Capítulo 25
La noche previa al juicio.
Dafne estaba en el baño cuando escuchó un estruendo de algo quebrándose en su dormitorio.
Se enjuagó rápidamente el jabón de su cuerpo, se puso el pijama y salió a ver que pasó.
La habitación estaba vacía, y en el suelo había trozos de cerámica esparcidos.
Dafne reconoció al instante que lo que se había roto era el juguete de cerámica que su madre le había dejado.
Era el regalo de su cumpleaños número doce, una figurita de un perrito azul que había pintado junto a su madre en una tienda de manualidades, con sus nombres grabados en la parte posterior.
Al ver los pedazos rotos por el suelo, Dafne sintió cómo la ira le subía por todo el cuerpo, consumiéndola por completo.
-¡¿Quién fue?! -gritó, saliendo de la habitación.
-¡Bum, bum, bum!– Dafne llegó al cuarto de Bruno y golpeó la puerta con fuerza.
-¡Bruno! ¡Macarena! ¿Quién de ustedes entró en mi habitación?
La puerta del cuarto de Bruno se abrió, y él apareció con una expresión de fastidio en su rostro. ¿Qué te pasa? ¿Acaso no puedo dormir en paz?
El pecho de Dafne subía y bajaba con furia, sus ojos destilaban una rabia asesina-. Bruno, ¿entraste a mi habitación?
-¿Para qué iría a tu cuarto? -Bruno frunció el ceño –. No empieces con tus dramas, he estado revisando contratos aquí sin salir para nada.
-Si no fuiste tú, entonces fue Macarena -Dafne dejó de discutir con Bruno y se dirigió hacia la
habitación de Macarena.
La habitación de Macarena estaba al final del pasillo.
Bruno, viendo la furia de Dafne, la siguió preocupado por lo que pudiera suceder.
-¡Macarena! ¡Abre la puerta! -Dafne, llena de ira, pateó la puerta del cuarto de Macarena.
Bruno se quedó perplejo.
¿Era esa la misma Dafne que él conocía, que siempre era tan amable y dócil?
¿Qué había sucedido para que se pusiera tan furiosa?
Macarena abrió la puerta lentamente-. ¿Qué te pasa, Dafne?
Dafne agarró de inmediato a Macarena por la muñeca, tirando de ella hacia su propia habitación.
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Capitulo 25
Macarena intentaba zafarse, caminando torpemente al ritmo de Dafne.
-¡Sueltame! ¡Dafne, suéltame!
Dafne la llevó al cuarto y la empujó con fuerza, haciendo que Macarena tropezara.
-¡Ah! -Macarena perdió el equilibrio y se golpeó la rodilla contra el mueble.
-¿Estás loca, Dafne? -le gritó Macarena, frotándose la rodilla.
-¿Fuiste tú quien rompió mi muñeca de cerámica? -Dafne se acercó, imponente-. ¿Qué estabas haciendo en mi habitación?
Los ojos de Macarena esquivaban la mirada de Dafne, claramente nerviosa-. Yo… no, no fui yo, estaba en mi cuarto todo el tiempo, no me acuses sin pruebas.
Dafne la miró fijamente-. ¿De verdad? Al salir del baño, vi por la rendija de la puerta la orilla de tu falda beige.
-¡Mentira! Cuando fui tenía una falda gris, esta falda beige es la que… -Macarena, al darse
cuenta de su error, se detuvo.
Estaba furiosa-. ¡Dafne, me tendiste una trampa! ¡No viste nada!
-¿Es la que? -Dafne la miró con frialdad-. Esta falda beige es la que te acabas de poner, ¿verdad?
Los ojos de Dafne brillaban con un frío intenso, su voz era gélida como el invierno-. ¿Para qué entraste a mi habitación?
Macarena, asustada por la mirada de Dafne, tartamudeó-. Yo… solo quería echar un vistazo…
-¿Echar un vistazo a qué?
Macarena tragó saliva, temerosa de que Dafne descubriera lo que había hecho.
-Yo… yo solo…
-¡Basta! -Bruno intervino, poniéndose frente a Macarena para protegerla-. Dafne, no hagas una tormenta en un vaso de agua, solo es una baratija de cerámica, puedes comprar otra, no es necesario que intimides a Macarena…
-¡Pah! -sonó una bofetada.
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