeres pensaron lo mismo: “Ah, si una tuviera la oportunidad de ser esa niña pegada a Alejandro…“.
En eso, se oyeron pasos apresurados en el pasillo.
-¡Alba! ¡Alba! 2
Era la voz de una mujer. Alejandro frunció apenas las cejas y esbozó una tenue sonrisa: “Ya llegó…“.
—¡Mami! —la niña en sus brazos escuchó la voz y se movió con alegría, pataleando para bajarse. Saltó al piso y corrió con sus piernitas cortitas hacia la puerta.
Una silueta esbelta irrumpió, agachándose para recibir a la pequeña.
-¡Alba!
La mujer respiró hondo, sintiendo cómo el corazón, que se le había subido a la garganta, volvía a su sitio al ver a su hija sana y salva. De pronto, alzó la mirada, separó a la niña un poco y, sin previo aviso, le dio una palmada en el trasero:
-¡Paf! 1
La pequeña Alba, desconcertada, se quedó quieta un par de segundos; enseguida, arrugó la nariz y comenzó a llorar a todo pulmón.
-¡Buaaa…!
—Alba… —murmuró Luciana, apretando los dientes. Sus labios temblaban y las lágrimas estaban a punto de brotarle, pero su voz sonaba severa:
¿No te dije que tenías que quedarte conmigo y no salir corriendo a ningún lado? ¿Por qué no obedeces?
-¡Buaaa…! —La niña no dejaba de llorar.
-¡No más lloriqueos! —regañó Luciana con el corazón hecho trizas, pero se obligaba a mantener la firmeza. Si no la reprendía
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Capitulo 803
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debidamente, temía que volviera a ocurrir. Había imaginado mil escenarios: ¿y si Alba hubiera sido secuestrada? ¿Y si hubiera corrido a la calle y sufrido un accidente? Cada una de esas ideas la terraba..
Alzó la mano y le dio varias palmadas más: ipal, paf, pal!
Alba, sintiendo que esta vez su mamá sí estaba enojada, gimoteó:
-¡Mamá, estuve mal…!–sollozaba–. ¡No niás golpes! ¡Me duelo!y mientras lloraba, se aferraba al cuello de Luciana.
-Me duele… -repetía la niña, llena de lágrimas y con la carita ro
Luciana, por más seria que quisiera mostrarse, sintió cómo el corazón se le derretía. La abrazó con fuerza mientras las lágrimas rodaban por sus propias mejillas.
–
-No llores, mamá. -La pequeña Alba alzó su manita regordeta para secarle las lágrimas, aunque más bien las regó por toda la cara de Luciana.
-Alba… —replicó Luciana, sujetándole la mano con ternura-. Debes ser obediente, ¿sí? No puedes irte por ahí sin mí.