Capítulo 418
El hombre dejó de hablar, apretando con fuerza sus manos. Bajo los cristales de sus gafas de montura dorada, un destello frío cruzó por sus ojos.
Un segundo después, se escucharon golpes en la puerta.
-Adelante dijo Luna.
El asistente del presidente, Alfonso, entró acompañado de dos guardias de seguridad, levantando a Antonio, que estaba arrodillado en el suelo.
Alfonso miró al gerente Tomás, que estaba a un lado.
Tomás habló con frialdad:
-Puedo irme por mi cuenta.
Después de decir esto, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.
Los dos guardias sacaron al subgerente del proyecto, Antonio.
Antonio, luchando, gritaba en voz alta:
-¡Srta. Seballos, por favor, dame otra oportunidad! ¡Prometo que trabajaré bien!
Luna mantuvo sus labios apretados, con el rostro oscuro, ignorándolo.
Una vez que Antonio fue sacado, Luna habló fríamente a su asistente Alfonso:
-Informa que en diez minutos habrá una reunión en la sala de conferencias. Necesito nombrar nuevamente al gerente y subgerente del proyecto.
-Entendido, Srta. Seballos.
Bajo la supervisión del nuevo gerente de proyecto, todos los empleados del departamento trabajaron horas extras durante una semana, logrando finalmente un proyecto que complació a
Luna.
Luna, con el nuevo proyecto en mano, se dirigió a buscar a Agustín en el Grupo Junco.
Desde que regresó al país, había visitado varias veces la sede del Grupo Junco.
La joven recepcionista, Noa, ya la conocía.
Al verla, la saludó con entusiasmo:
-Buenas tardes, Srta. Seballos.
Luna entró al elevador y presionó el botón para el piso veintisiete.
El piso veintisiete está justo debajo de la oficina del presidente.
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Capitulo 418
Solo el ascensor exclusivo de Agustín podía llegar al piso superior, así que Luna siempre tenía que esperar en la sala de reuniones del piso veintisiete hasta que él terminara sus asuntos.
Justo cuando Luna entraba al elevador, Dafne también llegó al edificio del Grupo Junco.
El Grupo Junco le había encargado varios casos, y ella ya tenía las demandas listas, solo necesitaban la firma del representante legal.
Como no estaba lejos, decidió ir personalmente.
Recordaba que la última vez que Agustín fue a la firma de abogados, trajo al representante legal de la empresa, pero Dafne no lo conocía.
Antes de venir, intentó llamar al asistente de Agustín, Gustavo, pero no respondió.
Probablemente estaba en una reunión y no podía contestar.
Al llegar, la recepcionista Noa la detuvo:
-Señorita, ¿a quién busca?
-Busco a Agustín.
Al escuchar esto, Noa la miró con más atención.
¿Otra más que viene por el presidente?
Desde que trabajaba en el Grupo Junco, en solo tres meses, Noa había detenido a innumerables “pretendientes” del presidente, ya estaba un poco insensible al respecto.
Asumiendo que Dafne era otra “pretendiente“, la actitud de Noa se tornó algo impaciente.
Con voz seca, preguntó:
-¿Tiene cita?
Dafne negó con la cabeza.
-No, pero yo…
Puedo llamarle directamente al presidente.
Antes de que pudiera terminar, Noa la interrumpió:
-Sin cita no puede ver a nuestro presidente, mejor retírese,
Dafne no se molestó, simplemente dijo con calma:
-Lo conozco.
-Ja, ja se burló Noa-. Todos los días alguna mujer aparece diciendo que conoce al presidente, ya estoy cansada de oír eso. Le aconsejo que mejor se vaya, no vale la pena su esfuerzo, no es tan fácil ver al presidente.