Capítulo 33
Después de comer, Agustín y Dafne bajaron al estacionamiento subterráneo.
Dafne se acercó al Bentley azul.
Agustín de repente le preguntó:
-¿Cómo se siente manejar este coche?
Dafne se mordió los labios y se echó un mechón de cabello detrás de la oreja.
-Lo conduje anoche, se siente genial. Gracias, Agus.
-¿Entonces me voy? -Dafne alzó las llaves en la mano, pero de repente recordó algo-. Por cierto, Agus, tengo un regalo para ti, debería habértelo dado anoche, pero lo olvidé.
-¿Ah, sí? ¿Qué regalo?
-Está en la maleta que dejé en el hotel, te lo daré cuando regrese.
Agustín abrió la puerta del lado del conductor.
-Voy contigo, yo conduzco.
-¿Ah? -Dafne se sorprendió por un momento, pero rápidamente reaccionó. Claro, podemos ir juntos, pero déjame conducir a mí, tú descansa un poco.
Agustín había volado desde Silvania para verla la noche anterior, y esa misma mañana había conducido veinte kilómetros para llevarle el desayuno. Debía estar agotado, y ella no quería agotarlo más.
-Está bien le dijo Agustín con una sonrisa en los ojos, entendiendo que su querida Dafi se preocupaba por él.
Sin hacer mucho alboroto, se dirigió al asiento del copiloto, abrió la puerta y se sentó.
-Acepto tu propuesta con gusto.
En la autopista, comenzaron a charlar.
-¿Se puede asistir al juicio de hoy? -le preguntó Agustín.
-Sí, es un caso de disputa contractual, no involucra secretos comerciales. ¿Quieres asistir?
-Sí, ¿puedo ir? -La voz de Agustín era suave, con un toque de cautela apenas perceptible-. Nunca te he visto en acción en el tribunal.
-Claro que puedes -le respondió Dafne, pensando que como ya eran prometidos, entenderse mutuamente era algo bueno-. ¿Trajiste tu identificación? Necesitarás mostrarla, llenar un formulario y con eso podrás obtener un pase para asistir.
-Sí, la traje. Como la necesitaba para abordar el vuelo, la tengo conmigo. Además, investigué y supe que necesitaría identificación, así que la traje a propósito.
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-Perfecto, te llevaré allí más tarde.
-Bien.
Dafne estaba concentrada en conducir y no se fijó la mirada llena de ternura que Agustín le dirigía.
El coche aceleraba por la autopista y el silencio se extendía entre ellos.
Después de un rato, Dafne de repente le preguntó:
-Agus, ¿por qué aceptaste casarte conmigo?
Era una pregunta que había querido hacer desde hacía tres años.
La familia Junco tenía un poder abrumador en Silvania, no eran solo una familia acaudalada. El abuelo de Agustín tenía un alto cargo en el gobierno, y su madre también provenía de una familia influyente. En teoría, su futura esposa debería ser una joven de una familia igualmente poderosa, ¿por qué entonces se casaría con ella?
La familia Rosales era una familia de renombre en Silvania, sí, pero al fin y al cabo solo eran comerciantes, no podían compararse con la influencia de la familia Junco.
Dafne, habiendo crecido en una familia poderosa, conocía bien las reglas de los matrimonios arreglados entre familias de élite.
Él tenía muchas mejores opciones.
Agustín, con una mirada profunda, se tardó un rato en responder:
-La verdad, en mi generación, ya no necesitamos recurrir a matrimonios arreglados para consolidar la posición de la familia.
Esta respuesta era ambigua, y Dafne no la comprendió del todo.
-¿Entonces por qué no eliges casarte con alguien a quien realmente ames?
La voz de Agustín era baja.
-Si no quisiera, nadie podría obligarme.
Al escuchar esto, Dafne sintió que su respiración se descontrolaba por un instante.
Se obligó a no pensar demasiado en ello, temiendo que su corazón se desbordara.
De repente se dio cuenta de que Agustín era bastante encantador. Tal vez había tenido muchas novias antes, lo que le había dado experiencia en conquistar chicas.
Desde que aceptó el matrimonio, sintió que Agustín era muy atento y cuidaba cada detalle. Si las cosas continuaban así, temía enamorarse de él.
Pronto llegó la hora del juicio.
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En el tribunal, Dafne hablaba con elocuencia y claridad, con una lógica impecable. Siempre lograba llevar la delantera en los debates, haciendo preguntas agudas que atacaban directamente la raíz del problema, y varias veces dejaba acorralado al abogado contrario.
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