Capítulo 134
Dafne sonrió- He subido montañas más altas y escarpadas, así que el Monte Cielo Azul no es nada para mí.
Agustín la miraba con cariño y orgullo, sonriendo con ternura- Mi Dafi es realmente increíble.
-Por supuesto.
Todo esto lo sabía Agustín, pero Bruno no.
Cuando Dafne y Bruno estaban juntos, ella propuso muchas veces ir a escalar montañas al aire libre, pero Bruno siempre decía que no tenía tiempo o que escalar era demasiado agotador.
No comprendía los intereses y pasatiempos de Dafne, ni estaba dispuesto a dedicar tiempo para acompañarla.
Después de caminar un rato, Bruno se detuvo de repente, se hizo a un lado en el sendero, dejando pasar a los que venían detrás.
Cuando Agustín y Dafne se acercaron, Bruno extendió la mano hacia Dafne- Dafi, ¿estás cansada?
Dafne respondió con una sonrisa forzada- No, no estoy cansada.
Agustín sacudió la mano que tenía entrelazada con la de Dafne- No te preocupes.
Bruno bajó la mirada, deteniéndose en las manos entrelazadas de ambos.
Dafne dijo con cierto fastidio- Hazte a un lado, estás bloqueando el camino.
Bruno se quedó en medio del camino sin intención de moverse.
Agustín lo miró con una sonrisa burlona- ¿Qué pasa? ¿Quieres ver de cerca cómo presumimos nuestro amor? Está bien, entonces nosotros iremos adelante y tú nos observas desde atrás.
Dicho esto, Agustín empujó a Bruno sin miramientos, sonriendo con desafío–Recuerda tomarnos algunas fotos.
Bruno se quedó sin palabras.
Fátima no era muy aficionada al ejercicio, y después de caminar solo media hora ya se quejaba de cansancio. Se quitó la mochila, que ya de por sí no era muy pesada, y cuando Agustín se acercó, intentó dársela a él.
Fátima se quejó- Hermano, estoy muy cansada, no puedo cargarla, ¿me ayudas?
Agustín señaló las correas de su propia mochila- No puedo, ya estoy llevando una.
Fátima insistió- De verdad estoy muy cansada, por favor ayúdame.
-Está bien.
Al escuchar la respuesta de Agustín, Fátima sonrió de alegría. Pero en el siguiente instante,
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Agustín sacó su teléfono para hacer una llamada- Voy a llamar a alguien para que te lleve de regreso, si estás cansada, mejor descansa.
La sonrisa de Fátima se congeló, completamente sorprendida- ¿Hermano, me vas a enviar de regreso?
Agustín no levantó la mirada mientras seguía con la llamada- Sí, dijiste que estabas cansada, ¿verdad?
Fátima se alarmó y rápidamente lo detuvo- No, no, después de descansar un poco ya no estoy tan cansada.
Rápidamente se colocó nuevamente la mochila- De verdad, ya no estoy cansada, no llames.
-Entonces sigamos caminando -dijo Agustín guardando el teléfono con expresión impasible.
Dafne, al lado, mostró una ‘chispa de burla en sus ojos.
Con una sonrisa, se aferró al brazo de Agustín con cariño- Agus, sigamos.
Agustín disfrutaba del momento, sintiéndose halagado por las palabras de Dafne, sin poder ocultar su sonrisa.
Después de caminar un poco más, llegaron a un pequeño río.
Agustín ayudó a Dafne a cruzar sobre las piedras- Dafi, ten cuidado.
El último tramo entre las piedras y la orilla era más amplio, dificultando el paso para las chicas, quienes necesitaban apoyo para cruzarlo.
Dafne se apoyó en la mano de Agustín y logró cruzar, pero de repente escucharon un grito.
Al voltear, vieron a Fátima, pálida, parada en una piedra en medio del río.
-Hermano, no puedo cruzar, ¿puedes venir a ayudarme?
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