Capítulo 126
ya estaba profundamente dormida y no causaría más alboroto,
Agustín se dirigió sigilosamente a la sala.
El apartamento tenía dos habitaciones y una sala de estar, pero en la otra habitación no había
cama.
Esa noche tendría que conformarse con dormir en el sofá de la sala.
La noche era tranquila, y él logró dormir bien.
Por la mañana, apenas amanecía.
Dafne solía acostarse temprano y levantarse temprano, tenía una rutina regular y despertaba naturalmente a la misma hora.
Después de una resaca, su cabeza le dolía intensamente.
Dafne se quedó un rato en la cama, esperando que su mente se despejara poco a poco.
Solo recordaba que la noche anterior había tenido una reunión con colegas y luego había ido a un bar a tomar unas copas.
No tenía mucha resistencia al alcohol, y no necesitó mucho para perder la consciencia.
Dafne recordaba vagamente que luego apareció un hombre, y que ella se aferró a él, diciendo cosas sin sentido.
ΑΙ
pensar en eso, un escalofrio recorrió su cuerpo, despertándose de golpe, una sensación de nerviosismo y pánico le invadió, ¡qué desastre!, ¿cómo pudo haberse comportado así con un hombre? ¿Cómo se lo explicaría a Agustín si se enteraba?
¿Se pondria celoso?
No es que temiera que Agustín se enojara, solo no quería que él malinterpretara la situación y
se sintiera mal.
Ella se preocupaba por lo que Agustín pudiera sentir, no quería que él sufriera.
Dafne se destapó y se levantó de la cama, de repente notó lo que llevaba puesto.
¿Pijama?
¿Cuándo se lo había puesto?
¿Cómo había regresado a casa anoche?
Dafne abrió la puerta de la habitación, dispuesta a ir al baño a lavarse, y al levantar la vista, de repente vio a alguien acostado en el sofá.
El hombre estaba cubierto con una manta, con los pies colgando del borde del sofá, los ojos
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Capitulo 126
cerrados y el mentón ligeramente levantado, mostrando una línea de mandíbula clara y definida.
¡Agustín!
¿Qué hacía él aquí?
¡Dios mío!
¿Acaso él fue quien la llevó de vuelta del bar anoche?
Entonces, ¿había visto ella cómo se aferraba a ese otro hombre…?
Intentó recordar, pero no podía evocar la imagen de ese hombre.
Dafne se sentía desesperada, no se atrevía a pensar cuánto había visto Agustín la noche anterior, se sentía incapaz de enfrentarlo.
El hombre en el sofá dormía plácidamente, su rostro sereno y atractivo.
Dafne se quedó embelesada viéndolo.
En la quietud de la mañana, no había ningún otro ruido en la casa, Dafne incluso podía oír los latidos de su propio corazón.
Al ver su cuerpo grande encogido en el sofá, Dafne no pudo evitar sentir compasión.
Se acercó, se plantó frente a Agustin, y con un dedo, le dio un pequeño toque en la cara.
Él no se dio cuenta de nada, seguía durmiendo profundamente.
Dafne, armándose de valor, le pellizcó un poco la mejilla, esta vez Agustín reaccionó.
Abrió los ojos, todavia medio dormido, y miró a Dafne con un aire de confusión -Dafi, ya despertaste.
Dafne permaneció en silencio, mordiéndose el labio inferior -Agus, ve a dormir a la habitación. Agustin se incorporó, pasándose una mano por el cabello -¿Qué hora es?
En la pared de la sala había un reloj.
Dafne alzó la mirada -Las siete y media.
Agustin la atrajo hacia sí, rodeándola con los brazos y apoyando su mentón en el hombro de ella.
-Hoy es sábado, ¿no quieres dormir un poco más? Te levantaste muy temprano -su voz, aún un poco ronca por el sueño, tenía un tono seductor.
El aliento cálido en la oreja de Dafne la hizo estremecerse involuntariamente, todo un lado de su cuerpo se sintió adormecido.
-No, ya no puedo dormir, bebi demasiado anoche y me duele la cabeza.
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-Si no aguantas el alcohol, no deberías beber tanto -Agustín rio suavemente. ¿Sabes lo difícil que es lidiar contigo cuando te pones a hacer locuras bajo los efectos del alcohol?
Casí lo había hecho perder la compostura en público.
Dafne recordó de repente la escena de la noche anterior, aferrándose a aquel hombre, y su rostro se sonrojó con vergüenza -Yo… lo siento, Agus…
La voz de Agustín tenía una textura áspera que encantaba, era una melodía embriagadora -¿Ah sí? ¿Con una disculpa basta?
Él sonrió con picardía -Ni siquiera lo has intentado, pero ya dices que no soy bueno en eso, ¿por qué no probamos si realmente tengo un problema?