Capítulo 35
Después de tomar una buena foto, Agustín le pasó el teléfono a Dafne, su mirada era tranquila y su tono de voz despreocupado -Parece que te ha llegado un mensaje de tu amigo.
-¿Eh? Déjame ver.
Dafne abrió el mensaje y su rostro se tensó al instante. Sabía que Agustín lo había visto. Se giró hacia él, un poco nerviosa, y le explicó -Es mi exnovio, ya terminamos.
-Ah. -La expresión de Agustín era indiferente, sin mostrar emoción alguna.
-Ya lo bloqueé en WhatsApp, pero se me olvidó bloquear su número de teléfono.
Dafne estaba un poco alterada, sin saber por qué se sentía culpable. A sus veinticinco años, era normal haber tenido un exnovio, ¿no? Además, comenzó a salir con alguien antes de aceptar comprometerse con él, no había hecho nada en contra de Agustín, ¿así que por qué sentirse culpable?
Al aclarar esto en su mente, Dafne se calmó -Voy a bloquearlo ahora mismo.
Luego, frente a Agustín, añadió el número de Bruno a la lista de bloqueados. Finalmente, agregó -No te preocupes, desde que acepté casarme contigo, mi exnovio es solo parte del pasado.
Agustín asintió, sus ojos oscuros y profundos no mostraban emoción, pero en el instante en que Dafne se dio la vuelta, una leve sonrisa apareció en sus labios.
Dafne y Agustín pasaron unos días juntos antes de que ella regresara a Silvania. No le avisó a su familia que volvía ese día, por lo que no fueron a recibirla al aeropuerto. Quien fue a recogerla fue el asistente de Agustín.
El Rolls–Royce negro de Agustín se detuvo frente a la mansión de la familia Rosales.
-¿Quieres que te acompañe adentro? -le preguntó Agustín.
Dafne negó con la cabeza -No es necesario,
-Está bien.
Dafne se quedó en la entrada, sintiéndose un poco nerviosa por estar de vuelta. Agustín notó su vacilación y no se quedó más tiempo.
Una vez que el coche se fue, Dafne sonó el timbre. Cuando se fue de casa no se llevó las llaves, así que después de tres años, aún tenía que tocar el timbre para entrar en su propia casa, lo que le provocó sentimientos encontrados.
Quien abrió la puerta fue la ama de llaves, Sofía, quien se quedó atónita al verla.
-Señorita… ¿es usted? -La voz de Sofía tenía un ligero temblor.
15.24
Dafne sintió una punzada de emoción y asintió suavemente.
-Finalmente ha vuelto, qué alegría… voy a llamar al señor ahora mismo.
-¿Él no está en casa?
-No, el señor está en la oficina y la señora fue a la escuela de la Srta. Jana para un evento de padres e hijos.
Con todos estaban fuera de casa, Dafne dejó escapar un suspiro de alivio. Recién llegada, necesitaba un respiro y no quería empezar a lidiar con toda su familia de inmediato. Su madrastra, su hermana y su padre, con quien había tenido tensiones durante años, todos ellos le provocaban dolores de cabeza.
Dafne fue a su habitación, que estaba exactamente como la había dejado, limpia y ordenada, claramente alguien la limpiaba a diario. Sacó sus cosas de la maleta y las puso en su lugar antes de darse una ducha.
Al salir del baño, Sofía llamó a la puerta le preguntó -Señorita, ¿qué le gustaría cenar? Iré a comprar comida ahora.
Dafne abrió la puerta y, con una ligera sonrisa, le respondió -Lo mismo de siempre.
-¡Muy bien! -Sofía le respondió con una gran sonrisa, genuinamente feliz.
Sofía había trabajado para la familia Rosales durante más de una década, viendo crecer a Dafne. Para ella, Dafne era como su propia hija. La noche que Rocío falleció, fue Sofía quien llevó a Dafne, que se había caído en la nieve, de vuelta a casa.
Después de la muerte de Rocío, Baltasar estuvo sumido en la tristeza durante mucho tiempo, incapaz de cuidar de su hija. En esos días de fiebre alta, fue Sofía quien cuidó de Dafne en el hospital, sin descansar. Dafne, devastada por la pérdida de su madre, había perdido el apetito, y fue Sofía quien la acompañó, la consoló y con infinita paciencia la animó a comer.