Capítulo 85
Miguel lo miró con una expresión cargada de significado.
-Vaya manera de hablar de tu esposa. Deberías tener más cuidado con lo que dices.
Alejandro, incómodo, desvió la mirada.
-No dije nada malo… -Luego, con tono algo forzado, preguntó-: ¿Y sabes dónde está?
-¿Me lo preguntas a mí? -Miguel soltó una risa traviesa-. Es tu esposa. Si no te dijo a ti, entonces tal vez debas pensar en qué has hecho mal.
-¿Yo? ¿Tengo que reflexionar? -Alejandro soltó una risa seca-. Claro que sé dónde está, incluso me llamó… pero no contesté porque estaba ocupado.
Miguel lo miró fijamente, como si pudiera ver a través de sus excusas.
-¿Por qué me miras así, abuelo?
-Porque hablas mucho, pero no dices nada.
Alejandro sabía que su abuelo había descubierto la verdad: Luciana no lo había contactado ni le había dicho por qué no regresaría esa noche.
Molesto consigo mismo, Alejandro volvió a su habitación, tomó su teléfono y llamó a Luciana, murmurando con los dientes apretados:
-Atrévete a no contestar.
Para su sorpresa, Luciana contestó al instante.
-¿Dónde estás? -preguntó Alejandro, con una sonrisa de lado.
-¿El abuelo no te lo dijo? -preguntó Luciana, desconcertada-. Cuando me fui, pasé por la casa y se lo comenté.
Los ojos oscuros y penetrantes de Alejandro se entrecerraron.
-Te lo estoy preguntando a ti, no quiero que me devuelvas la pregunta.
¿Estaba enojado? Este hombre siempre había sido impredecible. Luciana apretó los labios, tratando de no provocarlo.
-Estoy en New Horta.
Alejandro frunció el ceño. New Horta… ese pequeño pueblo en las montañas.
-¿Qué haces ahí?
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Capítulo 85
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-Trabajo. Luciana soltó una risa suave, explicándole brevemente sobre la brigada médica rural-. Me tocaba a mí esta vez.
Aunque lo había explicado, Alejandro seguía molesto. Apretaba tanto los dientes que podía escucharse el rechinar.
-Luciana, ahora vives en mi casa. Sea cual sea la razón por la que no regreses por la noche, deberías avisarme.
Luciana lo consideraba innecesario. Ya se lo había mencionado al abuelo Miguel, ¿no era suficiente?
El silencio de Luciana aumentó la rabia de Alejandro.
-¿Por qué no respondes? ¿No escuchaste?
—Eh, sí. Te escuché. —Luciana apretó los labios-. Lo tendré en cuenta…
Antes de que pudiera terminar, Alejandro ya había colgado. Se podía sentir lo furioso que estaba. Luciana empezaba a entender la razón detrás de su enojo.
¿Alejandro… la quería?
El pensamiento hizo que su corazón latiera más rápido. Luciana se asustó. Se llevó las manos a las mejillas, que estaban cálidas.
¿Cómo podía ser? ¿El novio de Mónica enamorado de ella? Eso era absurdo, ¡imposible!
Sí, eran esposos legalmente, pero emocionalmente, ella era una intrusa. Luciana despreciaba a las amantes, ¡y lo último que quería era convertirse en una!
-No, no puede ser…
Se estremeció, cerró los ojos y sacudió la cabeza. Definitivamente, ¡tenía que ser una confusión!
Dos días después, Alejandro revisaba su teléfono, su expresión cada vez más fría. ¡Perfecto! Dos días y ni un mensaje, ni una llamada de Luciana.
Por lo que sabía, Luciana llamaba a Casa Guzmán dos veces al día: una en la mañana para hablar con el mayordomo Felipe, y otra en la noche para hablar con su abuelo. Pero a él, ni una sola vez.
-¡Primo! -Sergio irrumpió en la oficina, sosteniendo una tablet, con expresión alarmada-. ¿ Quieres que mande a alguien a New Horta?
El rostro de Alejandro se tensó.
Capítulo 85
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-¿Qué pasó acá?
-¿No has visto las noticias? Sergio colocó la tablet frente a él y abrió la lista de los temas más comentados.
Una serie de titulares ocupaba los primeros lugares, el más importante marcado con un ícono de alerta púrpura:
<<¡Deslizamiento de tierra en New Horta! ¡Se desconoce la cantidad de heridos y fallecidos!>>
Alejandro se levantó de golpe, como si lo hubieran disparado.
