Capítulo 371
Bruno se enteró del accidente por las noticias y luego vio algunos videos que transeuntes
habían subido a internet.
Al ver las imágenes de Dafne luchando con alguien, el corazón de Bruno se contrajo de inmediato.
Antes de que pudiera calmarse, vio cómo subían a Dafne a una ambulancia.
El corazón de Bruno dio un vuelco.
Usó el teléfono de su asistente para llamar varias veces a Dafne, pero nadie contestó.
Bruno estaba desesperado, dejó todo lo que estaba haciendo y se dirigió a toda prisa al hospital.
No sabía en cuál hospital estaban atendiendo a Dafne.
Cerca del lugar del incidente había tres hospitales, así que fue de uno en uno, preguntando por todos lados, hasta que finalmente en el último hospital vio algunas caras conocidas afuera de la sala de emergencias.
Bruno, fuera de sí, corrió apresuradamente y agarró la mano de Agustín.
-Agustín, ¿cómo está Dafi?
Al agarrar su mano, Bruno sintió algo pegajoso. Miró hacia abajo y vio que su mano estaba cubierta de sangre, quedando atónito.
La mirada de Agustín estaba fría mientras lo miraba de reojo. Retiró su mano y dijo con voz gélida:
-Aún está en cirugía.
-¿Qué demonios pasó? Vi en internet que algunos testigos dijeron que la víctima recibió un disparo. ¿Cómo es que el agresor tenía un arma? -Bruno se quedó en silencio un momento, luego exclamó-: ¿Fue Tristán? ¿Vino Tristán a buscar venganza?
Agustín lo miró con dureza y, visiblemente irritado, le espetó:
-Cállate, estás haciendo mucho ruido.
Bruno también se enojó y replicó furioso:
-¡Agustín! Si no puedes proteger a Dafi, ¿por qué sigues metiéndola en problemas? ¡Si no fuera por ti, no estaría en peligro una y otra vez!
La voz de Bruno era tan alta que una enfermera que pasaba por ahí los regañó:
-¡Esto es un hospital, guarden silencio!
Bruno bajó la voz, pero sus ojos seguían fijos en Agustín, llenos de resentimiento.
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Capitulo 371
-Agustín, ¿acaso no has hecho sufrir lo suficiente a Dafi? ¿Por qué sigues buscándola? ¿El señor Junco es tan incapaz que no puede proteger a la mujer que ama? ¿De qué sirves? Dijiste que yo no era digno de Dafi, que no merecía amarla. Y tú, ¿qué derecho tienes?
Agustín apretó la mandíbula y cerró los puños al escuchar las acusaciones de Bruno, pero no respondió.
Sí, ni siquiera podía proteger a la mujer que amaba.
¿Qué derecho tenía de decir que la amaba?
Su Dafi había sido herida una y otra vez; su amor era una carga.
El dolor en el corazón de Agustín era tan intenso que apenas podía respirar.
-Basta, Bruno, este no es el momento para discutir estas cosas -dijo Iris, apartando a Bruno-. Crees que eres un santo, pero también hiciste sufrir a Dafi cuando estaban juntos. Ni tú ni Agustín son mejores el uno que el otro.
Bruno guardó silencio, bajando la cabeza.
El pasillo volvió a sumirse en un silencio tenso.
Mientras el cielo se oscurecía, la ansiedad de todos aumentaba.
La familia Junco, al enterarse de que Dafne estaba en cirugía, también llegó al hospital.
Elsa Junco realmente apreciaba a Dafne como nuera y al ver la gravedad de sus heridas, su ánimo se volvió sombrío.
Al ver la sangre en las manos de Agustín, Elsa se sintió aún más angustiada.
-Agustín, también estás herido, ve a que te atiendan.
Elsa bajó la mirada y al ver el charco de sangre en el suelo, se alarmó.
-¡Agustín, la herida en tu mano es grave, ve a que te la curen! -dijo Elsa, pálida de preocupación.
Agustín ya llevaba más de una hora en el hospital, con la herida sangrando, pero no le había prestado atención.
-Es solo un rasguño, no pasa nada -respondió Agustín con voz ronca.
-¿Cómo que no pasa nada si has perdido tanta sangre? -Elsa, preocupada, se dirigió al final del pasillo. ¡Enfermera, enfermera!
Poco después, una enfermera llegó acompañando a Elsa.
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