Capítulo 122
Eduardo tenía una expresión algo fría -¿Qué miras? No somos del mismo círculo, no es necesario.
Jaime se encogió de hombros -Eso es cierto.
Agustín no dijo más.
Mientras jugaba a las cartas, no dejaba de echar un vistazo a su teléfono, temiendo perderse algún mensaje de Dafne.
Después de varias partidas, no recibió nada de Dafne, pero sí un mensaje de su amigo Thiago.
“¿Escuché que tienes problemas en ese aspecto?”
Agustín frunció el ceño, sus labios se tensaron levemente.
Justo cuando terminaron de jugar, Jaime se levantó para estirar las piernas y pasó junto a Agustín. Con sus ojos agudos, vio el mensaje en el teléfono de Agustín y estalló en una risa escandalosa.
-¡Jajajaja, qué risa! ¿De verdad? ¿Tienes problemas en esa área?
Agustín mantuvo una expresión severa, y lanzó una mirada severa a Jaime.
Jaime detuvo su risa de golpe, tratando de contenerla, con una expresión divertida —¿Qué
pasa?
Agustín se levantó -Me voy.
Jaime, todavía divertido, lo siguió, no sin antes lanzar una mirada a Eduardo: Vamos, sigámoslo, esto va a estar bueno.
En el bar.
Dafne tomó el trago que el barman acababa de preparar y se lo bebió de un par de sorbos, tambaleándose mientras comenzaba a cantar.
Cuando Agustín llegó, Dafne estaba en el clímax de una canción, completamente desafinada.
Jaime apenas puso un pie en el bar, se tapó los oídos -Dios mío, ¿quién canta tan mal?
Agustín pensó que sonaba como Dafne, pero se mantuvo en silencio, con el rostro serio.
Cuando se acercaron, vieron que la persona que cantaba tan apasionadamente en el escenario del bar era Dafne.
Jaime le dio un codazo a Agustín -Anda, baja a Dafne de ahí, es puro ruido. Otros cobran por cantar, ¡pero ella debería pagar por esto!
Agustín no se movió -Que cante lo que quiera.
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Capitulo 122
Jaime se quedó sin palabras.
-Está bien, consiéntela todo lo que quieras -Jaime se quitó las manos de los oídos y se sentó en un taburete alto.
Agustín se sentó a su lado, sin apartar la mirada del escenario, con una sonrisa de ternura en los labios.
Eduardo, mirando a Dafne con interés, luego a Agustín, comentó en tono burlón -Vaya, tu Dafne tiene talento, ¿eh?
Jaime también se rio -La verdad, después de un rato, hasta me acostumbro a escucharla.
Dafne estaba muy borracha, confusa, apenas acertaba con algunas frases de la canción, y seguía desafinando.
Agustín aguantó hasta que terminó, y luego subió al escenario.
El hombre tomó su muñeca.
Al sentir el contacto cálido, Dafne se giró para mirarlo, con una mirada perdida – Guapo, eres tan atractivo, puedo decir que eres mi esposo predestinado.
Esa palabra “esposo” hizo que el corazón de Agustín se detuviera por un instante.
Sintió cómo su sangre se encendía de repente.
Su respiración se volvió irregular, y Agustín se quedó congelado, sin saber qué hacer.
Dafne, con su rostro ligeramente levantado, lo miraba con una sonrisa, sus mejillas sonrojadas y dos hoyuelos que hacían su expresión irresistiblemente dulce.
Se quedaron así, mirándose a los ojos durante unos segundos.
De repente, Dafne se inclinó sin previo aviso hacia adelante, recostándose sobre el pecho de Agustín.
Su cabeza suave como la de un gatito, frotándose suavemente contra Agustín, murmuró -Mmm, incluso hueles igual que mi esposo.
Agustín siempre usaba una colonia de madera fresca, como el cedro bajo el sol invernal, un aroma que Dafne no pudo evitar inhalar profundamente -Hueles tan bien, esposo…
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