Capítulo 400
Sin embargo, Lucas llegó.
Él es socio del bufete de abogados y uno de los jefes, así que no está atado a un horario de oficina.
Esta vez Lucas vino solo, sin traer a la pequeña Natalia.
Llevaba en sus manos un ramo de flores en tonos azul claro, una combinación cuidadosamente elegida de diversas flores exóticas que lucían muy bonitas.
-Para celebrar que nuestra Srta. Rosales finalmente sale del hospital -dijo Lucas, entregándole las flores a Dafne.
Dafne recibió el ramo y le agradeció.
Baltasar miró a Dafne, mostrando preocupación en su rostro mientras decía:
-Has adelgazado mucho en este tiempo.
-Dafi, esta noche cocinaré algo delicioso para ti. ¿Te gustaría cenar en casa? -propuso Clara.
Dafne asintió con la cabeza.
-Claro, qué amable de tu parte.
-Clara también te ha preparado un regalo -sonrió Baltasar.
-¿Por qué se lo dices a Dafi? -Clara fingió estar molesta, lanzándole una mirada a Baltasar-. Si lo dices, ya no es una sorpresa.
Baltasar no se inmutó y continuó sonriendo:
-Dafi no sabe de qué se trata el regalo, así que sigue siendo una sorpresa, ¿no?
Dafne sonrió y le dijo a Clara:
-No te preocupes, Clara. Mi papá tiene razón, mientras no sepa qué es el regalo, sigue siendo
sorpresa.
-Dafi, yo también tengo un regalo para ti -dijo Penélope, entregándole una bolsa de regalo-. Lo traje de Suiza para ti, ¿quieres verlo?
Dafne reconoció el logotipo en la bolsa, era de una marca suiza de relojes de lujo.
-Gracias–dijo Dafne sonriendo.
Dafne sacó una caja de la bolsa y al abrirla, encontró un reloj de mujer blanco.
Con una sonrisa en los labios, comentó:
-Es un reloj precioso, gracias Penélope.
-No tienes que agradecerme, déjame ayudarte a ponértelo.
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-Está bien.
Penélope le puso el reloj a Dafne, asintiendo satisfecha.
-Este reloj te queda perfecto.
-Iris comentó-: Dafi, estos días he estado en casa recuperándome, así que no te preparé un regalo. Pero cuando tengas tiempo, te llevo de compras, elige lo que quieras. ¿Te parece bien?
Dafne sonrió con los ojos entrecerrados.
-Perfecto, no seré tímida entonces.
El grupo salió de la habitación del hospital y dejó el lugar.
En el estacionamiento al aire libre fuera del hospital, Dafne se despidió de sus amigos.
-Gracias por venir hoy a buscarme.
Iris sonrió:
-Somos amigos, no tienes que agradecer.
Penélope añadió:
-Sí, sí, decir gracias suena demasiado formal.
Lucas sonrió cálidamente:
-No tienes que agradecerme tampoco.
Ellos charlaron por unos momentos en el estacionamiento antes de separarse.
Dafne se dirigió hacia su carro.
De repente, vio un carro que le resultaba familiar.
Un Cullinan negro.
Dafne se detuvo por un momento.
Caminó un poco y se acercó al Cullinan, observando la placa del carro, sus ojos se
oscurecieron.
Era el carro de Agustín.
Dafne se acercó y golpeó suavemente la ventana del carro.
La ventana se bajó, revelando el rostro extraordinariamente apuesto del hombre.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Dafne con una voz suave y delicada.
Agustín la miró con una expresión profunda e insondable.
-Hoy salías del hospital, vine a verte.
Como una pluma que cae suavemente en el corazón, Dafne sintió un cosquilleo en su interior.
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-¿Tu herida ya sanó? -preguntó Agustín-. ¿Te sientes bien?
Dafne negó con la cabeza.
-Sí, estoy bien.
La mirada de Agustín se posó en ella, preguntando con un tono ligeramente celoso:
-¿Las flores son de Lucas?
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