Capítulo 438
-Emanuel, con el rostro lleno de impaciencia, dijo: -Está bien, está bien, deja de hacer escándalo y ven conmigo.
-¿Qué está pasando aquí? -preguntó Bruno, saliendo del baño con una expresión de desconcierto-. Mamá, ¿qué te pasó en la cara?
-¡Fue esa desgraciada de Dafne quien me golpeó!
Emanuel, con el ceño fruncido, comentó: -Bruno, lleva a tu madre a casa. Esto es una vergüenza.
Bruno frunció el ceño y preguntó: -Papá, ¿qué sucedió?
Tu madre empezó el problema, no es de extrañar que la señorita Rosales la golpeara -respondió Emanuel con seriedad-. Tu madre se lanzó a golpear a la señorita Rosales, pero terminó siendo ella la golpeada. Vamos, vámonos a casa.
-Mamá, sé que no estás contenta con el fallo del tribunal, pero no puedes golpear a la gente -dijo Bruno con un tono de reproche en su mirada-. Dafne es la abogada de mi papá, solo está haciendo su trabajo, no puedes desquitarte con ella.
-¡Ah, claro! Ahora te pones del lado de esa desgraciada, ¿verdad? -Gabriela, con los ojos rojos de rabia, exclamó-. ¡Soy tu madre! ¿Acaso ya no me consideras tu madre?
Bruno se enfureció.
-¿Que no te considero mi madre? Ja, ja. Fui tan obediente contigo que terminé enredado con Macarena, hiriendo a Dafne.
-¿Me estás culpando? -gritó Gabriela furiosa.
Bruno soltó una risa sarcástica: -¿Cómo podría culparte?
-Está bien, está bien, dejen de pelear. He llamado un auto, vámonos a casa -dijo Emanuel mientras se dirigía a la calle.
…
De regreso en el despacho.
La recepcionista Lola saludó con una sonrisa: -¡Hola, Srta. Rosales! La Srta. Seballos te está esperando en la oficina.
Dafne se detuvo un momento. -¿La Srta. Seballos está aquí?
Lola asintió. —Sí, llegó hace casi una hora. Le dije que estabas en una audiencia, pero me dijo que no importaba, que podía esperar.
Dafne asintió y se dirigió al interior.
Luna, sentada en el sofá hojeando una revista de leyes, levantó la vista al ver a Dafne entrar.
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-Por fin llegaste!
Dafne dejó su bolso y se sentó al lado de Luna en el sofá. -¿Me buscabas por algo, Srta. Seballos?
Dafne sacó un paquete de té fino, puso a hervir agua y comenzó a preparar la infusión.
Luna sonrió. –Te traje un regalo.
Sacó una caja de su lado. -Srta. Rosales, para agradecerte por salvarme la vida la última vez, mandé a hacer este collar de diamantes rosados especialmente para ti. Como es un diseño personalizado, tomó tiempo, pero aquí está. ¿¿Te gusta?
Luna abrió la caja y mostró el collar a Dafne.
Dafne le dio un vistazo casual, pero luego se detuvo al ver la joya.
Era un impresionante diamante rosado en forma de lágrima de 25 quilates, deslumbrante y radiante.
Además, el collar estaba hecho de varios diamantes incoloros, extravagante y hermoso, imposible de ignorar.
-Srta. Seballos, este collar es demasiado valioso, no puedo aceptarlo.
Dafne había notado el logo en la caja. Las joyas personalizadas de esa marca empezaban en millones, y esta pieza era excepcional.
Solo la piedra de 25 quilates valía una fortuna.
Este collar costaba, como mínimo, un millón.
En casa de Dafne no faltaban joyas, tenía collares y pulseras de millones, pero comprarlo ella misma era una cosa, recibirlo como regalo era otra.
Si era algo que le gustaba, sin importar el precio, lo adquiriría.
Pero un regalo tan caro era excesivo.
No podía aceptarlo.
Luna rio. -Acéptalo, por favor. Eres mi salvadora, y mi vida vale mucho más que un collar. Me salvaste, y darte un regalo es lo mínimo que puedo hacer.
Dafne negó con la cabeza. -No puedo aceptarlo.
Luna hizo un puchero. -Srta. Rosales, ¿acaso no crees que mi vida vale más que un collar?
Dafne sonrió con resignación. -Sabes que no quise decir eso.
-Entonces acéptalo.
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