Capítulo 179
Era Tristán.
El hijo ilegítimo de Carlos Junco.
Agustín tenía los ojos tan oscuros como el carbón- En Aquilinia, su red de influencias sí que se extiende lejos.
Samuel, de pie al lado, estaba inquieto, sin atreverse siquiera a pestañear.
Agustín le habló con voz fría- Ya que ha comenzado a moverse, no tengo por qué ser amable con él. ¿Escuché que recientemente consiguió un gran proyecto en Aquilinia?
Samuel le respondió- Sí, pero lo cerró hace poco. En los últimos años, Tristán no solo ha estado expandiendo su influencia en Aquilinia, sino que también tiene seguidores en varios países pequeños alrededor, incluso ha establecido bases allí…
Agustín curvó los labios- Enviémosle un regalo de bienvenida, no podemos dejar que continúe
con ese proyecto.
Samuel asintió con la cabeza- Entendido.
Agustín le preguntó de nuevo- ¿Fueron los hombres de Tristán quienes mataron a Tania esta
vez?
—Sí. —Samuel le respondió con gravedad- Parece que Tania ya no tenía valor para él, así que
decidió sacarla de la ecuación.
Agustín entrecerró los ojos, y una frialdad penetrante lo envolvió al instante- Eso es típico de
su estilo.
Desafiar la ley, matar sin piedad, sin ningún ápice de humanidad.
Con una expresión decidida, Agustín le dijo Ya que está tan desocupado, le daremos algo que hacer. En Aquilinia, contacta a Viriato para que nos ayude a enfrentar a Tristán, debemos conseguir ese proyecto, no podemos dejar que Tristán se salga con la suya.
-¡Sí!
En Aquilinia, en la villa privada de Tristán.
Su teléfono sobre la mesilla de noche sonó durante mucho tiempo.
La llamada se cortó automáticamente, pero inmediatamente volvió a sonar, de forma insistente.
-Tristán… tu teléfono ha estado sonando por mucho tiempo… ¿no lo vas a atender?-le preguntó una mujer con respiración entrecortada.
Tristán no le respondió, sus ojos encantadores estaban llenos de una sonrisa, mientras gotas
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de sudor perlaban su frente. De por sí era atractivo, y con el toque de deseo, su encanto aumentaba.
La mujer se quedó sin aliento, perdida en sus ojos, dejándose llevar completamente.
Fátima lo había llamado muchas veces, sin que le respondiera.
Su corazón se enfriaba cada vez más.
Mientras el tiempo pasaba, su ansiedad y nerviosismo crecían.
-Señorita, ¿aún no contesta el Sr. Farías? -le preguntó su guardaespaldas personal.
Con el rostro pálido, Fátima le respondió con voz temblorosa- Tal vez me esté abandonando, ahora no soy más que una pieza descartada…
Dos días antes de la ceremonia de compromiso, Ernesto, el subordinado de Tristán en Solarenia, la había encontrado, pidiéndole que ayudara a Tania a armar un escándalo en el
evento.
Ella había planeado aprovecharse de Tania para deshacerse de Dafne, pero por un giro del destino, Agustín terminó resultando herido.
Por suerte, la influencia de Tristán era poderosa, y Ernesto, su hombre en Solarenia, era inteligente. Agustín no los había descubierto.
Ella pensó que todo había pasado, pero quién habría imaginado que Agustín encontraría a Tania.
Era seguro que Tristán había ordenado eliminar a Tania.
¿Sería ella la siguiente?
¿La eliminaría Tristán antes de que Agustín la descubriera?
En Aquilinia.
Tristán acababa de liberar tensiones con la mujer, y ahora estaba satisfecho, recostado en la cama, fumando un cigarrillo.
Ella, desnuda, se apoyaba en su pecho, con sus recorriendo sus músculos bronceados.
-Tristán, ¿era alguna de tus amantes? Pensé que al tenerme a mí, ignorarías a las demás, pero veo que aún les devuelves las llamadas.
La mujer, alentada por haber complacido a Tristán, se atrevió a mostrarse celosa y posesiva.
Tristán inhaló el humo, exhalando con placer, dejando que el humo envolviera su rostro, sus cejas y ojos apenas visibles a través de la neblina.
Él curvó sus labios, levantó el mentón de la mujer con su mano, y con sus ojos encantadores la
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contempló profundamente, sonriendo con desenfado.
-¿Qué otra amante podría atenderme mejor? Ella solo es una pieza de ajedrez, y me es útil por ahora. La ayudaré un poco, pero cuando ya no sirva, no valdrá ni lo que vale tu Coco.
La mujer se llamaba Viola Jiménez, y era una de las amantes de Tristán.
Coco era su perro, un Samoyedo blanco como la nieve.
Viola escuchó a Tristán explicarse, sus labios rojos se curvaron y sintió una dulce sensación en
el corazón, como si estuviera empapado en miel.