Capítulo 457
Después de que Lucas se fue, Dafne se volvió hacia Agustín y, fingiendo estar enojada, lo miró fijamente.
-¿Por qué siempre que ustedes dos hablan, terminan discutiendo?
Agustín sonrió con picardía.
-Tendrás que preguntarle a él, fue él quien empezó con sus comentarios sarcásticos.
-Ya basta -dijo Dafne con resignación. ¿No tenías una pregunta real para mí?
-Dafi, siempre tan perspicaz -el hombre respondió con una voz seductora y una sonrisa que iluminaba sus profundos ojos-. Solo quiero invitarte a cenar.
-Lo sabía -dijo Dafne mientras se dirigía a su auto, un flamante McLaren P1 blanco.
Al ver el auto, Agustín no pudo evitar sonreír. Era el mismo que le había regalado a Dafne el año pasado. Cuando terminaron su relación, Agustín dijo muchas cosas hirientes. Sabía que si le entregaba el auto personalmente, Dafne no lo aceptaría, así que tuvo que recurrir a Jaime para hacerlo. Hasta ahora, Dafne no tenía idea de que el auto era un regalo de él.
Desde que Eva empezó a trabajar con Dafne, siempre la acompañaba a todos lados. Eva no solo era su guardaespaldas personal, sino también su conductora exclusiva.
Cuando llegaron al auto, Agustín se fijó que Eva estaba en el asiento del conductor. Su sonrisa se desvaneció. El McLaren solo tenía dos asientos; si Eva conducía y Dafne iba de copiloto, ¿dónde quedaba él?
Dafne se giró y le sonrió a Agustín.
-Lo siento, Sr. Junco, no hay espacio en el auto. Me voy primero.
Justo cuando iba a subir, Agustín detuvo la puerta.
-Yo conduzco -dijo, sosteniendo la puerta-. Hoy seré tu chofer y guardaespaldas.
-¿Ah, sí? -Dafne arqueó una ceja-. ¿Cuánto cobra el Sr. Junco por día?
-Gratis.
Dafne rio.
-Lo gratis siempre sale caro, mejor paso.
Agustín se inclinó hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos, sus respiraciones se entrelazaron. Sus miradas se encontraron, y los ojos de él estaban llenos de cariño.
-¿Y si te dejo elegir cuánto darme? -dijo con su voz magnética.
Dafne, de buen humor, bromeó.
-Cinco centavos y ni un centavo más.
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Capítulo 457
Después de que Lucas se fue, Dafne se volvió hacia Agustín y, fingiendo estar enojada, lo miró fijamente.
-¿Por qué siempre que ustedes dos hablan, terminan discutiendo?
Agustín sonrió con picardía.
-Tendrás que preguntarle a él, fue él quien empezó con sus comentarios sarcásticos.
-Ya basta -dijo Dafne con resignación. ¿No tenías una pregunta real para mí?
-Dafi, siempre tan perspicaz -el hombre respondió con una voz seductora y una sonrisa que iluminaba sus profundos ojos-. Solo quiero invitarte a cenar.
-Lo sabía -dijo Dafne mientras se dirigía a su auto, un flamante McLaren P1 blanco.
Al ver el auto, Agustín no pudo evitar sonreír. Era el mismo que le había regalado a Dafne el año pasado. Cuando terminaron su relación, Agustín dijo muchas cosas hirientes. Sabía que si le entregaba el auto personalmente, Dafne no lo aceptaría, así que tuvo que recurrir a Jaime para hacerlo. Hasta ahora, Dafne no tenía idea de que el auto era un regalo de él.
Desde que Eva empezó a trabajar con Dafne, siempre la acompañaba a todos lados. Eva no solo era su guardaespaldas personal, sino también su conductora exclusiva.
Cuando llegaron al auto, Agustín se fijó que Eva estaba en el asiento del conductor. Su sonrisa se desvaneció. El McLaren solo tenía dos asientos; si Eva conducía y Dafne iba de copiloto, ¿dónde quedaba él?
Dafne se giró y le sonrió a Agustín.
-Lo siento, Sr. Junco, no hay espacio en el auto. Me voy primero.
Justo cuando iba a subir, Agustín detuvo la puerta.
-Yo conduzco -dijo, sosteniendo la puerta-. Hoy seré tu chofer y guardaespaldas.
-¿Ah, sí? -Dafne arqueó una ceja-. ¿Cuánto cobra el Sr. Junco por día?
-Gratis.
Dafne rio.
-Lo gratis siempre sale caro, mejor paso.
Agustín se inclinó hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos, sus respiraciones se entrelazaron. Sus miradas se encontraron, y los ojos de él estaban llenos de cariño.
-¿Y si te dejo elegir cuánto darme? -dijo con su voz magnética.
Dafne, de buen humor, bromeó.
-Cinco centavos y ni un centavo más.
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Capítulo 457
-Hecho.
La sonrisa de Agustín reflejaba su satisfacción. Rodeó el auto para llegar al otro lado y lanzó las llaves de su Maybach a Eva.
-Llévate mi auto.
Eva miró a Dafne, quien asintió antes de que Eva bajara del auto.
Agustín se subió al asiento del conductor.
-¿Qué se te antoja comer?
-Lo que sea está bien respondió Dafne mientras se colocaba el cinturón de seguridad.
El McLaren blanco se detuvo frente a un restaurante de alta cocina llamado “Luz de Sabor“. Al
entrar, la suave iluminación y la decoración exquisita creaban una atmósfera elegante. Un aroma sutil de especias finas impregnaba el aire.
Dafne ya
había visitado este lugar unas cuantas veces. Los ingredientes eran traídos del extranjero y el chef principal era francés, garantizando que cada plato fuera un festín para los
sentidos.
Pidió sus dos platos favoritos: atún rojo con trufa negra y una suave salsa de vino tinto, que se deshacía en la boca, y un filete de res a la parrilla, cocido a término medio, con una salsa de foie gras y trufa. La carne era de la mejor calidad, jugosa y tierna, acompañada de una salsa elaborada con técnicas tradicionales francesas, creando una experiencia culinaria inigualable.
Aunque Dafne había dicho que cualquier cosa estaba bien, la elección de Agustín para el restaurante había sido perfecta; era justo su tipo de lugar. El ambiente romántico del restaurante, con la música del piano fluyendo suavemente, completaba la escena.
13.50