Capitulo 259
En el jardin, el aroma de las flores de invierno se mezclaba con la brisa, trayendo consigo la nieve que caia suavemente.
Los copos de nieve se posaban delicadamente sobre el cabello de Dafne, derritiéndose al
instante.
Dafne estaba de pie, tambaleandose bajo el viento helado.
Su gripe aún no habia sanado por completo, y al estar tanto tiempo en el frio, su dolor de cabeza comenzaba a regresar.
Al escuchar las palabras de Agustin, Dafne apartò la tristeza de su mirada, y alzó los ojos para encontrarse con los de Agustin. -Será mejor que te lo quites ya.
La garganta de Agustin se apretaba.
La voz de Dafne era suave, llevada por el viento hasta los oidos de Agustin. Su tono de voz, quebrado por sollozos reprimidos, resultaba desgarrador. -Sé que cuando amaste fue de verdad, y cuando dejamos de amar, también es de verdad.
Un escalofrio recorrió la espalda de Agustin, extendiéndose hasta sus piernas.
Los ojos de Dafne reflejaban una calma resignada, una calma que resultaba algo triste. -Admito que al principio no podia aceptarlo. Me prometiste que siempre estarias a mi lado. No entendía por qué cambiaste de opinión de repente. Intenté buscar razones para justificarte, intenté comprender tus motivos, pero me acusaste de ser una ilusa. Ahora lo entiendo, en el amor, ¿quién puede estar seguro de nada?
Un dolor punzante cruzó el corazón de Agustin, su mirada reflejó por un instante esa tristeza.
-Las promesas solo valen cuando hay amor -la voz de Dafne era tan ligera que el viento la
arrastraba.
Agustín escuchaba la voz de Dafne mientras observaba su rostro melancólico, sintiendo un miedo que se extendia imparable en su interior.
De repente, estaba aterrado.
Temía que, después de solucionar el asunto con Tristán, ya no hubiera vuelta atrás para ellos.
No se podía imaginar un futuro sin Dafne.
Dafne, a través de la nieve y el viento, miraba serenamente el rostro de Agustín.
Después de un momento, Dafne le sonrío, fingiendo ligereza. -Agustin, te deseo que seas feliz en este año nuevo.
Las pupilas de Agustín se contrajeron de golpe, instintivamente extendió la mano para aferrarse a algo, pero ella ya se había dado la vuelta sin un ápice de duda. Los flecos de su bufanda borgoña rozaron el dorso de su mano, ligeros, casi cosquilleantes.
1/2
Capitulo 259
El dolor se reflejó en el rostro de Agustín mientras sus pies, por reflejo, avanzaban tras ella.
Finalmente, no pudo evitar llamarla: -¡Dafne…!
Ella se detuvo por un instante, pero pronto reanudó su marcha sin voltearse.
No se detuvo.
Ni siquiera dudo en seguir su camino.
Agustín se detuvo abruptamente después de seguirla unos pasos.
Se dijo a sí mismo que debía dejarla ir.
De lo contrario, todo el esfuerzo sería en vano, y el sufrimiento de Dafne también sería inútil.
Debía primero resolver el problema que tenía con Tristán antes de poder volver al lado de
Dafne.
Agustín regresó a su villa privada.
Su gran habitación estaba llena de una fría soledad.
Agustín, como si su alma hubiera sido vaciada, se sentó aturdido en el sofá.
El sol se ponía en el horizonte.
Los últimos rayos del crepúsculo reflejaban la desolación en su rostro.
Se quedó sin hacer nada, inmóvil, como una estatua.
La luz del día se desvaneció, y la oscuridad lo envolvió.
La luz se fue apagando poco a poco.
No se sabía cuánto tiempo había pasado cuando Agustín bajó lentamente las pestañas, contemplando el reloj en su muñeca, que marcaba los primeros minutos del año nuevo.
Después de un largo rato, Agustín se lo quitó con cuidado y lo guardó en su caja.
Al cerrar la caja, sus ojos se llenaron de una sensación ardiente y amarga.
Era una sensación desconocida, y a la vez inesperada, abrumadora, dejándolo indefenso.
Una lágrima cayó sobre la caja.
La oscuridad ocultaba sus ojos enrojecidos, pero la luz de la luna dibujaba su figura solitaria y desamparada.
…
El seis de enero, la familia Junco recibió una visita.
212