Capítulo 26
Dafne utilizó toda su fuerza para darle una bofetada a Bruno.
Bruno y Macarena se quedaron atónitos.
-¡Lárgate! -le gritó Dafne a Bruno-. ¡No te metas! ¿Quién te pidió tu opinión?
Macarena, al ver que Bruno había recibido una bofetada, se enfureció. Apartó a Bruno de su camino y confrontó a Dafne con ira-. ¿Quién te crees para pegarle?
-¡Paf!– otra bofetada resonó.
-¡Tú también vete!
En el rostro de Macarena apareció al instante una marca roja por la bofetada.
Macarena, sintiéndose herida y furiosa, no estaba dispuesta a dejarlo pasar. Con los ojos abiertos de par en par, levantó su mano para devolverle el golpe, pero Dafne le agarró la muñeca y la lanzó a un lado. Macarena cayó al suelo, poniendo la mano sobre un montón de pedazos de cerámica, y como resultado cortándose la mano.
-¡Ah! ¡Mi mano! ¡Mi mano! -Macarena gritaba de dolor.
Bruno reaccionó rápidamente y se acercó a ver la herida de Macarena-. Maca, ¿estás bien?
-¡Te lo mereces! -Dafne la miró fríamente-. Si no lo hubieras roto, no te habrías lastimado.
-¡Dafne, pasaste de la raya! -la miró con ira Bruno-. ¡Discúlpate con Maca!
Los ojos de Dafne se tornaron fríos-. Ella es quien debería disculparse conmigo. Rompió algo que era mío.
-Bruno, me duele mucho -Macarena lloraba en el pecho de Bruno, como si le hubieran arrancado la mano-. Llévame al hospital, por favor, me duele de verdad.
-Maca, aguanta un poco, te llevaré al hospital ahora mismo.
Bruno, después de decirlo, levantó a Macarena en brazos. Al pasar junto a Dafne, le lanzó una mirada dura y sombría -¡Lárgate de mi casa! ¡No quiero verte más!
-Está bien -le respondió Dafne sin mostrar emoción, con una franqueza sorprendente.
Bruno se detuvo por un momento, sintiendo que algo andaba muy mal con Dafne. Pero no podía preocuparse por eso ahora, ya que la mano de Macarena aún estaba sangrando. Le echó una última mirada a Dafne antes de apresurarse escaleras abajo con Macarena en brazos.
Después de que se fueron, la casa por fin se quedó en silencio.
Dafne se acercó lentamente al montón de pedazos de cerámica, se agachó y, con manos temblorosas, intentó recoger los pedazos rotos.
Sus lágrimas caían gota a gota sobre los fragmentos de cerámica.
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Capitulo 26
-Mamá, lo siento… No pude cuidar el regalo que me dejaste… Perdóname, mamá…
En esa gran casa, Dafne lloraba desconsoladamente en el suelo.
Cuando Dafne tenía doce años, su madre cayó gravemente enferma.
Aquella mujer siempre tan serena y de sonrisa suave, fue consumida por su enfermedad hasta quedar irreconocible, casi esquelética.
Cuando Dafne acababa de empezar la secundaria, después de clases, en lugar de ir a casa, iba directamente al hospital.
Acompañaba a su madre, Rocío Salazar, contándole las cosas divertidas que pasaban en la escuela, y le presentaba las lecciones que aprendía con sus maestros.
-Mamá, ¿cuándo te pondrás bien? -le preguntaba Dafne sentada junto a la cama, sus ojos
brillantes ocultaban una tristeza latente.
Su madre había estado enferma por más de medio año, y parecía empeorar cada día.
Rocío acarició suavemente la cabeza de Dafne, esbozando una sonrisa tierna, y le contestó con voz dulce -El doctor dice que pronto saldré del hospital.
-¿De verdad? -le preguntó Dafne con ilusión, con sus ojos brillando.
-Sí–la voz de Rocío era suave, aunque su rostro estaba pálido y sin rastro de color, miraba a Dafne con ternura y determinación-. En unos días saldré del hospital, para celebrar tu cumpleaños.
-¡Qué bien!
Dafne le creyó.
Pensó que su madre realmente se pondría bien pronto.
Después se enteró de que la salida del hospital que le hablaba su madre no era porque se había recuperado, sino porque su enfermedad era terminal, y los doctores ya no podían hacer nada para salvar su vida. Le recomendaron salir del hospital para pasar el tiempo que le quedara con su familia.
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