Capítulo 147
-Hermano, yo… yo no presté atención y sin querer golpeé la copa. Perdón, ahora mismo lo limpio.
Fátima se agachó para recoger los pedazos de vidrio del suelo.
El escote de su vestido dejaba ver el valle de su pecho ante Agustín.
Agustín apartó la mirada con el rostro serio, su tono ya estaba bastante impaciente-. Levántate, vuelve a casa ahora mismo.
Fátima intentó recoger los fragmentos con la mano, pero de repente soltó un grito.
Su dedo se cortó, y gotas de sangre comenzaron a caer.
Se puso de pie débilmente, mordiendo su labio con expresión lastimera-. Hermano, me corté con el vidrio, ¿puedes llevarme al hospital?
La mirada de Agustín bajó, observando rápidamente la herida de Fátima-. En casa hay curitas y alcohol, trátalo tú misma.
-¿No puedes llevarme al hospital? De verdad duele mucho.
Agustín sonrió con burla-. Para cuando llegues al hospital, la herida ya habrá sanado.
Fátima se quedó sin palabras.
A la mañana siguiente, Paula no pudo comunicarse con Agustín, así que llamó al asistente Gustavo.
-¿Agustín está ocupado?
Gustavo respondió con respeto-. Señora, el presidente acaba de salir de una reunión.
-Dile que conteste el teléfono.
Agustín le lanzó una mirada de reojo-. ¿Abuela?
Gustavo asintió, entregando el teléfono.
La voz de la anciana sonaba aún suave-. Agustín, tu hermana está enferma, es bastante grave, está hospitalizada. Te enviaré lá dirección y el número de habitación, cuando tengas tiempo ve a visitarla.
-Abuela -respondió Agustín con frialdad-, si está enferma, llama a un médico, ¿por qué me buscas a mí? Yo no soy un doctor.
Paula mantuvo la calma, mostrando una buena actitud-. Solo esta vez, al fin y al cabo, ella es tu hermana. ¿No es razonable ir a visitarla al hospital cuando está enferma?
-Agustín, lo que pasó en la reunión familiar fue mi error, te pido disculpas. Ayer Fati estaba
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muy mal, fui al hospital hoy y la vi muy decaída, realmente me preocupé. Fati extraña a su hermano, por favor, ve al hospital a verla, ¿lo harías por mí?
Con las palabras de la abuela, siempre tan fuerte, ahora pidiendo disculpas y siendo su abuela, Agustín cedió y prometió hacerle una visita.
En el hospital.
Agustín entró en el pabellón con una sopa nutritiva que Paula había mandado.
Dentro de la habitación, Fátima estaba recibiendo suero, su rostro pálido indicaba que
realmente estaba enferma.
Cuando vio a Agustín entrar, los ojos de Fátima brillaron con alegría-. Hermano, viniste.
-Si–dijo Agustín, dejando el recipiente en la mesa-. ¿Qué enfermedad? ¿Es grave?
-Es una gripe fuerte, muy grave. No tengo apetito, lo poco que comí lo vomité.
-Esta es la sopa nutritiva que mandó a preparar la abuela -señaló Agustín el recipiente.
Fátima miró el recipiente y luego a Agustín-. Hermano, tengo el suero en la mano izquierda y mi mano derecha fue cortada anoche, no puedo. ¿Podrías darme de beber la sopa?
Agustín la miró fríamente-. ¿Dónde está la enfermera?
-Salió por un momento.
Sabiendo que Agustín vendría, ella había pedido a la enfermera que se fuera un rato.
Agustín asintió-. Llamaré a otrà enfermera.
Para no molestar más a Agustín, Fátima no insistió.
Poco después, la enfermera regresó, le dio la sopa a Fátima y la botella de suero se vació, por lo que la enfermera retiró la aguja.
Agustín habló-. Me voy, descansa bien.
-Espera -dijo Fátima apresurada-. Hermano, quiero salir a tomar el sol, ¿puedes llevarme? Era una petición razonable, Agustín dudó un momento, luego aceptó.
-Vamos.
La puerta de la habitación se abrió, Fátima caminaba delante-. Hermano, sabía que aún te importo. A pesar de lo ocupado que estás, viniste a verme y me trajiste sopa. Estoy realmente feliz.
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