Capítulo 127
Dafne sintió cómo su rostro se sonrojaba de repente, y apartando la mirada, intentó justificarse -¿De qué estás hablando? Yo no diría eso…
Agustín esbozó una sonrisa -¿En serio?
–
-Pues claro, ¿cómo podría yo decir algo así frente a tanta gente… la voz de Dafne se fue apagando.
Maldita sea.
Parecía recordar algo.
Anoche, tal vez… probablemente… ¿lo había dicho realmente?
-¡Lo dije sin pensar!
La suave luz del amanecer atravesaba el cristal, iluminando el rostro sonrojado de la chica.
Dafne mordió su labio, visiblemente incómoda -Sabes que estaba borracha, diciendo tonterías. No vas a discutir con una persona borracha, ¿verdad?
Aunque sus palabras no parecían muy convincentes, la chica murmuró -Cuando estoy borracha no puedo controlar ni reconocer mis actos completamente, en nuestra legislación se llama ‘persona con capacidad de obrar limitada‘…
Agustín rio en voz baja, sus hombros temblaban ligeramente.
-¿Me estás dando una lección de derecho?
En realidad, las personas borrachas no se consideran ‘con capacidad de obrar limitada‘ en absoluto, Dafne solo estaba tratando de excusarse.
Consciente de que no tenía razón, Dafne resopló e intentó huir de los brazos de Agustín.
Las manos de Agustín seguían rodeando su cintura -¿Huir? ¿Ya olvidaste cómo me sedujiste anoche? ¿Coqueteas y luego te escapas?
Dafne reconoció el suave aroma del gel de baño que usaba Agustín, era el mismo que ella solía
usar,
Agustín la besó, y sus dedos largos y definidos se entrelazaron con el cabello de Dafne. El beso era urgente y apasionado, como una tormenta de verano, imposible de evitar.
-Dafi, ¿te parece?
La luz del amanecer se volvía más brillante, y el aire era caluroso y vibrante.
Dafne sabía lo que estaba por suceder, temblaba ligeramente de nerviosismo, pero también lo esperaba con ansias.
Amaba a Agustin, anhelaba avanzar en su relación, deseaba acercarse más a él.
Capítulo 127
Fuera, los pájaros en los árboles cantaban dulcemente, todo era perfecto.
Era una mañana romántica.
Justo cuando estaban a punto de dar el siguiente paso, el sonido del teléfono rompió la tranquilidad.
En ese espacio silencioso, era especialmente molesto.
Agustín frunció el ceño, queriendo ignorar el timbre y continuar, pero Dafne, sobresaltada, se apartó de él con las mejillas rojas.
La chica tartamudeó -Esa… esa… suena tu teléfono.
Agustín, con una voz profunda y algo ronca por el deseo, comentó -¿Por qué huyes tan rápido? No voy a devorarte.
–Tú… tú atiende el teléfono…
Agustín tomó el celular, y la pasión en sus ojos se disipó, volviendo a su usual claridad frialdad.
La llamada era de Fátima Uribe.
y
¿Por qué llamaba tan temprano? Agustín pensó que su hermana podía ser bastante molesta a veces, y su tono al contestar lo reflejó -¿Qué pasa?
Fátima respondió emocionada -¡Hermano! El observatorio dice que mañana por la noche habrá una lluvia de meteoros. ¿Vamos a verla? El mejor lugar es la cima del Monte Cielo Azul. ¡Subamos mañana!
Con el teléfono en la mano, Agustín miró a Dafne, quien estaba de pie a un lado, y una suave ternura apareció en sus ojos.
¿Lluvia de meteoros?
Una chica como Dafi probablemente disfrutaría de algo así. Ella había trabajado duro estos días, y mañana, siendo fin de semana, sería ideal llevarla a relajarse.
Agustín respondió con una voz calmada -Está bien.
Con este pequeño incidente, el ambiente de intimidad se desvaneció por completo.