Capítulo 161
En el tercer día de su viaje, Agustín recibió una llamada de su subordinado Samuel, quien le informó que habían encontrado a Tania.
Casualmente, Dafne también estaba cansada de tanto paseo y quería regresar a casa para descansar un par de días, así que ambos empacaron sus cosas y volvieron a Silvania.
Tania había fingido estar embarazada y, después de salir del centro de detención, fue secuestrada por personas enviadas por Fátima, quienes la llevaron de contrabando a Veridia.
Fátima le había prometido ayudarla a salir del país y prepararle un lugar donde vivir y trabajar, pero no cumplió con su palabra.
En cambio, Tania fue vendida por la gente de Fátima a unos traficantes de personas en Veridia, donde sufrió torturas y vivió en condiciones inhumanas.
Los hombres de Agustín la encontraron, y el jefe de la padilla, siendo también de Solarenia, sabía que la familia Junco tenía poder e influencia, por lo que no se atrevió a oponerse y la entregó sin resistencia.
En un sótano oscuro.
Tania estaba atada a una silla de madera.
Su cabello estaba despeinado, su cuerpo lleno de heridas, y su aspecto era completamente desaliñado.
Estas heridas no fueron infligidas por la familia Junco, sino por los traficantes que la tenían encerrada.
Agustín entró desde la entrada del sótano.
Vestía completamente de negro, con un aire frío y severo, y en su rostro, inquebrantablemente apuesto, se dibujaba una expresión sombría.
Se sentó en un sofá a tres o cuatro metros de Tania, con una mirada feroz- Dime, ¿quién fue el que te ordenó hacerlo?
Al ver a Agustín, Tania se derrumbó emocionalmente.
-¡Agustín, no, no me mires! -Tania lloraba con una voz ronca, con un desespero brillando en sus ojos. Estoy en un estado tan terrible ahora.
Agustín frunció el ceño con desagrado.
Para él, Tania era solo una criminal repugnante, y no le importaba en lo más mínimo cómo lucía.
Al no oír ninguna respuesta, Agustín perdió la paciencia y su tono de voz se volvió
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Capítulo 161
amenazante- ¿No me oíste?
Tania negó con la cabeza, llorando- No puedo decirte, yo… yo también estoy acorralada. Por favor, por los años que te he querido, ¿no puedes dejarme ir?
Los ojos de Agustín se mantuvieron fríos, sin un ápice de calidez- Si hablas, te dejaré ir.
Tania le suplicó entre lágrimas- Te lo ruego, Agustín, realmente no puedo decirtelo. Por favor, déjame ir, no fue mi intención arruinar tu ceremonia de compromiso…
Al decir esto, su tono de voz cambió a uno de preocupación genuina- ¿Te has recuperado de tus heridas? Perdóname, no quise herirte… yo…
Tampoco quiso dañar a Dafne.
Todo fue por culpa de Fátima que la obligó.
Pero no podía decirlo.
Su padre aún estaba en manos de Fátima.
Había sido torturada por más de un mes, odiaba a Fátima más que nadie, y deseaba su muerte más que nadie.
Pero no podía.
Su padre era la única familia que le quedaba.
Al ver que Agustín no mostraba ni un ápice de compasión, el corazón de Tania se llenó de desesperación- Agustín, mátame, no puedo decirte…
-¿Para qué matarte? -el rostro de Agustín se endureció-. Srta. Caldera, ya que no quieres contarme nada, tengo que tomar medidas drásticas contigo.
Agustín se levantó fríamente.
-¿Qué vas a hacerme, Agustín? -la cara pálida de Tania aún mostraba sus lágrimas, y su mirada era desolada.
Los ojos de Agustín eran gélidos, como si una capa de hielo cubriera su rostro.
No le respondió a su pregunta, simplemente se dio la vuelta para irse.
-¡Agustín, no te vayas! -le gritó Tania con desesperación-. ¿Puedes quedarte un poco más?
La voz de Tania era trágica, impregnada de una súplica humilde- En el último mes con esos traficantes, sufrí torturas inhumanas, yo… yo…
Tania comenzó a llorar–¡Fui mancillada por esos animales! No son personas, son peores que las bestias. Todos los días me golpeaban sin piedad, y me daban comida echada a perder. Esa comida era peor que la de los cerdos, Agustín, casi no sobreviví. ¿Sabes? Durante todo este tiempo, tú fuiste mi única esperanza para no rendirme. Solo pensar en ti me daba el valor para sobrevivir…
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