Capítulo 425
Agustín trajo otros tres cajas de cartón y las puso sobre la mesa frente a Dafne.
Dafne quedó boquiabierta. -¿Todavía hay más? ¿No eran solo dos casos? Ya son cinco cajas de material.
Agustín sonrió levemente, con una chispa de diversión en sus ojos, y dijo suavemente: -Estas tres cajas no contienen material de los casos. Ábrelas y verás.
Dafne lo miró con desconfianza y se inclinó para abrir las cajas.
Las cajas estaban selladas con cinta adhesiva y etiquetas de envío, claramente eran paquetes de mensajería.
Agustín, atento, le pasó un cuchillo pequeño.
-¿Un paquete? -preguntó Dafne, confundida-. ¿Qué hay dentro?
-Ábrelo y lo descubrirás.
Dafne abrió una de las cajas y encontró dentro una caja elegante.
La caja tenía el logo de una marca de lujo, y Dafne lo entendió de inmediato.
Abrió la caja y, efectivamente, dentro había un bolso blanco.
-¿Qué significa esto? -preguntó Dafne, mirando a Agustín.
-Es un regalo para ti -dijo Agustín con una sonrisa en sus ojos-. Hoy es veinte de mayo, una fecha que las parejas suelen celebrar, y lo que tienen los demás, yo quiero que también lo tenga mi Dafi.
Dafne quedó sin palabras por un momento. -No somos pareja, no tienes que darme regalos.
Agustín metió las manos en los bolsillos y sonrió. -Para conquistar a una chica, los regalos son necesarios. No quiero ir con las manos vacías.
Dafne guardó silencio por un instante y suspiró suavemente.
-Agustín, no podemos volver al pasado -dijo Dafne con una seriedad extrema, mirándolo a los ojos-. Después de todo lo que ha pasado, hemos llegado demasiado lejos, no hay vuelta atrás.
La ventana estaba abierta y el viento hacía mecer las orquídeas, cuyo aroma se mezclaba con el calor del atardecer en la habitación.
La luz del techo iluminaba como si fuera de día.
Agustín estaba frente a Dafne, proyectando una sombra. Bajó la mirada hacia ella y su voz era grave y ronca: -Yo nunca me fui, siempre estuve aquí esperando que voltearas.
Dafne bajó la mirada, evitando verlo, y no dijo nada.
Capitulo 425
Agustín la observó en silencio por un momento, luego dio un paso hacia ella, inclinándose lentamente para poner sus manos a ambos lados de Dafne, obligándola a mirarlo.
Sus ojos ardían de emoción, y su voz era profunda y magnética: -Dafi, reconciliémonos, ¿sí?
Dafne desvió la mirada, y su voz apenas se escuchaba: -Agustín, no hagas esto.
La cortina de gasa se movía suavemente con el viento, cayendo lentamente.
El aroma de las orquídeas flotaba en el aire.
La atmósfera era cargada de tensión.
-¿Hacer qué? -su voz era seductora y magnética.
Dafne contuvo la respiración, su corazón latía desbocado. Giró el rostro y dijo con rigidez: -¿No estás ya con Luna? ¿Por qué vienes a buscarme para réconciliarnos?
-¿Luna? -Agustín la miró intensamente-. ¿Qué tiene que ver ella? Es solo una extraña.
Agustín envolvió a Dafne en su cercanía, su voz era suave y persuasiva: -Dafı,
reconciliémonos.
El corazón de Dafne latía con fuerza y sus pensamientos se dispersaban.
En ese momento, su teléfono sonó.
El tono del celular la devolvió a la realidad.
-Perdón, tengo que contestar. -Dafne empujó a Agustín y tomó el teléfono.
Era Baltasar quien llamaba.
Dafne le hizo un gesto de “silencio” a Agustín.
Agustín, después de ser empujado, tenía una expresión oscura y confusa en sus ojos.
Se
puso de pie, mirando a la chica sentada en el sofá mientras hablaba por teléfono.