Capítulo 96
Capítulo 96
Luciana no respondió. Pero no podía engañarse a sí misma. Su corazón latía con fuerza. Decir que no sentía nada sería una mentira. Desde pequeña, muy pocas personas habían sido amables con ella, y precisamente por eso, cada gesto de bondad lo guardaba con gratitud. Cada acto de buena voluntad hacia ella lo atesoraba, con el deseo de devolverlo diez veces más…
Al salir del hospital, Luciana regresó a la Casa Guzmán. El abuelo Miguel, encantado de verla, enseguida llamó a Alejandro. Agarrando la mano de Luciana, le dijo:
-Estos días que no has estado, Alex ha estado tan ocupado que ni se deja ver. Así que esta noche cenamos juntos, los tres.
Sin embargo, cuando hizo la llamada, Alejandro respondió:
-Abuelo, estoy ocupado, no podré ir.
-¿Ocupado con qué? -Miguel frunció el ceño-. Tan ocupado que ni para cenar tienes tiempo. Además, Luciana acaba de regresar después de una semana fuera…
-Tengo una reunión, no puedo hablar más y colgó abruptamente.
Miguel, furioso, exclamó:
-¡Qué falta de respeto! ¡Es inaceptable!
—Abuelo… —Luciana sabía que Alejandro no quería verla—. No se moleste, yo me quedo con usted esta noche. Cenamos juntos, jugamos ajedrez y luego le leo un poco de la Biblia, ¿le parece?
-Bien, bien -La cara de Miguel se iluminó de alegría.
Esa noche, Alejandro no regresó.
A la mañana siguiente, Luciana despertó en el sofá y escuchó el sonido de la ducha. ¿Alejandro había vuelto? La cama estaba perfectamente hecha, lo que indicaba que había llegado temprano. Poco después, el agua se detuvo y Alejandro salió del baño, caminando directamente hacia el vestidor sin mirarla.
Qué mal genio tenía. ¿Por qué? Si él ya tenía a Mónica. Luciana sonrió para sí misma y fue al baño. Cuando salió, Alejandro ya no estaba en la habitación.
Al bajar las escaleras, lo encontró en el comedor, desayunando con su abuelo.
Capítulo 96
+25 BONUS
-Buenos días, abuelo. -Luciana se sentó a la mesa.
-Buenos días.
Miguel, siempre astuto, notó que algo no estaba bien entre los dos. Su nieto parecía molesto, pero no dijo nada. En su interior, lo veía como una señal de humanidad en Alejandro, rara vez mostraba emociones.
Los tres permanecieron en silencio.
-Abuelo, ya terminé de desayunar -dijo Luciana, limpiándose la boca con una servilleta-. Me voy al trabajo.
-Espera. -Miguel señaló a Alejandro-. Que Alex te lleve.
-¡Abuelo! -Alejandro frunció el ceño, claramente molesto.
-¿Por qué gritas? -Miguel le lanzó una mirada severa—. Llevar a tu esposa al trabajo es lo que corresponde, ¿no?
Sin querer contradecir a su abuelo, Alejandro no tuvo más remedio que aceptar.
-Está bien, la llevo.
Miró brevemente a Luciana, tomó su chaqueta y dijo:
-Vámonos.
Luciana lo siguió hasta la puerta. Alejandro caminaba rápido, sin intención de esperarla. Tuvo que apresurarse para no quedarse atrás.
Ya en el coche, Alejandro conducía en silencio, su rostro tenso. Luciana decidió no mencionar el tema de Alonso.
Conforme avanzaban, Alejandro parecía cada vez más irritado. Al entrar en la ciudad, Luciana habló en voz baja, señalando la estación de metro que estaba adelante.
-Puedes dejarme ahí, está bien.
Alejandro no la miró.
-Te llevo al hospital.
Luciana sonrió levemente.
-No hace falta… Viendo
–
que Alejandro estaba a punto de explotar, se apresuró a añadir-:
Voy a ver a mi hermano al sanatorio esta mañana,
Capitulo 96
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Alejandro relajó ligeramente su expresión. Estacionó junto a la acera para que Luciana pudiera bajar. Justo antes de cerrar la puerta, ella vaciló. Se mordió el labio ligeramente antes de preguntar:
-Lo de Alonso… ¿fuiste tú quien lo hizo?
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