Capítulo 426
El sentimiento de culpa pesaba sobre Dafne.
Dafne contestó el teléfono, temerosa de que Agustín hiciera algún ruido, mientras lo miraba con una advertencia en sus ojos.
El hombre esbozó una leve sonrisa, mirándola con un aire de diversión.
La voz de Baltasar se escuchó desde el celular: -Dafi, ¿no se supone que llegabas al aeropuerto a las seis y media? ¿Por qué no has llegado a casa? Marcos dice que no subiste a su carro, que dijiste que tomaste el auto de un amigo. ¿Vas a venir a cenar esta noche?
Dafne respondió: -Papá, un amigo me pidió que tomara dos casos como abogada. Estuve hablando con él sobre eso, acabo de terminar. Ahora voy de regreso a casa para cenar.
Baltasar dijo: -Está bien, Clara y yo te esperamos en casa para cenar.
-De acuerdo.
Al colgar, Dafne soltó un suspiro de alivio.
Por poco se le escapaba.
Agustín era demasiado encantador.
El hombre, divertido, comentó: -Dafi, ¿todavía te controlan tanto tus papás? Son apenas las siete y ya te están llamando para que regreses a casa a cenar.
Dafne ignoró su broma y contestó seriamente: -Me voy. Mañana manda a alguien a entregar todo esto a mi despacho de abogados.
El hombre permaneció en silencio, observándola sin decir una palabra.
Dafne se levantó y salió del lugar.
Agustín la miró mientras se alejaba.
El amplio cuarto quedó frío y desolado.
A la mañana siguiente, Dafne fue a trabajar a su oficina.
Al entrar, vio cinco cajas de cartón llamativas en el suelo.
Dos de ellas contenían los archivos de los casos que había visto en la sala de descanso de Agustín.
Las otras tres también eran familiares.
Eran los regalos que él le había dado el día anterior.
Una de ellas ya estaba abierta, revelando un hermoso bolso blanco de piel de cocodrilo mate.
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Capitulo 426
Dafne frunció el ceño. Antes de irse, le había dicho a Agustín que enviara los documentos a su oficina, no los regalos.
Dafne llamó a Agustín.
Él contestó rápidamente. -¿Qué pasa, Dafi?
Dafne fue directa al grano: -Devuélvete los regalos, no los necesito.
La voz de él sonó fría: -No tiene sentido que recupere un regalo que ya di. Si no te gusta, simplemente deséchalo.
Dafne se quedó sin palabras.
Ella sabía reconocer un buen bolso; ese debía valer al menos un millón. ¿Tirarlo?
No importa cuán rico seas, eso es un desperdicio.
Dafne dijo: -Le pediré a alguien que te los devuelva.
-No lo hagas -dijo Agustín con voz profunda-. Si me los devuelves, tampoco los usaría, solo los tiraría.
Dafne pensó en sugerirle que le diera uno a Luna, otro a Maya Guzmán, y que el último lo regalara a quien quisiera.
Pero también pensó que eso sonaría demasiado amargo.
Se contuvo de decirlo.
Solo dijo: -No me vuelvas a dar regalos. No importa cuánto dinero tengas, no deberías desperdiciarlo así.
-Un regalo para ti nunca es un desperdicio.
Dafne respondió secamente: -No lo quiero.
-Está bien -dijo Agustín-. Entonces dime qué quieres, y te lo daré.
Dafne suspiró. -Agustín, deja de fingir. Sabes a lo que me refiero. No quiero nada.
Hubo un silencio al otro lado de la línea.
-Eso es todo, adiós -dijo Dafne y colgó.
Finalmente, Dafne decidió no devolver los tres bolsos.
Un bolso que cuesta más de un millón, si Agustín los tirara, realmente sería un desperdicio.
Dafne guardó los bolsos y los metió en el armario de su despacho.