Capítulo 124
El corazón de Agustín era de una suavidad desconcertante.
Su nuez de Adán se movió, su voz era ronca, y al final cedió.
-Está bien, solo un beso.
Al momento siguiente, una sensación cálida y suave rozó ligeramente la mejilla de Agustín.
La blanca y atractiva cara del hombre se manchó con una huella de lápiz labial rojo, dándole un toque de belleza desordenada.
Agustín se detuvo abruptamente, sus pupilas se contrajeron, y su corazón comenzó a latir con fuerza, como si fuera a salirse de su pecho.
La piel donde la chica lo había besado se sentía entumecida, una sensación eléctrica que se extendía por todo su cuerpo.
Estaba tan cerca que el olor a alcohol de la chica se mezclaba con su dulce fragancia, invadiendo sus sentidos.
Agustín sentía que le costaba respirar.
Respiraba con dificultad, sus emociones agitándose en sus ojos, y su voz ronca dijo -Dafi…
Dafne estaba tan embriagada que no tenía idea de lo encantadora que se veía. Un hombre joven y sano como Agustín apenas podía soportar su coqueteo.
Aprovechando su estado de embriaguez, Dafne lo provocaba sin piedad. Un beso no fue suficiente, y tirando del cuello de la camisa de Agustín, besó su barbilla.
-Agus… -la voz de Dafne se elevó con un tono juguetón.
Sus besos caían sobre él como gotas de lluvia.
Agustín contuvo el aliento, sintiendo como si un hormiguero recorriera su corazón, o como si una pluma lo acariciara ligeramente, provocándole cosquillas.
Jaime no pudo evitar mirar, cubriéndose los ojos con la mano pero espiando a través de los dedos.
Eduardo, a su lado, lo miró de reojo con una sonrisa burlona -Si quieres mirar, hazlo sin rodeos. Esta es la primera vez que veo a Agustín así, realmente es raro.
Jaime exclamó incrédulo -¿Este es el mismo Agustín que conocemos? Honestamente, durante todos estos años, las mujeres intentaron conquistarlo de todas las formas posibles, y él permanecía indiferente. Pensé que no le interesaban las mujeres, pero hoy lo veo claramente; Dafne lo tiene en la palma de su mano.
Agustín estaba aturdido por los besos de Dafne.
Con voz ronca, la persuadió suavemente -Dafi, sé buena, ya basta.
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Capítulo 124
Aunque decía eso, no dejó de caminar, alargando sus largas piernas para salir rápidamente del
bar.
Tenía que llevar a Dafne a casa antes de perder el control.
El vehículo avanzaba velozmente.
Durante todo el camino, Dafne murmuraba, llamando a Agustín por su nombre y pidiendo
besos y abrazos.
El corazón de Agustín estaba hecho un lío.
Su voz profunda y ronca resonó en el auto -Cariño, deja de llamar, o realmente voy a perder la
cabeza.
La luz dentro del auto era tenue, mientras las luces de neón pasaban rápidamente por la ventana, iluminando el interior en sombras fugaces.
Agustín conducía el auto, mientras Dafne estaba acurrucada en el asiento del copiloto, con la cabeza inclinada, unos mechones de cabello despeinado cubrían su pálido y bonito rostro, ocultando la embriaguez en sus ojos.
Cuando llegaron al edificio, Agustín estacionó el auto, salió y abrió la puerta del pasajero, desabrochó el cinturón de seguridad y levantó a Dafne en sus brazos.
Quizás exhausta de tanto alboroto, Dafne ahora descansaba tranquila en su abrazo, respirando suavemente como si estuviera dormida.
Agustín, con su figura esbelta de casi un metro noventa, sostenía a Dafne, quien era delgada y menuda en sus brazos, como un pajarito confiado.
Al percatarse de que la chica dormía, Agustín caminó con pasos lentos y cuidadosos, temiendo despertarla con un movimiento brusco.
Al llegar a la puerta del apartamento, Agustín utilizó la huella digital de Dafne para desbloquear y abrir la puerta, encendiendo la luz de la sala.
La sala era espaciosa y luminosa, con ventanas limpias y relucientes.
Agustín llevó a la chica a la habitación, colocándola suavemente en la cama.
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