Capitulo 89
Capítulo 89
-Esto…
Martina estaba un poco confundida por la repentina serie de preguntas. Sabía que no debía hablar de la vida personal de Luciana, pero la intensidad de Alejandro era tan abrumadora que no pudo evitar responder.
-Bueno, si lo preguntas así, sí, hubo alguien.
Al escucharla, Alejandro sintió un leve dolor en el pecho. Ese alguien seguramente debía ser el padre del bebé que Luciana esperaba. Sin embargo, manteniendo la compostura, sonrió con calma.
-¿Quién era? ¿Cómo se llamaba?
-Fernando Domínguez, el hijo menor de la familia Domínguez. ¿Te suena?
¡Fernando Domínguez! Alejandro sintió cómo sus pupilas se contraían y apretó los puños. Su corazón se llenó de un dolor punzante.
—¿Por qué terminaron? -preguntó con voz tranquila.
-Bueno… —Martina vaciló—. La madre de Fernando no estaba de acuerdo y los separó.
Así que fue por eso.
-Gracias. No le digas a Luciana que te hice estas preguntas.
Martina, impresionada por la seriedad de Alejandro, asintió sin pensar.
-Está bien.
Apenas se dio la vuelta, la expresión de Alejandro cambió de la calma a una rabia contenida. ¡ Fernando Domínguez! De repente, todo tenía sentido: las veces que lo había conocido y esa inexplicable antipatía que había sentido hacia él.
Ja. Así que, ¿él todavía se atrevía a ver a Luciana? ¿No la había abandonado ya? Alejandro, siendo hombre, podía notar que Fernando aún sentía algo por ella. Y más ahora que él mismo… no podía negar lo que sentía por
Luciana.
Al salir del hospital, Sergio y los demás lo estaban esperando. Antes de que Sergio pudiera hablar, Alejandro ya había dado órdenes.
-Arregla lo de Alonso.
Sergio parpadeó sorprendido, pero asintió de inmediato.
-De acuerdo.
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Luego agregó:
-Primo, ya está listo el lugar para pasar la noche.
Esa noche tendrían que quedarse ahí.
Después de asearse, mientras se secaba el cabello con una toalla, Alejandro se detuvo de golpe.
¿Y Luciana? ¿Qué estaría pensando? ¿Todavía recordaba a Fernando? ¿Querría volver con él?
<<¡Maldita sea!>> De repente furioso, Alejandro lanzó la toalla al suelo.
***
A primera hora de la mañana, el equipo médico comenzó a prepararse y cargar los vehículos. Algunos de los heridos estaban en estado grave, y las condiciones en el lugar no permitían realizar cirugías complejas, por lo que debían ser trasladados a Muonio. Esta vez, Jhonny ignoró las órdenes de Alonso y decidió enviar a Luciana como acompañante en el traslado.
-Tus manos aún no están del todo bien. Solo tienes que sentarte en el vehículo y acompañarlos hasta el hospital, le dijo Jhonny.
Luciana aceptó con una sonrisa agradecida.
-Está bien, gracias.
Sin embargo, al darse la vuelta, su sonrisa se desvaneció al encontrarse con la expresión de puro desagrado de Alejandro.
-¿Qué te pasa? -preguntó Luciana, sorprendida.
Alejandro soltó un bufido y levantó el mentón.
—¿Por qué tanta sonrisa? ¿Te cayó bien, no?
Luciana, sin pensarlo mucho, asintió seriamente.
-Sí, Jhonny es muy buen tipo.
-¡Luciana! -la llamó Alejandro con el ceño fruncido.
Pero Luciana no pudo contenerse y soltó una carcajada.
Alejandro, a punto de explotar de enojo, se desarmó al ver su risa. Toda la rabia se disipó de inmediato. Tomó la mano de Luciana y la apretó ligeramente.
-¿Te estás burlando de mí, verdad?
—Sí, así es, respondió ella con picardía.
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La respuesta fue una risa profunda y complacida por parte de Alejandro. Siguió sosteniéndola de la mano, dándole un suave apretón.
-Vamos, súbete al coche.
-Tengo que ir en el coche del hospital, -protestó Luciana.
-¿Qué más da en qué coche vas? El mío es más cómodo.
Alejandro, siempre mandón, no aceptaba un no por respuesta.
Ya en el coche, Alejandro no soltó su mano ni un momento. Juan y Simón estaban en el mismo vehículo, lo que impedía que Alejandro hiciera algo más. Sin embargo, no parecía importarle. Para él, el simple hecho de sostener la mano de Luciana ya era suficiente.
Poco a poco, Luciana empezó a notar que su palma sudaba. Miró de reojo a Alejandro, tratando de liberar su mano, pero al intentar soltarse, se dio cuenta de que, aunque él no estaba haciendo mucha fuerza, la tenía firmemente sujeta.
Alejandro levantó una ceja al sentir cómo Luciana intentaba moverse y, al notar que se rendía, una sensación de satisfacción se expandió en su pecho.
¿Quizás eso significaba que ya no pensaba en Fernando?
***
Aeropuerto de Canadá.
En la sala VIP, Fernando hablaba por teléfono con Vicente.
-Vicente, ya estoy a punto de abordar.
-Me alegra escucharlo, —respondió Vicente-. Hablé con Marti por teléfono. La situación en New Horta es bastante grave, pero no te preocupes, Luciana está bien.
-Gracias.
El resto dependía de él. Fernando lamentaba en silencio no haber estado allí cuando Luciana más lo necesitaba, pero estaba decidido a traerle buenas noticias. Estaba seguro de que cuando Luciana lo viera, se pondría feliz.
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