Capítulo 87
-S–señor Guzmán… -balbuceó Martina.
Alejandro frunció el ceño, su impaciencia palpable.
-Te pregunto. ¿Quién le hizo qué a Luciana?
Jhonny, nervioso, se apresuró a explicar lo que había sucedido. Luego añadió:
-No hemos podido contactarla.
El rostro de Alejandro se endureció, sus labios se apretaron en una línea rígida. Sus ojos, oscuros y furiosos, parecían consumirse en un abismo de preocupación. Murmuró en voz baja:
-No sabe con quién se mete.
Luego dio una orden seca:
-Sergio, Juan, Simón, ¡vengan conmigo!
Ya en la zona del deslizamiento, Alejandro confirmó que nadie había visto a Luciana. Sergio y los demás se mantuvieron en silencio, esperando instrucciones. Alejandro cerró los ojos un momento, tratando de calmar la ira que sentía, pero la vena que palpitaba en su sien delataba su creciente desesperación.
Con voz grave y controlada, habló:
Sergio, consigue un helicóptero. Que sobrevuelen toda la montaña. Si es necesario, rastreen cada rincón. Pero Luciana debe volver.
—Sí. -respondió Sergio, su tono firme pero preocupado.
La noche se volvía más oscura, y el sonido de las aspas del helicóptero llenaba el aire, iluminando la zona desde el cielo con haces de luz.
***
En ese momento, Luciana cargaba en su espalda a un niño de unos ocho o nueve años. Lo había sacado de entre los escombros tras un derrumbe, pero sus manos estaban destrozadas, sangrando, y dos de sus uñas se habían roto. El niño tenía ambas piernas fracturadas, incapaz de caminar, así que Luciana lo llevaba a cuestas. Sin embargo, no conocía bien el camino por la montaña y se había perdido. A pesar de caminar durante horas, no lograba encontrar una
salida.
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Capítulo 87
+25 BONUS
-Snif, snif… -El niño sobre su espalda sollozaba-. Me duele mucho…
Escuchar al niño llorar le recordó a su hermano Pedro. Su corazón se rompió.
-Solo un poco más, ya casi salimos de aquí, le dijo, tratando de calmarlo.
Llevaba horas caminando en círculos en la misma zona. Ella también estaba herida,
embarazada, y el miedo comenzaba a invadirla. Estaba agotada, pero el pequeño dependía de ella, y sabía que no podía detenerse.
-Snif… -El niño seguía llorando en voz baja.
Luciana, paso a paso, avanzaba con gran dificultad. Internamente, rezaba: «Si tan solo alguien pudiera venir a rescatarnos…>>
De repente, una luz brillante iluminó su cuerpo. Al sentir el haz de luz en su rostro, cerró los ojos por reflejo. Luego alzó la vista. El sonido de un helicóptero se acercaba, como el rugir de las olas del mar. 1
—¡Ah! ¡Es un helicóptero! —Luciana sonrió, aliviada. Ajustó al niño en su espalda—. ¡Ya vienen a rescatarnos, ya estamos a salvo!
El niño, con lágrimas en los ojos, levantó la cabeza. En ese momento, la luz los envolvió por completo y el helicóptero comenzó a descender.
¡Alex, es Luciana!
Alejandro, sosteniendo los binoculares, la vio claramente.
-¡Bajen la cuerda!
-¡Sí!
Bajaron la cuerda, pero antes de que Juan y Simón pudieran actuar, Alejandro descendió primero. Estaba tan impaciente que ni siquiera esperó a que el helicóptero aterrizara.
Luciana lo observaba asombrada mientras alguien saltaba desde la aeronave.
-¡Estamos aquí, por favor ayúden…!
Antes de que pudiera terminar la frase, reconoció al hombre que venía hacia ellos. ¡Era Alejandro! Venía hacia ella desde la luz, imponente y apuesto, como un dios descendiendo del cielo.
Luciana respiró hondo, sin tiempo para procesar por qué él estaba allí.
-¿Viniste a rescatarnos? ¿Eh…?
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Capitulo 87
+25 BONU:
No terminó de hablar cuando Alejandro la envolvió en un fuerte abrazo, apretándola contra su pecho.
Mientras tanto, Juan y Simón, con gran precisión, tomaron al niño de su espalda. Al liberar ese peso, las piernas de Luciana cedieron de inmediato, y casi cayó al suelo. Alejandro la sostuvo justo a tiempo, sus ojos llenos de preocupación.
-¿Qué te pasa? ¿Te lastimaste las piernas? ¿Cómo es que estabas cargando a alguien si estabas herida?
Luciana sonrió y sacudió la cabeza.
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-No, solo se me doblaron las piernas un momento.
-¿Estás segura de que estás bien?
Alejandro, aún intranquilo, la revisó cuidadosamente. Solo cuando confirmó que no estaba gravemente herida, respiró con alivio.
Luciana se sentía incómoda bajo su intensa mirada.
-Yo, esto…
De repente, Alejandro tomó su rostro entre sus manos y se inclinó para besarla con fuerza. Era como si una bestia salvaje hubiera sido liberada de su interior. El beso fue feroz, ¡casi desesperado! Luciana, incapaz de soportar la intensidad, se desmoronó en sus brazos. Sintiendo que ella se debilitaba, Alejandro suavizó el beso y la liberó.
Luciana abrió sus grandes ojos, sorprendida. Sus labios, húmedos y ligeramente separados, brillaban con un tono rojizo.