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Capítulo 451
-Te acompaño -dijo Dafne con una sonrisa-, a mí también me gusta esa emoción.
-Yo también voy -añadió Agustín, siguiéndolos.
-Espérenme, yo también voy–dijo Jaime, apresurándose tras ellos.
Iris mostró una ligera sonrisa en sus labios.
Jaime era un gallina; antes, jamás se hubiera atrevido a subirse a una atracción tan emocionante.
Iris se sentó en la primera fila del carro, donde la emoción era máxima.
Dafne ocupó la segunda fila, dejando el lugar junto a Iris para Jaime.
Agustín se sentó al lado de Dafne.
-Dafi, ¿estás nerviosa?
-Un poco.
La mano cálida de Agustín envolvió la de ella.
-No te preocupes, aquí estoy contigo.
Dafne sintió un cosquilleo en su corazón.
No apartó la mano.
El carro apenas comenzaba a moverse lentamente cuando Jaime ya estaba gritando.
Iris, a su lado, giró los ojos con exasperación.
-Si te da miedo, ¿para qué te subes? Te lo buscaste.
-No es que a mí me guste, es porque a ti… ¡Ah!
Antes de que pudiera terminar, el carro aceleró y Jaime soltó un grito.
Iris también gritó, pero era un grito de emoción y entusiasmo, mientras que el de Jaime era de puro terror.
Agustín, manteniendo la calma, apretaba firmemente la mano de Dafne. Era su primera vez en una montaña rusa, pero no tenía miedo.
Los gritos de Dafne resonaban en sus oídos, mezclándose con el viento.
Agustín apretó más su mano, acompañándola en silencio.
Cuando bajaron de la montaña rusa, Jaime se abalanzó sobre un basurero y vomitó.
Iris estaba a su lado, dándole palmaditas en la espalda y ofreciéndole agua.
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Capítulo 451
-¿Cómo puedes ser tan malo en esto? ¿Te asusta y aun así te gusta?
Jaime estaba pálido del susto.
Penélope, a un lado, se reía discretamente.
¿No era eso lo que querían? ¿Reconciliarse?
Su plan había funcionado.
Agustín abrió una botella de agua y se la pasó a Dafne.
-Dafi, toma un poco de agua.
-Gracias -respondió Dafne, tomando un par de sorbos.
-¿Te sientes mareada? -preguntó Agustín.
-No mucho, estoy bien.
-Descansemos un poco antes de ir a otra atracción -sugirió Agustín.
-Sí.
Mientras ellos estaban en la montaña rusa, Eduardo había llevado a su novia a dar una vuelta
en el carrusel, tomándole varias fotos.
–
-Eres muy linda le dijo Eduardo a Amanda, revisando las fotos en su teléfono.
Al escuchar eso, Penélope y Dafne intercambiaron una mirada cómplice.
Vaya, era raro escuchar a Eduardo usando un apodo tan cursi como “bebé“.
Agustín no mostró ninguna reacción, su rostro permaneció impasible, como si no le sorprendiera en lo absoluto.
Después de la montaña rusa, Iris estaba emocionada por ir al laberinto de la casa embrujada.
Jaime, aún pálido, palideció aún más al escuchar sobre la casa embrujada, pero apretó los dientes y decidió acompañarlos.
Dafne y Agustín también fueron, mientras que Penélope prefirió quedarse a descansar en una cafetería.
Esta vez, Eduardo y Amanda se unieron a ellos.
Al entrar en la casa embrujada, Jaime tomó la mano de Iris.
-Iris, tengo miedo.
-Iris… -dijo Jaime, acercándose aún más a ella-, no vayas tan rápido. ¿Y si un fantasma me atrapa?
-Son solo personas disfrazadas, ¿de qué tienes miedo? -respondió Iris, con un toque de fastidio.
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