Capítulo 232
Iris se enfadó y le dijo: -¡Si no hubieras metido la pata llamando a Agustín, nada de esto habría pasado! Hoy íbamos a consolar a Dafi, pero ni siquiera empezamos y ya la heriste de nuevo. ¡Lárgate, vete ya!
Mientras decía esto, Iris empujaba a Jaime hacia la puerta.
Penélope le dijo a Eduardo: -Hermano, vete con Jaime. Iris y yo nos quedamos aquí con Dafi, entre chicas nos entendemos mejor.
Eduardo no dijo nada, solo asintió con la cabeza y se llevó a Jaime.
Cuando Agustín y Maya salieron de la sala y la puerta se cerró, él apartó la mano de Maya.
Maya se encogió de hombros, sin darle mucha importancia.
Ambos caminaron hacia el ascensor.
Maya le preguntó despreocupadamente: -¿Qué piensas hacer ahora? Vi que hoy lastimaste bastante a Dafne, ¿cómo piensas arreglar esto después?
Los labios de Agustín se tensaron, sus manos se cerraron en un puño a su lado, sin responderle.
Solo podía pensar en el rostro pálido de Dafne y su mirada triste.
Decirle esas palabras hirientes en contra de lo que sentía, le dolía tanto a él como a Dafne.
Mientras ella no quisiera separarse de él, él nunca la dejaría.
Cuando dijo eso, nunca pensó que un día tuviera que romperle así el corazón
Dentro de la sala.
Después de que los hombres se fueron, la habitación se quedó en silencio.
Iris sacó dos botellas de vino tinto: -Dafi, no te pongas triste por ese idiota, no lo vale. Esta noche vamos a beber hasta olvidarnos de nuestras penas. Eres tan hermosa y además con dinero, ¿qué tipo de hombre no podrías encontrar?
Mientras hablaba, Iris destapó las botellas: -Lo que más abunda en este mundo son los hombres. ¡Mañana te consigo unos modelos, diez si quieres!
Dafne estaba sentada en el sofá, su mirada estaba llena de tristeza, sin mucho ánimo.
Después de unas copas de vino, Dafne empezó a sentir un poco de mareo.
Era la primera vez que bebía tanto.
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Capitulo 232
Iris, con una copa en una mano y el móvil en la otra, abrió su Instagram: -Mira, Dafi, tengo un montón de chicos guapos que me siguen. Mira, este mide un metro ochenta y siete, con abdominales, y además es universitario.
Iris se acercó para mostrarle la foto a Dafne: -¿Qué te parece, no está mal?
Justo cuando iba a decirle que aunque este chico no era tan guapo como Agustín, en su universidad era considerado uno de los chicos más atractivos, se detuvo. No debía mencionar a Agustín.
La mirada de Dafne recorrió la foto en la pantalla, y sonrió mareada: -Este está muy bien.
-¿Verdad que sí? Tengo muchos más, déjame mostrarte. -Iris deslizó su dedo por la pantalla-. Mira este, mide un metro noventa, es deportista, tiene buen físico, aunque su piel es más oscura, ese tono bronceado lo hace ver más salvaje y atractivo. ¿Te lo paso?
Dafne, ya un poco ebria, le respondió alegremente: -¡Sí, claro!
Las tres chicas bebieron y charlaron, y el tiempo pasó rápidamente.
Las tres levantaron sus copas y brindaron juntas, gritando al unísono: -¡Por nosotras, y por nuestra amistad!
Dafne, sentada con las piernas cruzadas y descalza frente a la ventana, miraba embelesada las luces de la ciudad.
Sabía que tenía que superar su amor por Agustín.
Agustín, debo decirte adiós.
Te deseo que seas feliz.
Hasta nunca.