Capítulo 154
-Baja la cabeza -le dijo Dafne, frunciendo los labios-, no puedo alcanzarte para besarte.
Agustín obedeció y bajó la cabeza, acercando sus labios a los de Dafne, ofreciéndose para que ella lo besara.
Él, acostumbrado a estar por encima de los demás, nunca había bajado la cabeza ante nadie.
Solo Dafne podía lograr que él lo hiciera con gusto.
Dafne rodeó el cuello de Agustín y lo besó.
Con tanta gente alrededor, Dafne se resistió a darle un beso profundo, y apenas rozó sus labios antes de alejarse.
De repente, Agustín la detuvo poniendo una mano en la parte posterior de su cabeza y profundizó el beso.
Al darse cuenta, Dafne se apartó de su agarre, con el rostro rojo como un tomate.
Dafne carraspeó un par de veces para ocultar su incomodidad-. Cof, cof.
-Hay mucha gente aquí, esperemos a llegar a casa para besarnos con tranquilidad.
Agustín, de buen humor, sonrió con suavidad y le dijo-. Está bien.
Dafne se giró con el rostro aún sonrojado.
De repente, su expresión se congeló, y la sonrisa en sus labios desapareció.
Un viento helado sopló, y la nieve comenzó a caer del cielo.
Bruno estaba de pie en la entrada del hostal, mirando desde lejos hacia ella, a través de la
nieve.
Agustín también vio a Bruno.
La sonrisa en sus ojos se desvaneció, reemplazada por una mirada fría y penetrante.
Agustín tomó la mano de Dafne y se dirigió hacia Bruno.
Bruno permaneció inmóvil en la entrada del hostal, observando cómo se acercaban tomados de la mano.
La nieve caía del cielo, aterrizando en su abrigo color caqui, derritiéndose y desapareciendo.
Todo parecía haberse congelado, como si el tiempo se hubiera detenido.
Todo se quedó atrapado en aquella tarde de invierno.
Algo en su mente se hizo cada vez más claro.
Dafne sonreía mientras se aferraba a su brazo, rogándole que la llevara al pueblo antiguo, soñando con sus montañas nevadas y sus hostales encantadores.
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Capitulo 154
¿Qué le había dicho entonces?
No lo recordaba con claridad.
Solo recordaba haber encontrado una excusa para rechazarla, y su sonrisa desapareció de su rostro, con una decepción evidente.
Él lo sabía todo, pero no quería consolarla, ni quería ceder. Pensaba que no era necesario, que solo era un juego pasajero, que no había futuro con ella.
Ahora él estaba allí, pero ella no estaba a su lado.
Bruno apretó los labios, su corazón se retorcía de dolor, el pecho le pesaba, y casi lo asfixiaba.
Los dos se detuvieron frente a él.
Agustín esbozó una sonrisa burlona-. Vaya, parece que nos encontramos en todas partes.
Bruno mantuvo sus labios apretados y su mandíbula tensa, sin responderle a Agustín, solo miró a Dafne con una mirada suplicante-. Dafne, he venido a cumplir nuestra cita.
Dafne mostró una expresión fría-. No tengo ninguna cita contigo, ¿de qué estás hablando?
Un destello de dolor cruzó los ojos de Bruno-. Hace dos años, me dijiste que querías venir aquí, en ese entonces no tenía tiempo, pero ahora vine.
-Ya es demasiado tarde para eso le respondió Dafne con un tono de voz calmado, pero contundente-. Ya no me vale nada tus falsas promesas del pasado.
-Dafne… -los ojos de Bruno reflejaban arrepentimiento y dolor-. ¿Podrías darme otra oportunidad? Puedo compensarte todo lo que te hice.
-Jaja -se rio Agustín, con sus ojos llenos de desprecio-. ¿Tú crees que te mereces su perdón?
Dafne mantuvo su mirada fría-. Bruno, tu insistencia solo me hace odiarte más.
Bruno, reducido a la humildad, le preguntó con voz temblorosa-. ¿Qué debo hacer para que me
ames otra vez?
Dafne lo miró a los ojos y le respondió, palabra por palabra-. Nunca más lo haré.
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