Capítulo 117
Dafne acababa de sentarse en el restaurante cuando Bruno se acercó y se sentó en la mesa al lado de la suya.
En esa mesa se encontraba una pareja que también acababa de llegar y estaban listos para pedir.
Bruno se acercó al hombre y le dijo:
-¿Podrían cederme su turno? Puedo pagarles.
La pareja se miró cómplice.
La chica preguntó:
-¿Cuánto ofreces?
-Quinientos dólares.
La chica abrió los ojos sorprendida.
-¿Hablas en serio?
-Por supuesto -Bruno sacó su teléfono-. Abre el código de cobro y te transfiero ahora
mismo.
Los ojos de la chica brillaron de emoción, y rápidamente mostró el código de cobro.
Tras confirmar la transacción, la pareja se fue contenta del lugar.
Bruno sonrió a Dafne desde la mesa de al lado, tomó asiento y se sirvió una taza de café con
calma.
Ginés, que observaba todo desde cerca, no podía creer lo que veía.
¿De verdad?
Miró a Dafne y luego a Bruno.
Finalmente, decidió unirse a Bruno y se sentó frente a él.
A Dafne le encantaban algunos de los platos estrella de ese restaurante. Bruno, sabiendo esto, se había sentado cerca para incomodarla. En el pasado, esto habría arruinado su comida, ya que aún le importaba. Pero ahora las cosas eran diferentes.
Dafne ya no sentía nada por él.
Podía ignorar a Bruno completamente.
Después de pedir, también ordenó una bebida fría.
Cuando le sirvieron la bebida, Bruno le dijo de repente:
-Tu periodo está cerca, no deberías beber cosas frías.
16:41
Dafne rodó los ojos internamente, bebió un sorbo y sonrió satisfecha.
Luego le dijo a Agustín, que estaba a su lado:
-Hace mucho que no bebía esto, sigue sabiendo igual. Agus, ¿quieres probarlo?
Mientras lo miraba, sus ojos brillaban y su rostro mostraba una dulce sonrisa, haciendo que incluso el aire a su alrededor pareciera dulce.
Agustín tomó el vaso y bebió por la misma pajilla que ella había usado.
El gesto era tan natural que no había nada fuera de lugar.
Ginés, al ver esto, lo entendió todo.
Dafne y Agustín tenían una relación genuina, no parecía una actuación.
En cuanto a Bruno…
Ginés miró de reojo al hombre sentado frente a él.
Bruno tenía la mandíbula apretada y miraba a Dafne con una mezcla de ira y dolor.
Sin embargo, Dafne ni siquiera le dirigía una mirada de reojo.
Bruno sostenía su taza de café con tanta fuerza que Ginés temía que la rompiera en cualquier
momento.
Ginés suspiró para sus adentros.
Amigo, ¿por qué te torturas así?
-¿Has pedido ya? -Ginés intentó distraer a Bruno.
Pero Bruno no respondió, seguía mirando fijamente a Dafne.
Ginés sacudió la cabeza resignado y comenzó a hacer su pedido con su teléfono.
Los platos de Dafne llegaron.
Bruno miró el marisco en la mesa de ella y frunció el ceño.
-¿No eras alérgica al marisco? ¿Por qué lo has pedido?
Dafne lo ignoró y disfrutó de los camarones que Agustín había pelado para ella.
Ginés tosió incómodo y dijo con cautela:
-Bruno, ¿y si Dafne no es alérgica al marisco? Tal vez no lo pedía antes porque tú eres alérgico.
Bruno se volvió hacia él con los ojos abiertos:
-¿De qué hablas?
Ginés repitió:
Capítulo 117
-Dafne no es alérgica. No lo pedía porque tú lo eres.
-¿Cómo lo sabes?
-Una vez la vi comer marisco con sus compañeros de trabajo…
Bruno apretó los labios, incrédulo.
-¿Es cierto?
Ginés se encogió de hombros.
-¿Por qué te mentiría?
Bruno se sintió amargado.
¡Nunca lo había sabido!
Volvió a mirar a Dafne, quien, mientras comía un pedazo de marisco, sonreía feliz.
-Ayer recibí otro fallo a favor. Ese caso era tan complicado que solo las pruebas ocupaban más de quinientas páginas -le contaba a Agustín.
Agustín escuchaba pacientemente, mientras pelaba camarones para ella con una expresión suave en su rostro -¿Qué tipo de caso es?– preguntó.