Capítulo 31
Agustín pudo notar que Dafne se sentía un poco incómoda allí, así que le dijo:
-Revisa lo que falta y me avisas, voy a subir a darme una ducha.
-Espera un momento.
Agustín se detuvo y se giró para mirarla.
-¿Qué pasa?
Dafne abrió su mochila, sacó una botella con leche y se la entregó.
-Agus, por favor, ayúdame a contactar con un laboratorio. Creo que esta leche podría tener
algo raro.
Agustín frunció el ceño, preocupado.
-¿Alguien intenta hacerte daño?
Dafne asintió con seriedad.
-Creo que sí, pero no estoy segura. Es mejor ser cautelosa.
-Está bien, déjamelo a mí.
Agustín sacó su teléfono e hizo una llamada.
-Ven por aquí, necesito que hagas algo -dijo mientras se alejaba por el pasillo hasta desaparecer en la esquina.
Dafne respiró profundamente, relajándose. Justo cuando le entregó la leche a Agustín, se encontró con su mirada oscura y misteriosa, y por un instante, Dafne sintió que su corazón se detenía.
Sus ojos eran realmente hermosos.
No, no solo sus ojos, su rostro entero era como una obra maestra, capaz de acelerar el corazón de cualquier mujer al cruzar miradas.
Después de que Agustín se fue, Dafne observó el apartamento. Estaba lleno de objetos personales esparcidos por la sala, como si alguien viviera en ese lugar de manera permanente. Era extraño, parecía que Agustín no había reservado este lugar solo temporalmente, sino que venía a menudo.
Pero, ¿no estaba él siempre en Silvania?
Dafne no le dio más vueltas, al fin y al cabo, eso no era asunto suyo.
Dejó su equipaje en el dormitorio y se dio cuenta de que solo había traído ropa y productos de cuidado personal, pero no sandalias para bañarse. Mientras pensaba si debía mencionárselo a Agustín, sonó el timbre.
15:23
Capítulo 31
Dafne fue a abrir la puerta. Un empleado del hotel, vestido con uniforme, sostenía una bandeja en una mano y una bolsa en la otra.
-Hola, traigo esto para el Sr. Junco.
Dafne tomó la bandeja con leche caliente y la bolsa que le entregó el empleado.
-Gracias.
-No hay de qué.
Después de cerrar la puerta, Dafne miró con curiosidad la leche caliente en sus manos. ¿Acaso Agustín también tenía la costumbre de beber leche caliente antes de dormir? Qué coincidencia.
Dejó la leche sobre la mesa y abrió la bolsa, viendo que dentro había un par de sandalias nuevas para mujer, dos toallas limpias y algunos artículos de aseo. Todo parecía ser para ella, lo que hizo que Dafne se sintiera cálida por dentro. Agustín era realmente atento.
-¿Ya te trajeron todo? -le preguntó Agustín, apareciendo en la escalera.
-Sí, ya llegó todo, gracias, Agus.
Los ojos de Dafne se encontraron con los de Agustín en el aire, sintiéndose un poco extraña. Ahora él no solo era su vecino de toda la vida, también era su prometido.
Mientras hablaban, Agustín bajó las escaleras y se acercó a ella.
-La leche es para ti le dijo.
—¿Ah? —Dafne levantó la mirada, sorprendida. Pensé que era para ti.
-No soy de tomar leche, tómatela tú.
Mientras decía esto, Agustín fue a abrir la puerta. El asistente que habían visto en el vestíbulo ya estaba allí.
-Lleva esta botella a analizar.
-Como ordene, Sr. Junco.
Cerró la puerta y al girarse, vio que Dafne lo miraba. Sus ojos brillaban con inocencia y curiosidad, como los de una pequeña criatura adorable.
El corazón de Agustín sintió como si una pluma suave hubiese caído sobre él, causándole una sensación de cosquilleo.
Se acercó a ella, casi sin poder resistir la tentación de acariciarle el cabello, con ternura y cariño, como lo hacía cuando eran niños.
-Descansa temprano esta noche. Dime a qué hora quieres que te despierte mañana.
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