Capítulo 162
Agustín se encontraba de espaldas a ella, firme y con un rostro serio y frío.
Él escuchaba a Tania relatar entre lágrimas su desgraciada situación, sin mostrar una pizca de emoción en su rostro.
Ella seguía sollozando-. Todos los días me convencía que debía resistir, que tenía que sobrevivir para poder salir de allí. Solo estando viva podría verte. Si moría, ya no podría encontrarte nunca más…
-Agustín, te lo suplico, quédate conmigo, estoy perdiendo la cabeza. Cada vez que cierro los ojos veo a esos monstruos atacándome. El dolor en mi corazón es mil veces más intenso que el de mi cuerpo…
Tania lloraba entrecortadamente-. ¿Podrías hablar conmigo un poco más? Aunque solo sea para recriminarme… por favor, no te vayas, no me dejes… realmente… realmente quiero verte…
eres la única luz en mi vida.
Ser la esperanza de alguien, ser la única luz en la vida de una persona, conmovería a cualquiera.
Pero Agustín permanecía indiferente.
No había ni el más mínimo cambio en su interior, ni siquiera se dignaba a mirarla una vez más. Sin detenerse, se dio la vuelta y se fue.
Tania observó a Agustín marcharse, y la última chispa en sus ojos se apagó.
Al salir del sótano, Agustín se giró hacia el guardia a su lado y le dijo: Encuentra la manera de hacerla hablar, necesitamos información útil.
-Sí, señor.
¿Compasión?
¿Piedad?
Él normalmente era compasivo y piadoso.
Pero nunca sería así con alguien que intentó hacerle daño a Dafi.
Porque, hace poco más de un mes, Tania casi mata a su Dafi.
Ella debía pagar el precio por intentar lastimar a su amada.
Al salir de la base, Agustín miró su reloj. Ya eran las diez.
Su Dafi seguramente ya tendría hambre.
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19.0
Dafne había dormido profundamente después de haber sido agotada por Agustín la noche anterior, y cuando despertó, ya era mediodía.
Las cortinas de su cuarto estaban a medio cerrar, y la luz del sol se filtraba a través del cristal, bañando la cama con un suave resplandor dorado.
El polvo flotaba delicadamente en el aire, dejando un rastro en la luz.
Dafne abrió los ojos y, al recuperar sus sentidos, percibió un delicioso aroma a comida.
Con su pijama de ositos y el cabello despeinado, se bajó de la cama y, medio dormida, siguió el
aroma.
En el comedor, tres platos ya estaban servidos.
Desde la cocina, el extractor de humo emitía un zumbido constante.
Dafne miró hacia la cocina con curiosidad.
Agustín, con un delantal puesto, salió con un tazón de sopa-. Por fin te despertaste.
Colocó la sopa en la mesa.
Era la sopa de calabaza y costillas que a Dafne le encantaba.
-¿Tienes hambre? Ve a lavarte las manos para comer le dijo Agustín, con el delantal aún puesto, en una imagen de “marido dedicado“.
Dafne, somnolienta y confusa, lo miró-. ¿Por qué no te has ido todavía?
Y además preparaste toda esta comida.
Agustín se quitó el delantal-. Pensé que cuando despertaras tendrías hambre, así que compré comida para cocinarte.
Dafne se frotó los ojos, con una voz suave y encantadora, recién despierta-. Eres muy considerado.
-Solo soy así contigo -le respondió Agustín, con una ternura en su mirada que no podía ocultarse.
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