Capítulo 254
Penélope se quedó boquiabierta al ver el rostro pálido y débil detrás de la puerta–Daf, ¿qué te ha pasado?
Dafne le respondió con desgana -No es nada grave.
Penélope rápidamente la sostuvo -Traje al médico de mi familia para que te eche un vistazo
-Está bien.
Después de examinarla, el médico le administró una inyección a Dafne y le recató algunos medicamentos.
Al escuchar al médico decir que Dafne debería estar bien para el día siguiente, Penélope suspiró aliviada -Mañana es Nochebuena, podremos celebrar juntos.
El día de Nochebuena.
El sonido de los fuegos artificiales iluminaba el cielo, y cada hogar estaba decorado alegremente con luces y adornos.
Dafne se permitió dormir hasta despertar naturalmente.
Al encender su teléfono, vio varias llamadas perdidas.
Eran llamadas de Baltasar, Clara, y también de sus amigas Iris y Penélope.
Todas le preguntaban si se había recuperado y le deseaban una feliz Nochebuena.
Dafne le devolvió la llamada a Baltasar, diciéndole que regresaría a casa para pasar la Navidad. -Dafi, ¿vas a venir a cenar? Te esperamos.
Dafne miró la hora en su teléfono, las once, aún había tiempo para ir a almorzar.
-Sí.
Al otro día, después de levantarse y arreglarse, condujo hacia la zona residencial, dirigiéndose hacia la casa de su familia, y vio el Rolls Royce de Agustín.
La casa de la familia Junco estaba al lado de la casa de su familia, así que Dafne siempre pasaba por delante de la casa de los Junco al volver a casa.
Apretó un poco el volante, sintiendo un nudo en el estómago.
Según la costumbre, la cena de Navidad era por la noche.
Pero el almuerzo en la familia Rosales también era abundante.
Además de algunos de los platos caseros favoritos de Dafne, había mariscos importados
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como langosta australiana, cangrejos y camarones.
Dafne sacó un regalo y se lo entregó a Jana Rosales -Jana, feliz Nochebuena, este es tu regalo de Navidad de mi parte.
Jana lo aceptó felizmente.
Baltasar les dio a Dafne y a Jana un regalo a cada una -Feliz Navidad para mis dos niñas.
Dafne sonrió -Yo, siendo una niña grande, también me llevé un regalo.
Baltasar le respondió riendo -Para papá, siempre serás una niña. Mientras yo esté, cada navidad tendrás tu regalo.
Los ojos de Dafne se humedecieron de emoción -Papá, ¿cuándo te volviste tan sentimental?
Clara, al lado, se unió sonriendo -Dafi, tu papá siempre ha sido así.
Fue una comida llena de alegría.
Después del almuerzo, Dafne paseaba por el jardín de su casa con Jana, conversando, cuando levantó la vista y vio a una mujer en el jardín de la casa de al lado.
Era Maya.
Dafne se detuvo en seco.
Jana, al notar que su hermana dejó de caminar, levantó la cabeza y le preguntó, mirándola con sus ojos brillantes y curiosos -¿Hermana, qué pasa?
Dafne se quedó rígida, apretando los labios mientras miraba fijamente a Maya en el jardín de la casa de los Junco.
Maya también vio a Dafne y le hizo un gesto con la mano, sonriendo con gran brillo.
Esa sonrisa, Dafne la sintió como un destello cegador.
Dafne se quedó inmóvil, sin responderle al saludo de Maya.
Justo después de que Maya la saludara, Agustín salió de la casa, y Maya le dijo algo mientras señalaba en dirección a Dafne.
Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Dafne contuvo la respiración.
En ese momento, Agustín efectivamente miró hacia ella.
A través de la corta distancia, sus miradas se encontraron en el aire.
El viento frío de Silvania, con su helada penetrante, se colaba por el cuello y las mangas de Dafne, haciéndola sentir un frío que calaba hasta los huesos.
Agustín solo la miró brevemente antes de apartar la vista, aparentemente sin mostrar interés, inclinándose para hablar con Maya, y ambos regresaron al interior de la casa.
Él llevó a Maya a casa para pasar la Navidad en su casa y conocer formalmente a sus padres,
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¿será que se van a comprometer?
Dafne sintió un dolor intenso en el pecho.
Había pasado casi un mes desde que se separó de Agustín. Dafne pensaba que ya lo había superado, pero en el momento en que Maya apareció en el jardín de la casa de la familia Junco, se dio cuenta de que en realidad nunca lo había dejado ir.
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