Capítulo 422
Dafne se echó a reír: -¿Para qué te despediría? Ni siquiera eres empleada de mi empresa.
Noa miró a Agustín.
-Dafi, ella te detuvo para que no entraras. Si quieres que la despida, lo haré.
-¿Qué? -pensó Noa-. ¿Así que al final no puedo evitar ser despedida?
-¿Cuándo dije que quería despedirla? -Dafne le lanzó una mirada a Agustín-. No tenía una cita programada, así que es comprensible que la chica me detuviera. Es una empleada muy responsable, algo difícil de encontrar. No la despidas por cualquier cosa.
Agustín sonrió suavemente y dijo: -Está bien.
Noa suspiró aliviada, su corazón volvió a su lugar.
Agustín se sentó al lado de Dafne y trató de iniciar una conversación.
-En el barrio oeste abrieron un nuevo restaurante japonés. ¿Te gustaría ir a probarlo?
-No, últimamente estoy muy ocupada.
-Pero aun ocupada, tienes que comer.
-El barrio oeste está muy lejos, ir y venir me quita mucho tiempo.
-De acuerdo -dijo Agustín tras pensarlo un momento. ¿Qué tal si vamos a las termas en la montaña este fin de semana? Un amigo mío abrió un nuevo resort de aguas termales.
Dafne respondió con indiferencia: -Este fin de semana tengo que ir a Aguamar a ver a un cliente.
-Está bien.
Pasaron veinte minutos.
Gustavo aún no había bajado.
Dafne miró su reloj. -¿Por qué todavía no está listo?
Agustín no tuvo más remedio que llamar para apresurarlo.
Gustavo bajó rápidamente.
Le entregó a Dafne los documentos firmados y sellados. -Disculpe, Srta. Rosales, por hacerla esperar. Sr. Soler tuvo un pequeño inconveniente.
En el piso de arriba, Julián estornudó.
-¿Qué?-se preguntó Julián.
Capítulo 422
En realidad, Julián había firmado y sellado los documentos rápidamente.
Gustavo simplemente estaba demorando el tiempo, disfrutando de una taza de té en el piso de arriba.
Después de tantos años como asistente de Agustín, había aprendido a ser astuto.
Mientras el presidente y la Srta. Rosales estuvieran abajo solos, no tenía prísa por bajar y recibir una reprimenda.
Gustavo se relajó en la oficina, tomando té y jugando con su teléfono.
Solo cuando Agustín lo llamó para apresurarlo, tomó la carpeta y bajó lentamente.
Dafne revisó los documentos y, al ver que todo estaba en orden, asintió: -Todo está bien, me iré ahora.
-Dafi, te llevo -ofreció Agustín.
Dafne lo rechazó de inmediato: -No es necesario, Eva me está esperando en el carro.
-Está bien.
Dafne se fue.
Agustín la observó hasta que desapareció de su vista.
Noa vio todo esto y negó con la cabeza diciendo: -Vaya, parece que el jefe está tratando de conquistar a su esposa.
No es de extrañar que la Srta. Rosales dijera que no es la esposa del jefe.
El jefe todavía no ha tenido éxito.
En el piso de arriba, Luna había estado esperando en la sala de reuniones del piso veintisiete por casi cuarenta minutos.
Llamó dos veces a Agustín, pero él no respondió.
Luna perdió la paciencia, se levantó y salió de la sala de reuniones, dirigiéndose a la oficina del secretario del jefe.
La oficina del secretario tenía cuatro estaciones de trabajo, y todos los secretarios eran hombres, vestidos con trajes grises. Algunos estaban sentados frente a sus computadoras escribiendo rápidamente, otros estaban hablando por teléfono.
Luna se acercó a uno de los secretarios y tocó su escritorio. -¿El Sr. Junco todavía está en una reunión?
El secretario se detuvo y la miró. -No, el Sr. Junco terminó la reunión hace media hora.
Luna frunció el ceño. -Entonces, ¿dónde está? He estado esperando por más de cuarenta minutos y aún no lo he visto.
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Capitulo 422
-No lo sé–respondió el secretario.