Capítulo 368
Nadie esperaba que el peligro llegara tan rápido.
Justo cuando estaban a punto de llegar a la entrada del restaurante, dos hombres surgieron de entre la multitud.
Ambos llevaban mascarillas negras y gorras negras. Uno de ellos era bastante alto, vestía una camiseta blanca, y sus brazos musculosos estaban cubiertos de tatuajes. El otro hombre era un poco más bajo y no parecía tan fuerte.
Dafne y Eva reaccionaron rápidamente, esquivando con agilidad.
-¡Jefa, tenga cuidado! ¡Yo puedo con ellos, llévelas a un lugar seguro! -gritó Eva mientras esquivaba el cuchillo del hombre musculoso y le asestaba un fuerte golpe en la cara.
Inés y Olivia estaban aterradas, sus rostros pálidos como el papel. El recuerdo de cuando trabajaba en el Bufete Justicia, donde alguien causó estragos con un cuchillo, volvió a la mente de Inés. Serena, la abogada, la había usado como escudo en aquel entonces. Los recuerdos aterradores la paralizaron por un momento, dejándola inmóvil.
Dafne, con una expresión de alarma, tiró de Inés con una mano y de Olivia con la otra. -¡Rápido, corramos!
Inés, jalada por Dafne, finalmente reaccionó y comenzó a correr con ella.
Olivia, que nunca había experimentado un peligro tan aterrador, estaba tan asustada que sus piernas se volvieron de gelatina. Además, llevaba tacones altos para el trabajo, y no tardó en torcerse el tobillo y caer al suelo.
Eva se dio cuenta de que esos dos hombres no eran ordinarios; eran mercenarios entrenados rigurosamente. Sin embargo, ella había peleado con mercenarios antes, y esos dos juntos no eran rivales para ella.
En ese momento, uno de los hombres vio que Olivia había caído y rápidamente aprovechó para escapar de Eva y correr hacia donde estaban Dafne y Olivia.
-¿Cómo estás, Olivia? ¿Puedes levantarte? -preguntó Dafne con urgencia.
-Me duele mucho -respondió Olivia, apoyándose en Dafne mientras se ponía de pie con dificultad.
Su tobillo estaba muy lastimado y apenas podía mantenerse de pie con una sola pierna.
El hombre más bajo se acercó rápidamente, cuchillo en mano, con una mirada feroz dirigida hacía Olivia.
Dafne no pensó dos veces; empujó a Olivia fuera del alcance del atacante y se enfrentó al hombre.
Olivia cayó sentada en el césped cercano, observando la pelea con el corazón en un puño. Nunca hubiera imaginado que la Srta. Rosales tuviera esas habilidades.
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No era momento para asombros, pues Olivia estaba aterrorizada. El dolor en su tobillo era punzante y las gotas de sudor cubrían su frente.
Inés rápidamente la ayudó a levantarse. -Olivia, vámonos.
-No puedo caminar -dijo Olivia con el rostro pálido y lleno de dolor.
-Te apoyaré.
Inés la sostuvo mientras sacaba su celular para llamar a la policía.
Ya había personas pidiendo ayuda desde la calle.
Eva, después de haber peleado por un momento con el musculoso mercenario, vio que el otro hombre estaba peleando con Dafne. Con un movimiento decidido, pateó al hombre musculoso y corrió hacia Dafne.
Dafne era hábil, pero el hombre al que enfrentaba no era cualquiera; había recibido entrenamiento profesional y era superior a un guardaespaldas común.
Dafne empezaba a perder terreno.
El filo del cuchillo brillaba con una luz fría, dirigido al corazón de Dafne.
En ese instante, una mano firme detuvo el brazo del hombre, apretándolo con fuerza hasta provocar una mueca de dolor en su rostro.
Eva llegó a tiempo, evitando lo que podría haber sido un desastre.
Dafne esquivó lo suficiente como para evitar que el cuchillo llegara a su corazón, pero no pudo evitar que le causara una herida en el costado.
Con unas pocas maniobras, Eva desarmó al hombre, arrebatándole el cuchillo y colocándolo en su cuello.
Si no fuera porque estaban en Solarenia, en plena calle, Eva podría haber terminado con él sin dudarlo.
El hombre musculoso, al ver que su compañero había sido sometido, decidió huir.
Eva dejó escapar una sonrisa fría. -Idiota.
Con calma, sacó un pequeño frasco de vidrio de su bolsillo, lo rompió hábilmente con el pulgar y rápidamente untó el líquido en el cuchillo.
En un abrir y cerrar de ojos, lanzó el cuchillo con precisión.
El cuchillo giró en el aire, cortando el viento, y se clavó en la pantorrilla del hombre que intentaba escapar.
El mercenario, entrenado para soportar el dolor, no emitió ni un sonido y siguió corriendo.
Sin embargo, no llegó muy lejos; antes de desaparecer de la vista, cayó al suelo.
Eva murmuró con un tono de satisfacción. -Con ese anestésico potente en la sangre, no
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aguantará ni un minuto.
El hombre más bajo intentó escapar, pero el agarre de Eva era firme, dejándolo inconsciente.
-¿Jefa, está bien? ¿Está herida? -preguntó Eva, mirando a Dafne con un inusual gesto de preocupación.
Dafne respiró aliviada y negó con la cabeza. -Estoy bien.
Pero de repente, un escalofrío recorrió el cuerpo de Dafne, como si un sexto sentido la alertara de un peligro inminente.
Antes de poder entender por qué, vio una pistola negra asomándose detrás de una estatua
cercana.
-¡Cuidado! -gritó Dafne, empujando a Inés fuera del camino.
El disparo resonó en el aire.
En el instante en que la bala impactó en Dafne, sintió una extraña sensación de entumecimiento.
En el segundo siguiente, un dolor desgarrador se extendió desde la herida a través de su cuerpo, haciéndola tambalearse.
-¡Jefa! -exclamó Eva, horrorizada, al ver a Dafne caer.
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