Capítulo 118
-Es un caso de difamación, somos los demandantes -Dafne tomó un sorbo de su bebida-. Agus, no tienes idea de lo difícil que fue reunir las pruebas para este caso. El cliente
inicialmente nos dio evidencias muy incompletas. Tuve que trabajar con él más de un mes para reunir todo lo necesario.
-¿Más de un mes? ¿No fue durante el tiempo antes de nuestro compromiso? -Agustín colocó un camarón pelado en el plato de Dafne-. Vaya, qué arduo trabajo.
-Sí, justo antes de nuestro compromiso -Dafne mojó el camarón en la salsa-. Fue un trabajo duro, pero después de recibir el fallo a nuestro favor, todo valió la pena.
Dafne sonrió mientras sacaba su teléfono-. Por cierto, mi cliente me regaló una placa de reconocimiento. Míralo.
Dafne, emocionada, abrió su álbum de fotos para mostrar la imagen de la placa. Sus ojos brillaban como los de un niño en el jardín de infancia que había recibido una estrella dorada, esperando la aprobación de sus padres.
Agustín la miraba con ternura, su voz suave y llena de cariño-. Dafne, eres realmente increíble. -Jeje -Dafne parpadeó con picardía-. Bueno, no es para tanto.
Bruno observaba la escena con un nudo en la garganta, sintiéndose tenso.
Antes pensaba que su relación era solo un matrimonio de conveniencia, sin amor verdadero, y que si él cambiaba su comportamiento, aún tendría una oportunidad de recuperar a Dafne.
Sin embargo, se dio cuenta de que estaba equivocado.
Ellos parecían una pareja perdidamente enamorada.
En el pasado, en Aguamar, Dafne a veces compartía con él sus cosas del trabajo.
En ese entonces, él pensaba que era ridículo.
Le decía que trabajaba tanto cada mes por un salario que no era suficiente ni para una cena y
unas copas con amigos.
Lo que no sabía era que ella no necesitaba trabajar por dinero; lo hacía para experimentar la vida y realizarse a sí misma.
Cuando Dafne hablaba con Agustín sobre su trabajo, sus ojos brillaban, irradiando un encanto irresistible, como una joya reluciente, transformándola por completo.
Desafortunadamente, esa joya ya no le pertenecía.
Ver a Dafne y Agustín tan cercanos, compartiendo risas y confidencias, hacía que Bruno se llenara de celos.
Esos momentos cotidianos, originalmente, deberían haber sido compartidos con él.
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Capítulo 118
Sus alegrías y tristezas deberían ser solo para él.
De repente, se arrepintió de seguirlos.
Su intención era entrometerse, desestabilizar a Agustín y arruinar su relación.
Pero al final, el único afectado fue él.
Miraba cómo la mujer que amaba mostraba su amor por otro, y su corazón se llenaba de amargura y dolor.
El camarero sirvió los platos.
Ginés movió sus cubiertos, listo para comer.
El hombre sentado frente a él de repente se levantó de golpe.
La silla raspó el suelo de cerámica, produciendo un sonido desagradable.
Los demás comensales en el restaurante se giraron a mirar.
Bruno se levantó y salió sin mirar atrás.
Incluso desde su espalda se podía notar su furia.
Esta comida, al final, fue demasiado para Bruno.
Ginés suspiró, tomó un bocado de comida y murmuró para sí mismo-. Si él no come, yo lo
haré. No he comido en toda la tarde…
Bruno regresó a su auto y encendió un cigarrillo.
La ciudad brillaba con luces de neón afuera de la ventana, seductoramente parpadeantes.
Dentro del auto, el humo blanco se arremolinaba.
Bruno recordó vagamente las cenas con Dafne, cuando ella siempre se sentaba frente a él.
En ese entonces, no pensaba que eso tuviera importancia.
Pero hoy, vio cómo ella se sentaba del mismo lado que ese hombre.
La mesa no era grande.
Dos personas del mismo lado parecían estar apretadas.
Aun así, ella prefería sentarse junto a él.
Incluso vio cómo una de las piernas de Dafne descansaba sobre el muslo de Agustín.
Ese nivel de intimidad nunca lo había visto cuando estaban juntos.
Bruno se torturó recordando esa escena una y otra vez, hasta que la llama del cigarrillo le quemó los dedos, sacándolo de sus pensamientos.
Sacó su teléfono y envió un mensaje.
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“Acepto tu propuesta de colaboración.”