Capítulo 90
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Capítulo 90
En el Hospital UCM.
Luciana abrió la puerta del coche, lista para bajarse.
-Luciana.
La voz de Alejandro la detuvo. Su rostro, siempre tan impecable, mostraba una leve expresión de nerviosismo.
-Tengo algo que decirte.
Antes de que Luciana pudiera responder, escuchó que alguien la llamaba desde adelante.
-¡Luciana!
Luciana apretó los labios, dudando.
-Ahora tengo que ir a trabajar. Cuando termine, te escucharé con calma.
Hizo una pausa.
-Además, yo también tengo algo que decirte.
Los ojos de Alejandro brillaron con esperanza.
-Está bien.
Sin más demora, Luciana salió del coche y se unió a sus colegas, ayudando con los registros y la transferencia de los pacientes. Desde lejos, Alejandro observaba su figura, una sonrisa formándose en sus labios, sus ojos llenos de calidez.
¿Será que
lo que ella tiene que decir es lo mismo que lo que yo quiero decir?
Cuando terminaron de acomodar a los pacientes, Luciana finalmente pudo respirar con alivio,
-¡Doctora Herrera, vaya a comer algo! ¡El almuerzo de hoy está buenísimo!
Luciana sonrió, fue a recoger su comida y, al verla, supo que no mentían.
-Brisa de Primavera -pensó al leer la etiqueta. ¿Una caja de almuerzo de un restaurante seis estrellas? El hospital sí que había tirado la casa por la ventana. Los tacos, los vegetales, la sopa, todo venía en envases separados, además de fruta de cortesía. Solo de verla, a cualquiera le
daría hambre.
Mientras comía, sacó su celular y empezó a revisarlo.
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Capitulo 90
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-¡Cof!
Tosió al ver la pantalla. Un mensaje de Alejandro apareció al abrir el teléfono.
[¿Qué tal está el almuerzo? ¿Te gusta?]
Luciana comprendió de inmediato: él había sido quien pidió la comida. Claro, el hospital no solía hacer esas inversiones, pero el señor Guzmán era otra cosa; con él, el dinero no era problema.
[¿Por qué no respondes? ¿No has descansado? ¿Sigues trabajando?]
[Luciana, acuérdate de cuidar tu cuerpo. ¡No tienes que ser la heroína todo el tiempo!]
Luciana rio suavemente; era obvio que él estaba molesto. Le respondió rápidamente:
[Ya estoy comiendo. Está delicioso.]
Sin embargo, Alejandro no contestó. Parecía estar ocupado, ya que incluso después de terminar de comer, no recibió ninguna otra respuesta.
La jefa de enfermeras se acercó a informarle:
-Doctora Herrera, el equipo médico sale de nuevo hacia New Horta a las cuatro. Por ahora no hay nada urgente, puede descansar un rato.
-Gracias, respondió Luciana.
Faltaba más de una hora para que el equipo partiera. Luciana sostenía su teléfono, dudando. ¿Y si iba a buscar a Alejandro? Tenían que hablar sobre ese beso, y también sobre lo que él quería decirle. No podía descansar con todo eso en su cabeza, así que mejor enfrentarlo de una vez.
Decidida, tomó su bolso y se dirigió al edificio de Grupo Guzmán.
Al llegar, fue detenida en la recepción.
-Lo siento, señorita. El señor Guzmán está muy ocupado. Si desea verlo, necesita una cita.
Luciana parpadeó, dándose cuenta de su error. ¿Cómo había olvidado que él no era cualquier persona?
-Gracias, -dijo, resignada. Sin otra opción, se dispuso a marcharse.
-¡Luciana!
Al girar, vio a Simón, que la miraba con una sonrisa.
-¿Qué haces aquí?
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Capítulo 90
-Vine a buscar a Alejandro, pero no tenía cita, así que no me dejaron entrar.
Simón soltó una carcajada.
-¿Tú necesitas cita para verlo?
Él recordaba lo mucho que Alejandro se preocupaba por Luciana. Había sido testigo de cómo la besaba apasionadamente. Aunque Alejandro no les permitía llamarla «la señora Guzmán», sabían que era solo cuestión de tiempo.
—Justo iba a subir. Te llevo. ¡Seguro que Alex se pondrá feliz al verte!
Luciana dudó un momento, temiendo causar problemas, pero al final confió en Simón.
-Está bien.
Subieron juntos hacia la oficina del CEO. Al llegar a la puerta, Simón se detuvo.
-Yo no entro, —dijo sonriendo. «No vaya a ser que los encuentre besándose. Sería un poco incómodo, ¿no?»
Luciana se sonrojó mientras Simón escaneaba su huella digital para abrir la puerta.
-Adelante, -dijo-. Suerte.
-Gracias.
Luciana entró lentamente. El silencio en la oficina era abrumador, como si no hubiera nadie. Con voz baja, intentó llamarlo.
-Ale…
No había terminado de pronunciar su nombre cuando vio dos figuras, una alta y otra más baja, abrazadas con fuerza. Su corazón se encogió de inmediato.
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