Capítulo 396
Al pensar en todo esto, Gabriela se arrepintió profundamente.
Se apresuró a explicarse:
-No es eso, en ese momento no lo hice a propósito, Dafne, déjame explicarte, yo pensaba que
solo…
A mitad de la frase, Gabriela se detuvo bruscamente.
Pensaba que solo eras una chica pobre, que no tenías familia ni antecedentes, que eras una
cazafortunas.
Esas palabras no podía decirlas de ninguna manera.
-¿Pensabas qué? -los ojos fríos de Dafne la miraban fijamente.
Gabriela titubeó sin decir nada durante un buen rato.
Dafne dijo con una sonrisa irónica:
-¿Pensabas que solo era una cazafortunas sin dinero, que estaba con Bruno por su dinero, verdad?
Gabriela, con el corazón inquieto, bajó la cabeza y apartó la mirada.
Dafne, con expresión indiferente, dijo:
-En realidad, en su momento pensé en llevar a Bruno a Silvania para presentarle a mi familia, incluso pensé en invertir en el Grupo García.
Al escuchar eso, Gabriela levantó la cabeza de repente, completamente sorprendida.
-Entonces, ¿por qué no lo llevaste después?
Si lo hubiera dicho antes, que era la hija del hombre más rico de Silvania, ¡Macarena no habría tenido ninguna oportunidad!
Si Bruno se hubiera casado con Dafne, ahora sería el yerno del hombre más rico de Silvania no estaría en bancarrota.
Gabriela se lamentaba profundamente.
Al escuchar la pregunta de Gabriela, Dafne sonrió:
-Porque tu hijo pensaba igual que tú, también creía que no era digna de él.
Gabriela se quedó ahí, sin poder creerlo.
y
-Aquellos que traicionan a alguien sincero, al final no tienen un buen destino -dijo Dafne con frialdad-. Vete, no voy a ayudarte.
-Sé que me equivoqué en el pasado, te pido disculpas, lo siento, de verdad, lo siento mucho…
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Los ojos de Gabriela se llenaron de lágrimas en un instante.
-Haré lo que sea por ti, te serviré, te llevaré la comida, lo que me pidas lo haré. Si guardas rencor por lo que pasó, puedes desquitarte conmigo, pero por favor, ayuda a nuestra familia.
Las propiedades y el carro de su familia ya habían sido embargadas por el tribunal, y las cuentas bancarias congeladas.
Vendió sus joyas, bolsos de marca y ropa en el mercado de segunda mano para pagar las facturas médicas de su esposo Emanuel García, y apenas le quedó lo suficiente para cubrir las necesidades básicas de su familia.
Ahora todos vivían en un apartamento barato en un barrio de la ciudad.
Nunca había vivido en un lugar tan malo, sin ascensor, teniendo que subir escaleras, con cucarachas y ratones apareciendo de vez en cuando.
La servidumbre y las niñeras ya habían sido despedidas, y ahora cocinaba todos los días, aunque apenas podía soportar lo que preparaba, por lo que había adelgazado bastante en este tiempo.
Buscaron a todos los amigos de Bruno y Emanuel de antes.
Nadie quiso ayudar.
Desesperada, acudió a Dafne.
Gabriela estaba tan emocionada que su voz se elevó sin querer, con un tono lloroso.
De repente, los transeuntes en el hospital se detuvieron a observar.
-No necesitamos sirvientes -dijo Dafne fríamente-. Rogarme aquí no sirve de nada, porque ver a tu familia en esta situación es exactamente lo que quería.
-Lo siento, señora García, yo nunca me propongo perjudicar a nadie -Dafne miró a Gabriela con frialdad-, pero soy rencorosa. Ustedes me lastimaron, y ahora es momento de ajustar
cuentas.
-¿Qué significa eso? ¿Quieres decir que la quiebra del Grupo García fue obra tuya? -Gabriela dejó de llorar y abrió los ojos con sorpresa.
-Exactamente -Dafne respondió tranquila, sonriendo a Gabriela-. Tu humillación hacia mí fue solo una de las razones de mi venganza, pero tu querido hijo colaboró con la familia Junco y casi destruyó a mi familia. Hacer que ustedes quiebren es mi respuesta.
-¡Eres tú! -La expresión de Gabriela se volvió feroz-. ¡Dafne! ¡Eres una desgraciada!
Al escuchar las palabras de Dafne y darse cuenta de que no había esperanza de ayuda, Gabriela cambió de actitud rápidamente y comenzó a insultar a Dafne.
Más y más personas se reunían para ver el espectáculo.
