Capítulo 36
Si no fuera por Sofía, Dafne probablemente no habría podido soportarlo.
En el corazón de Dafne, Sofía era parte de su propia familia.
Durante estos tres años, no había tenido contacto con Baltasar, pero en los días festivos siempre llamaba para saludar a Sofía.
Pensando en algo, Dafne sacó una caja de regalo y se la entregó a Sofía. -Este es el postre más famoso de Aguamar.
Sofía lo recibió con una sonrisa. -Esta noche se lo serviré.
-No. -Dafne sacudió la cabeza-. Lo compré especialmente para usted, ya lo he comido muchas veces, así que lo traje para que lo pruebe.
-Esto… no puedo aceptarlo. -Sofía se apresuró a rechazar su regalo con un gesto de manos.
Dafne insistió y puso la caja con el postre en los brazos de Sofía. -Acéptelo, por favor. Ha cuidado mucho de mí todos estos años, esto es solo un pequeño gesto de agradecimiento de mi parte.
Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas. -Señorita…
-¡Hermana! ¡Hermana, volviste! -Una voz clara y juvenil resonó, y en un instante, una niña pequeña corrió y abrazó a Dafne.
-Te extrañé tanto, finalmente regresaste. La niña abrazó la pierna de Dafne, levantando la mirada hacia ella con ojos brillantes y una cara llena de alegría.
Esta niña era su media hermana, Jana Rosales, de ocho años.
Jana siempre había sido muy apegada a ella, pero Dafne siempre había sido algo distante con ella.
Dafne no tenía aprecio por la madre de Jana, y eso influía en su actitud hacia la niña.
Sin embargo, ella no tenía la culpa de lo que Dafne sentía por su madre, y Jana era tan pura y encantadora, solo quería acercarse a su hermanastra, así que aunque Dafne no la quería mucho, tampoco la rechazaba.
Dafne miró a Jana y le preguntó: -¿Saliste temprano de la escuela?
-Escuché a Sofía decir que habías regresado, y estaba ansiosa por verte, así que volvimos temprano. -Clara Rosales se acercó sonriendo.
Dafne se puso tensa.
Antes de irse de casa, casi había dejado en claro que no le gustaba su madrastra, y durante todo el año apenas hablaba con ella.
Dafne detestaba a Clara, no solo porque sentía que Baltasar había traicionado a su madre al
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casarse con ella, sino principalmente porque Clara había sido la mejor amiga de su madre.
Para Dafne, Clara era una mujer astuta que ni siquiera respetaba la memoria de su difunta amiga.
Y Baltasar, un hombre sin escrúpulos que se había enredado con la amiga de su esposa difunta.
Con estos sentimientos, tras la muerte de su madre, Dafne había pasado de ser una niña ejemplar a una adolescente rebelde.
Al ver que Dafne no le respondía, Clara sonrió de nuevo y le dijo: -Dafne, debes estar cansada. Descansa un poco. Te llamaré cuando la cena esté lista.
Jana agarró la mano de Dafne mientras le suplicaba: -Hermana, ¿puedes venir a mi habitación un rato? Hoy hice un dibujo, ¿quieres verlo?
Dafne retiró su mano con una expresión fría. -No puedo, necesito descansar.
-Oh, bueno. La niña retiró su mano con pesar, bajando la cabeza y frunciendo el ceño, claramente decepcionada.
Clara tomó la mano de Jana. -No molestes a tu hermana mientras descansa.
Sofía, que había estado observando desde un lado, se sintió un poco incómoda y le dijo: -Señora, señorita, voy a comprar algunas cosas al mercado.
Después de que Sofía se fue, Clara y Jana también se retiraron.
Dafne cerró la puerta, y su mundo se sumió en el silencio.
Por la noche, Baltasar regresó, y toda la familia se sentó a la mesa para cenar.
Baltasar miró a Dafne y le dijo: -¿Por qué no nos avisaste que regresarías hoy?
Dafne le respondió: -¿Y qué hubiera cambiado si te lo decía? ¿Qué diferencia haría?
Su tono de voz estaba lleno de tensión.
Baltasar frunció el ceño. -Han pasado tres años, ¿y aún no has cambiado tu actitud?
Dafne sonrió con ironía. -Han pasado tres años, ¿y aún no te has divorciado de la Sra. Clara?
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