Capítulo 10
-Sra. Gabriela, acabo de ver a Bruno con su novia en la joyería. La chica estaba probándose anillos como si estuviera forzándolo a casarse…
Dafne regresó a la villa con los regalos y continuó empacando sus maletas.
Colocó el regalo para Agustín en la maleta y, mientras organizaba, el rostro atractivo de Agustín no dejaba de aparecer en su mente.
Ella y Agustín se conocían desde hacía mucho tiempo.
Ambas familias tenían casas antiguas en el mismo vecindario de villas, separadas por apenas doscientos o trescientos metros, y solían encontrarse a menudo cuando eran niños.
Agustín era cuatro años mayor que ella. La primera vez que lo vio fue en la casa de la familia
Junco.
Los padres de Dafne la llevaron de visita, y en ese entonces ella tenía solo diez años, aún era una niña y Agustín ya tenía la apariencia de un protagonista de serie juvenil.
Dafne solo recordaba que al verlo por primera vez, lo encontró deslumbrante.
Su rostro era extremadamente atractivo, casi intimidante, pero sus ojos eran fríos como el hielo en invierno.
Mamá le dijo que lo saludara, así que obedientemente le dijo “Agus“.
En su memoria, Agustín siempre fue distante, respondiendo con un seco “Hola“.
En ese momento pensó que él debía ser difícil de tratar.
Ese malentendido duró varios años.
Más tarde, cuando estaba en la secundaria, no le iba bien en matemáticas. Elsa Junco, al enterarse de ello, le dijo a Baltasar con una sonrisa: -Que mi hijo Agustín le dé unas clases a Dafi, él era excelente en matemáticas en la escuela, sacó la nota máxima en el examen final.
En ese momento, su madre ya había fallecido, y el carácter de Dafne había cambiado mucho desde que era niña.
En cinco años, Dafne pasó de ser una niña despreocupada y alegre a convertirse en una adolescente silenciosa y rebelde.
-No necesito que me enseñes -fue lo primero que le dijo a Agustín cuando entró.
Agustín tenía veintiún años en ese entonces. Era alto, probablemente más de un metro ochenta y cinco, vestido con una simple camiseta blanca y unos jeans oscuros, su peinado le daba un toque juvenil.
-Pero yo quiero enseñarte -le respondió él, con una voz que denotaba una sonrisa y un aire
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Capítulo 10
despreocupado.
Dafne pensó que Agustín sería estricto y exigente.
Sin embargo, no fue así. Después de revisar sus exámenes de matemáticas, Agustín simplemente frunció el ceño y comenzó a explicarle pacientemente cada problema.
A medida que resolvía cada error, no mostró ni un atisbo de impaciencia.
Su voz era profunda y agradable, con un ligero toque áspero, y al escucharle, Dafne empezó a pensar que las matemáticas no eran tan difíciles como pensaba.
Algunos problemas tenían dos o tres métodos de solución, y Agustín se los explicó todos.
La mirada de Dafne pasó de ser reacia y desdeñosa a admiración y respeto.
-¡Guau, Agustín, eres increíble! ¿Todavía recuerdas todo esto después de tantos años?
-No recuerdo todo, revisé los libros antes de venir.
Luego, hizo una pausa y le dio un suave golpecito en la cabeza con un bolígrafo, -No seas tan formal, recuerda llamarme Agus.
Durante el verano cuando Dafne estaba en segundo año de bachillerato, Agustín le dio clases durante dos meses.
En ese momento, Agustín estudiaba en la Universidad de Silvania y prácticamente pasó todo el verano sin salir, ya sea ayudándola con sus lecciones o corrigiendo sus trabajos.
Cuando Dafne comenzó el nuevo curso, Agustín aún estaba de vacaciones.
Cada día, al regresar de clases, Dafne veía a Agustín sentado en el sofá de su casa, esperando para darle clases.
Gracias a Agustín, sus habilidades en matemáticas mejoraron drásticamente, pasando de no aprobar a alcanzar una nota bastante aceptable.
Dafne tenía excelentes calificaciones en todas las demás materias. Sin el lastre de las matemáticas, logró ingresar con éxito a la Universidad de Silvania y siguió con su amistad con Agustín.
En ese entonces, Dafne solo veía a Agustín como un hermano mayor muy especial del vecindario.
Lo respetaba y le tenía cariño, pero no hasta el punto de querer algo romántico.
Por eso, cuando su padre le dijo que debía casarse con Agustín, no pudo aceptarlo.
Ella solo veía a Agustín como un hermano, ¿cómo podría casarse con su él?
Mientras recordaba esto, la puerta del dormitorio se abrió. Bruno estaba de pie junto al marco de la puerta, con la mirada baja dirigida hacia Dafne. -¿Ya terminaste de empacar todo?
-Si, casi.
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Bruno se recostó en el marco de la puerta. -Dafne, ¿acaso tienes algo que decirme?