Capítulo 433
El policía activó el altavoz del teléfono, fingiendo conocer bien a la persona del otro lado para sacarle información.
-Antonio, disculpa, anoche la fiesta estuvo tan buena que olvidé enviarte el video.
El hombre al otro lado cayó en la trampa.
-¡Rápido! ¡Quiero que esa perra de Luna quede en la ruina! ¿Conseguiste a los seis hombres que te pedí para que jugaran con ella?
El policía siguió el juego.
-Por supuesto, te envío el video ahora mismo.
-¡Date prisa!
El hombre colgó inmediatamente.
Dafne y Luna se miraron.
Quizás el hombre del otro lado tampoco conocía bien al dueño del teléfono y no notó la diferencia en la voz. Qué ingenuo.
El policía rápidamente utilizó el sistema de la policía para identificar al propietario del número.
-El dueño del teléfono se llama Antonio, ¿lo conoces? -preguntó el policía a Luna.
-¡Antonio! -exclamó Luna, abriendo los ojos con sorpresa-. Era el subgerente del departamento de proyectos de mi empresa, lo despedí hace unos días.
Dafne asintió con seriedad.
-Eso explica todo. Los hombres que te drogaron fueron sobornados por Antonio para hacerte daño. Tu amiga también debió estar involucrada.
-¿Cómo pudo pasar esto…? -murmuró Luna, perdida-. ¿Cómo Sara pudo traicionarme? Siempre fui buena con ella…
Antonio estaba sentado en el sofá de su casa, esperando recibir el video de Luna. En lugar de eso, los policías llegaron para arrestarlo.
Con los responsables capturados, el caso se resolvió rápidamente.
Antonio y Tomás eran los principales culpables.
Estaban resentidos con Luna por haberlos despedido y planearon vengarse.
Antonio contactó a Sara, la amiga falsa de Luna, ofreciéndole trescientos mil pesos para que ayudara a invitar a Luna a tomar unos tragos.
1/2
20:33
Capitulo 433
Tomás, quien había trabajado como gerente de proyectos por muchos años con un salario anual de más de ochocientos mil pesos, contribuyó con doscientos mil, mientras que Antonio dio cien mil.
En la estación de policía, Luna, siempre fuerte, no pudo evitar derramar lágrimas.
-Sara, ¿por qué los ayudaste a hacerme esto? ¿No fui lo suficientemente buena contigo? -preguntó Luna, sollozando.
Sara lloraba desconsoladamente.
-Luna, lo siento, realmente sé que me equivoqué, por favor, perdóname. Realmente necesitaba el dinero, mi hijo necesita una cirugía.
Luna, con lágrimas, respondió con el corazón roto.
-Sara, hemos sido amigas durante tantos años, ¿por qué no me dijiste que necesitabas dinero? ¿No pensaste que te ayudaría?
Sara, llena de emoción y tristeza, lloró aún más.
-Me equivoqué, debí pedirte ayuda. Luna, te lo suplico, no me demandes, retira la denuncia, te lo ruego. Mi hijo tiene solo cinco años, acaba de salir de una cirugía, está en el hospital, no puede quedarse sin madre. Te lo pido, Luna, por favor ten piedad de mí.
Luna mantuvo el rostro serio.
-¿De qué sirve decir todo esto ahora?
Sara cayó de rodillas ante Luna.
-Te ruego que retires la denuncia, Luna. Te lo suplico de verdad, sé que hice mal, te pido perdón.
Mientras hablaba, Sara tocó el suelo con la frente, golpeándola repetidamente.
-Sara, el delito de violación es un caso de acusación pública, no puedo retirar la denuncia solo porque lo diga. Las pruebas son claras, la policía ya ha remitido el caso al fiscal para enjuiciamiento, no hay nada que pueda hacer.
Luna hizo una pausa, mirando fríamente desde arriba a la mujer que estaba arrodillada, su voz era gélida como el hielo en el invierno más crudo.
2/2