Capítulo 213
Hubo un largo silencio dentro del coche.
La calefacción hacía que el aire dentro del auto fuera un poco sofocante.
Agustín se ajustó la corbata y bajó un poco la ventanilla.
El aire frío entró, refrescando el ambiente al instante.
Dafne, dudando, comenzó a hablar: -Lo que mi papá quiso decir es…
Apenas había empezado, cuando Agustín pisó el acelerador de golpe. Dafne, sin esperarlo, se inclinó hacia adelante, sin terminar de hablar.
Ella apretó los labios y se puso el cinturón de seguridad en silencio.
Agustín, con un evidente malestar, conducía rápidamente.
Dafne, en el asiento del copiloto, estaba asustada.
El guardaespaldas que venía detrás se estremeció y exclamó: -¡Diablos! ¿Y el auto del jefe? ¿Cómo fue que desapareció en un parpadeo?
El compañero del asiento del copiloto, nervioso, le respondió: -¿En serio? ¿Cómo pudimos perderlo?
El guardaespaldas que conducía golpeó el volante con frustración: -¡Rayos! El jefe conducía como un rayo en ese Bugatti. ¿Cómo podría mi auto destartalado seguirle el ritmo? ¿Qué hacemos ahora?
El guardaespaldas del copiloto, nervioso, sacó su teléfono: -Voy a llamar al jefe para preguntarle a dónde fue.
El Bugatti negro volaba por la carretera, con el paisaje pasando rápidamente por la ventana.
El rugido del superdeportivo era ensordecedor, cubriendo la leve vibración del teléfono.
El corazón de Dafne latía con fuerza, su rostro estaba pálido y agarraba firmemente el cinturón de seguridad: -Agustín, por favor, ve más despacio.
Agustín, con el ceño fruncido, mantenía la vista al frente. Su mandíbula estaba tensa, y las líneas de su rostro transmitían un aire de dureza, claramente estaba de mal humor.
Agustín no le respondió, pero poco a poco redujo la velocidad.
Dafne, tensa, comenzó a relajarse y miró por la ventana.
Los edificios y el paisaje a lo largo de la carretera le eran desconocidos, ese no era el camino de vuelta a Villa de la Paz, ni tampoco el de regreso a la casa de los Junco.
-¿A dónde vamos?
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Agustín, con voz firme, le respondió: -Villa de la Paz ya no es segura. No puedes volver allí por ahora. Te llevaré a una finca en las afueras hasta que arregle todo aquí y pueda traerte de
regreso.
-¿Está lejos?
-No mucho. Al llegar habrá alguien esperándote. Bajarás del auto síguelos. Son guardaespaldas profesionales. Con ellos estarás a salvo.
Dafne le preguntó de inmediato: -¿Y tú?
-No te preocupes por mí.
Continuaron su camino.
Las torres de la ciudad eran cada vez menos, reemplazadas por casas bajas y un paisaje agreste.
A los lados del camino, las plantas salvajes crecían con exuberancia, ofreciendo una vista refrescante y curativa.
-Ya falta poco para que bajes del auto, Dafi. Pronto te irás con ellos.
Dafne miró hacia atrás: -¿Y los guardaespaldas de hoy? ¿No se supone que siempre debemos andar con ellos?
La voz de Agustín era grave: -Al salir del hospital, noté que nos seguían, así que aceleré para perderlos. Es posible que los guardaespaldas se hayan quedado atrás.
El corazón de Dafne dio un vuelco: -¿Será peligroso para ti cuando regreses?
En ese momento, el teléfono de Agustín volvió a vibrar.
Ya estaba conduciendo más lento, así que contestó la llamada.
La voz del guardaespaldas era urgente y seria: -Señor, ¿dónde están usted y la señora? Los hemos perdido de vista.
-Estoy en…
No terminó la frase.
De repente, un “bang” resonó. Una bala impactó en el coche, y al mismo tiempo, un Aston Martín negro apareció detrás.
Agustín gíró el volante bruscamente, esquivando la bala que iba dirigida a las ruedas del auto. La bala impactó en el chasis, pero afortunadamente, los neumáticos quedaron intactos.
Dafne, instintivamente, gritó.
Las ruedas del Bugatti chirriaron estridentemente contra el pavimento.
Agustín empujó a Dafne hacia abajo en el asiento del copiloto: -¡Dafi, cuidado!
Justo en ese momento, una bala pasó rozando desde el lado trasero. De no haber sido por la
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Capitulo 213
rápida reacción de Agustín, Dafne habría recibido un disparo mortal.
La bala atravesó el asiento del copiloto y se incrustó en el parabrisas delantero, que instantáneamente se agrietó.
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