Capítulo 143
Agustín acababa de llegar a casa cuando Paula lo envió al despacho para hablar con el padre de Agustín.
Después de la charla, al salir del ascensor, escuchó a Paula insistiendo en que Dafne preparara la mesa.
El hombre se acercó con calma, con un tono despreocupado- ¿Abuela, ya no tenemos dinero para pagar a los empleados? ¿Desde cuándo los invitados tienen que preparar la mesa?
Paula, al ver a Agustín bajar, decidió no seguir molestando a Dafne. Dejó la taza de té y sonrió con una expresión medida -Solo quería ver si Dafne era obediente.
Agustín no se dejó convencer, su tono se volvió más serio -Mi Dafi no necesita ser obediente, solo necesita ser feliz.
El rostro de Paula se ensombreció.
-¿Agustín, estás enojado conmigo?
Parece que Fati tenía razón, esa Dafne había embrujado a Agustín, al punto de que él le respondía a su abuela por ella.
Agustín frunció los labios, su expresión se endureció y el ambiente se llenó de una frialdad palpable.
-¿Yo atreverme?-contestó Agustín con frialdad-. Abuela, Dafi es alguien a quien esperé durante muchos años. No rompa nuestra relación, o si Dafi no quiere casarse conmigo, me iré
a un monasterio.
Dafne se sorprendió al escuchar esto, no esperaba que Agustín la defendiera así frente a la familia Junco, dejándose en una posición humilde al admitir que había esperado por ella durante mucho tiempo.
Su corazón se llenó de dulzura, como si estuviera sumida en un tarro de miel, disipando cualquier rastro de resentimiento que Paula hubiera causado.
Esta declaración enfureció a la anciana.
-¡Qué ridiculez! ¿Qué tonterías estás diciendo?
Al emocionarse, su viejo problema del corazón comenzó a molestarla.
Fátima, preocupada, intentó calmarla -No se enoje, abuela.
A pesar de su actitud servicial, sus ojos escondían envidia.
Agustín miró a Fátima con una mirada intensa -¿Hablaste mal de Dafi frente a la abuela?
Fátima se tensó, tragando saliva con nerviosismo -Yo… no lo hice…
Agustín la observó con ojos fríos como el viento de marzo, diciendo lentamente -Más te vale
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que no lo hayas hecho.
Fátima sudaba frío, aterrorizada.
-Bueno, bueno, es hora de comer -dijo Elsa con una sonrisa, tratando de aliviar la tensión.
El comedor en el primer piso ocupaba más de cien metros cuadrados, decorado con un estilo sobrio y elegante. La mesa y las sillas eran de madera de alta calidad, y las plantas decorativas eran orquídeas de cristal y peonías valiosas.
Paula había planeado que Dafne preparara la mesa, por lo que había instruido a los empleados que no lo hicieran.
Pero con la intervención de Agustín, tuvo que cambiar de plan y ordenar a los empleados que sirvieran la comida.
Miguel Junco estaba lejos, en la capital, así que no podía regresar. Paula ocupaba el lugar de honor en la mesa rectangular, con Carlos y Elsa sentados a ambos lados.
Agustín y Dafne se sentaron juntos, mientras que Fátima se sentó frente a Dafne.
Los empleados sirvieron la comida, colocando un tazón de sopa frente a cada persona, excepto Dafne.
Esto la molestó.
No podía creer que la familia Junco cometiera un error tan básico.
Era evidente que los empleados actuaban bajo las órdenes de Paula, con la intención de molestarla.
Aunque respetaba a sus mayores, Dafne no podía tolerar las continuas molestias de Paula.
Justo cuando se preparaba para preguntar directamente, Agustín habló antes que ella -Abuela, ¿cuándo nos volvimos tan pobres que no podemos ofrecer una sopa?
El rostro de la anciana se tensó, mirando a Dafne con una sonrisa falsa -Quizás los empleados estaban ocupados y lo olvidaron, lo arreglaré.
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