Capítulo 139
La atmósfera se volvió inesperadamente tensa.
Los ojos de Agustín se entrecerraron con una leve ira reflejada en su rostro fuerte y atractivo. -Fátima, no quiero llevarte a cuestas, no tiene nada que ver con Dafi. La próxima vez que te oiga decir algo malo de ella, no seré tan amable contigo.
Fátima comenzó a llorar entre sollozos. -Hermano, yo… ¡buaaaa!
Iris susurró al oído de Dafne: -¿Tú crees que realmente se torció el pie?
-¿Por qué lo dices?
Iris sonrió con picardía. -Mira esto.
-¡Ah! ¡Una serpiente! ¡Hay una serpiente! -Iris gritó señalando detrás de Fátima con horror.
Fátima saltó de inmediato, corriendo ágilmente hacia Agustín. -¡Ah! ¡Hay una serpiente! ¡Hermano, tengo miedo!
El silencio reinó.
La escena se congeló por unos segundos.
Todos los presentes quedaron atónitos ante lo que acababan de presenciar.
Una brisa pasó, haciendo que las ramas se balancearan suavemente.
¡Ja! Iris fue la primera en romper el silencio con una carcajada.
-¿No decías que te habías torcido el pie y no podías caminar? Te veo saltar como si nada. ¿Qué, era todo un teatro?
Fátima, al darse cuenta de que había sido engañada, mostró un destello de furia en su rostro, pero rápidamente recuperó la compostura.
Con un tono serio y molesto, replicó: -Srta. Caldera, ¿acaso no sabe que cuando una persona se asusta puede liberar su potencial físico?
Iris se echó a reír. -Jajajaja, Srta. Uribe, ¿nos tomas por tontos?
Fátima, furiosa, alzó la voz. -¿Por qué mentiste? ¡No había ninguna serpiente!
Iris respondió con una sonrisa: -Sí la había, pero se fue. ¿No será que fuiste tú quien quería llamar la atención de tu hermano fingiendo una herida?
Fátima, descubierta, mostró un momento de duda, tiró suavemente de la manga de Agustín con una expresión lastimera y dijo en voz baja: -Hermano, no es cierto.
Dafne entendió la situación. La lesión en el pie era falsa; el verdadero objetivo era atraer la atención de Agustín.
Era evidente que los sentimientos de Fátima por Agustín excedían el amor fraternal.
Capítulo 139
Dafne observó con frialdad, esperando la reacción de Agustín.
Con una mirada profunda y un tono gélido, Agustín declaró: -Si tu pie está bien, camina tú sola. No vuelvas a usar trucos tan tontos.
Dicho esto, Agustín se dio la vuelta y se marchó sin esperar respuesta de Fátima.
Fátima lanzó una mirada de odio hacia Iris.
Iris le hizo una mueca burlona antes de girarse y tomar del brazo a Dafne mientras se alejaban. Fátima las siguió con la mirada, sus ojos llenos de rencor.
En ese momento, Irma se acercó y observó las siluetas de Agustín y Dafne alejándose. Con un tono sarcástico comentó: -Aún no se ha casado y ya se cree la señora de la familia Junco. Y su amiga, solo es una hijastra de la familia Quiroga, nada importante. Fátima, no te preocupes, tengo una manera de lidiar con ella…
Irma se acercó a Fátima y le susurró algo al oído.
La mirada de Fátima se volvió cada vez más sombría. -Ese plan es perfecto, vamos a hacerlo. Si se atreven a meterse conmigo, les haré pagar.
…
El crepúsculo caía.
El grupo llegó al mirador de la montaña, donde comenzaron a montar las tiendas y preparar sus cámaras para tomar fotos.
Las estrellas fugaces cruzaban el cielo, ofreciendo un espectáculo impresionante.
Dafne cerró los ojos y pidió un deseo bajo la lluvia de meteoritos.
Agustín, por su parte, la observaba en silencio.
Para Agustín, las lluvias de meteoritos no eran más que pequeños cuerpos celestes que entraban a la atmósfera terrestre, chocaban con las moléculas del aire, generaban calor por fricción y se quemaban emitiendo luz, un fenómeno astronómico sin mayor interés.