Capítulo 186
El Rolls Royce de Agustín llegó a la entrada, y el guardia lo dejó pasar directamente.
Desde hace tiempo, les habían ordenado memorizar las matrículas de los autos que las familias Junco y Rosales solían usar, y entre ellos estaba el Rolls Royce de Agustín.
El auto avanzó sin problemas hacia la hacienda y finalmente se detuvo frente al castillo principal.
Los autos de los otros invitados estaban estacionados en el garaje subterráneo, pero solo los vehículos de las familias Rosales, Junco y Salazar tenían el privilegio de estacionarse en la explanada frente al castillo.
El conductor detuvo el auto con suavidad, y Agustín abrió la puerta, encontrando al mayordomo de la hacienda, que ya lo estaba esperando, inclinado respetuosamente a un lado.
Agustín extendió su mano hacia Dafne, quien la tomó para bajar del auto.
Las puertas del castillo estaban abiertas de par en par, y una alfombra roja se extendía desde el exterior hasta el interior, sin verse el final.
A ambos lados de la alfombra, decenas de sirvientes uniformados formaban dos filas, inclinándose y saludando al unísono: -¡Buenas noches, señorita! ¡Buenas noches, Sr. Junco!
Dafne, con su brazo entrelazado con el de Agustín, avanzó despacio sobre la alfombra roja hacia el interior del castillo.
El salón de banquetes en el primer piso del castillo estaba diseñado a semejanza del salón de banquetes del Palacio de Schönbrunn en Viena, ostentoso y decorado con lujo. En el centro, enormes candelabros de cristal colgaban, y en el techo, había unas figuras y grabados que representaban la época del Renacimiento europeo, dando la impresión de haber entrado en un palacio europeo medieval.
Este salón de banquetes no era en absoluto más pequeño que el del Palacio de Schönbrunn.
La música tocada por la orquesta fluía suavemente por el salón, mientras los invitados charlaban y reían, brindando con sus copas.
Al entrar Dafne y Agustín, captaron inmediatamente la atención de todos.
La multitud se abrió automáticamente para darles paso, y Dafne y Agustín avanzaron de la mano hacia el salón de banquetes, bajo las miradas atentas de los presentes, con la elegancia y nobleza de un príncipe y una princesa de la realeza.
Fátima, queriendo agradar a Paula, había optado por vestir ropa tradicional del país, que contrastaba fuertemente con el estilo de la celebración.
Aunque no había ninguna regla que exigiera que el atuendo combinara con el estilo del evento, Fátima no había pensado mucho en ello. Sin embargo, al ver a Dafne y Agustín, que parecían un príncipe y una princesa, Fátima se llenó de celos.
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s dos, al aparecer, se convirtieron en los protagonistas, eclipsando a todos los demás tados, por más que se hubieran esmerado en arreglarse, incluida Fátima.
ima, con el brazo entrelazado con el de Paula Junco, observó a Dafne y Agustín versando con los demás, y comentó con sarcasmo: -Abuela, mire cómo va vestida Dafne. ed ya dijo que su atuendo era inapropiado y que debería vestir de una manera más servadora, pero hoy se ha vestido aún más extravagante, ¡incluso se ha teñido el cabello de io, como si quisiera parecer extranjera! ¿No lo estará haciendo a propósito para ntrariarla?
ula, de mentalidad conservadora y aferrada a las tradiciones, había crecido en una época nde el colonialismo era una carga sobre el pueblo, y había desarrollado una gran xenofobia. inque los tiempos habían cambiado, con el intercambio cultural entre América Latina y el tranjero cada vez más frecuente y la globalización como una tendencia inevitable, las ideas nservadoras de Paula estaban profundamente arraigadas, y mantenía un fuerte prejuicio intra la cultura extranjera.
is palabras de Fátima encendieron la ira de Paula.
iró con desagrado a Dafne, que estaba hablando y riendo con otros invitados no muy lejos, y jo con desdén: -Sabe que no me gusta y aun así se viste así para provocarme. Mira cómo ha evado a Agustín por el mal camino, incluso con ese cabello que parece una payasa. ¡Una ujer así es una vergüenza como nuera para nuestra familia!
Sí, abuela, antes mi hermano nunca se vestía así, seguro que Dafne lo manipuló para que le iguiera la corriente.
a mirada de Paula se volvió sombría. -Y pensar que la última vez me disculpé con Agustín, iciendo que lo que hice en la reunión familiar fue incorrecto. No debería haber sido tan ndulgente con ella, incluso pienso que lo que hice no fue lo suficientemente drástico.