Capitulo 92
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Capítulo 92
Bajando al estacionamiento subterráneo, intentó llamarla varias veces, pero Luciana no contestaba. Cuando llegó al hospital, la encontró ocupada organizando los suministros con el equipo médico, preparándose para salir. Pensaba quedarse hasta el final, pero ya no había razón.
El teléfono volvió a sonar en su bolsillo. Al ver el nombre de Alejandro en la pantalla, Luciana silenciosamente puso su celular en modo avión. Alejandro condujo hasta el hospital, pero las ambulancias del equipo médico ya estaban listas para partir.
-Está prohibido estacionar aquí. Por favor, use el estacionamiento central le indicó un guardia.
Alejandro no tuvo más opción que dar la vuelta y estacionar en otro lugar. Corrió apresurado hacia el área de emergencias.
-Perdón, ¿sabe dónde está la doctora Luciana Herrera?
La enfermera de recepción, quien conocía bien a Luciana, respondió:
—Luciana ya se fue con el equipo médico.
-¿Se fue? ¿Hace cuánto?
–
—¡Mire! —dijo la enfermera, señalando con la mano-. Esa es su ambulancia, justo va saliendo
Antes de que terminara de hablar, Alejandro salió corriendo.
-¡Luciana! ¡Luciana!
La ambulancia acababa de cruzar la puerta principal y aún no había tomado velocidad. Dentro del vehículo, alguien notó al hombre corriendo detrás.
—¡Oigan! ¿Ese tipo está persiguiendo nuestra ambulancia?
-¡Parece que sí! ¡Y corre rapidísimo!
-¡Vaya! -comentó otro-. Es alto, debe medir como metro noventa, ¡y es muy guapo!
Alguien más se sumó, levantando la voz.
-¡Vamos todos! ¿Quién cree que lo está persiguiendo?
-Sí, sí, ¡de pie! Vamos a ver, seguro que es algo urgente.
El vehículo se llenó de murmullos y risas. Incluso el conductor, divertido por la situación,
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redujo un poco la velocidad. Sin embargo, Luciana, con los audífonos puestos y los ojos cerrados, escuchaba música, completamente ajena al revuelo.
La ambulancia estaba a punto de salir del hospital y tomar la carretera principal. El conductor preguntó en voz alta:
-¿Nadie lo conoce? Bueno, entonces voy a acelerar. ¡Debe estar confundido!
-Luciana.
La compañera al lado de Luciana le dio un leve golpecito. Luciana se quitó los audífonos.
-¿Pasa algo?
-No estoy segura, pero te pregunto por si acaso. El hombre que viene corriendo detrás de la ambulancia, ¿lo conoces?
¿Perseguir la ambulancia? Luciana se quedó un momento en shock, luego se levantó de golpe y se asomó por la ventana. Era él, ¡Alejandro! ¿Había venido a buscarla? Una sensación extraña le recorrió el pecho. Por un instante, pensó que tal vez él de verdad sentía algo por ella.
Por un segundo, estuvo a punto de pedirle al conductor que detuviera el vehículo. Pero sus manos se aferraron al respaldo del asiento. No, no podía. Aunque le gustara un poco, ¿de qué servía? La mujer que él realmente amaba era Mónica, ¿no?
Su compañera, notando su mirada fija en el hombre que corría detrás, le preguntó:
-¿Luciana, lo conoces, verdad? ¿No deberíamos decirle al conductor que se detenga? Ha corrido mucho rato ya… -Se preparaba para gritarle al chofer.
-¡No! -Luciana la detuvo rápidamente-. No lo conozco, solo me dio curiosidad y lo miré un poco más.
-Ah, entiendo -suspiró su compañera, decepcionada-. Pensé que… bueno, entonces déjalo.
El ambiente dentro de la ambulancia volvió a la calma. El conductor confirmó una vez más:
-Bueno, entonces voy a acelerar.
El vehículo se incorporó rápidamente a la carretera principal. Poco a poco, Alejandro se fue quedando atrás, incapaz de mantener el ritmo. Finalmente, se detuvo, respirando con dificultad, sus ojos fijos en la ambulancia que se alejaba.
Tonta, ¿ni siquiera voltearías a mirarme? Hace un rato todos en la ambulancia miraban hacia atrás.
Alejandro se dio la vuelta y regresó al estacionamiento del hospital. Tenía que tomar el auto y perseguirla. Luciana estaba molesta, y hacer las paces con una mujer celosa siempre era
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complicado, sobre todo con todo lo que había entre ellos. El asunto pendiente tendría que esperar, pero no le importaba. Después de todo, esto era culpa suya.
***
La ambulancia llevaba ya un rato en camino cuando Luciana desactivó el modo avión de su teléfono. No pasó mucho tiempo antes de que entrara una llamada. Era Fernando.
-Luci la voz de Fernando sonaba tranquila, con un toque de ternura-. Estoy en camino a New Horta, estoy preocupado por ti.
Luciana miró por la ventana. La lluvia había comenzado a caer y parecía empeorar.
-El clima está mal, ¿qué haces yendo allí? Estoy bien -respondió con calma, pero había una clara distancia en sus palabras.
Fernando forzó una sonrisa amarga.
-¿No te interesa saber a dónde fui estos días? Luci, estuve en Canadá.
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